viernes, 1 de julio de 2016

POPULISMO O ESTRATEGIA DEL PODER



Los movimientos sociales, al igual que una reacción química, tienen unos catalizadores semejantes. Llegan a sorprender los resultados de un estudio comparativo cuando enfrentamos problemáticas y sucesos contemporáneos con sucesos acaecidos hace veintidós siglos. Es habitual ver y escuchar en tertulias políticas a periodistas, economistas, politólogos y sociólogos, pero pocas veces se ve a especialistas en historia. Será que no se fían de su capacidad de análisis y los imaginan en otra dimensión, en una torre de marfil leyendo a Tito Livio o a Plutarco. Simplemente: su opinión no cuenta.

En estos días, en los que mucha gente se pregunta: ¡¿Cómo puede ganar elecciones el Partido Popular cuando, en teoría, se enfrenta con una sociedad que se le opone?!, viene al caso echar la vista atrás, a las lecciones que nos da la historia.

Dentro de esta “oposición” social a las políticas de la derecha, se encontraba el llamado “Movimiento 15-M”, que dio lugar a Podemos. Pero, curiosamente, el nacimiento de este movimiento, lejos de perjudicar a la derecha, no ha hecho más que auparla hasta la mayoría absoluta del 2011 de Rajoy y a la oportunidad de una segunda vuelta, tras el veto al pacto PSOE-Ciudadanos. Un ex-analista del viejo KGB, opinó que el “movimiento 15-M” era un movimiento social “de diseño” similar a aquel que la CIA había montado en la entonces República Socialista de Rumanía para derrocar el régimen comunista de Chauchescu. Esta es una opinión discutible, y puede que no fuera el deseo de los votantes de Podemos, pero sí creo que hay que señalar el flaco favor que le hizo el “movimiento 15-M” y el partido salido del mismo, a la izquierda y el gran favor que, por la contra, le hizo a la derecha, algo que parece fuera de toda lógica pero que es muy fácil de entender.

El “movimiento 15-M” provocó la desmovilización del electorado de izquierdas en las generales que ganó Rajoy, ya que ese sentimiento de indignación, de no votar, nunca forma raíces en el electorado de la derecha constitucional, que no tiene duda alguna sobre si va a votar o no, o a quién. Esto, acompañado de una ley electoral cuestionable, es lo que deja en manos de la derecha las mayorías absolutas de los parlamentos.

Pero, para verlo más claro, observemos un ejemplo histórico tomado de la antigua Roma: los hermanos Gracos, Tiberio Sempronio Graco y Cayo Sempronio Graco, que fueron los protagonistas de una serie de hechos trascendentes en la República romana de la segunda mitad del siglo II a. C.

Tras el asesinato de Tiberio, su hermano Cayo Sempronio Graco, cuestor en Cerdeña, se presenta en Roma para ser elegido Tribuno de la plebe (cargo elegido por la asamblea de la plebe para defender a esta, en el Senado, de las arbitrariedades de los poderosos), algo que consigue en el año 124 a.C. Desde este puesto, propone sus tres grandes leyes sometiéndolas a votación en 122 a.C: ley agraria (que otorgaba los poderes sobre la tierra a una comisión de nueva creación), ley frumentaria (que obligaba al Estado a bajar el precio del cereal) y la relativa a la fundación de colonias. Estas leyes eran la solución para que el ager publicus (la tierra pública) dejase de estar dominado por un pequeño número de optimates (aristócratas) en perjuicio de los pequeños campesinos. Un problema que venía de antiguo y que no es objeto tratar aquí. Cayo se encuentra, como anteriormente lo hizo su hermano, con la oposición de los optimates, que usan esta vez a otro de los tribunos, Marco Livio Druso. La táctica fue sencilla: proponer medidas todavía más populistas que las de Cayo. Logró ganarse el favor del pueblo y Cayo Graco no fue reelegido como tribuno. A pesar de la victoria de Livio Druso, sus propuestas nunca se llevaron a cabo. En los años sucesivos, las reformas de los hermanos Graco son desmontadas y, a causa de su impopularidad, una revuelta en el Aventino acaba con la vida de Cayo Graco. El pueblo dejó que le llenasen la cabeza con quimeras, asestando un golpe mortal a las tentativas factibles. 
 
Creo que el silogismo ha quedado bien claro. En el contexto actual, el “movimiento 15-M” provocó la derrota de la izquierda en las generales del 2011 y el ascenso de la derecha al vender quimeras en vez de programas sensatos que pudieran defenderse desde los escaños de un Parlamento. Escaños que, por cierto, pasaron a estar ocupados por mayorías absolutas de la derecha, con lo que se eliminaba, incluso, el debate. A lo largo de la legislatura de la “austeridad” mariana, dicho movimiento se transformó en partido, pero el resultado ha acabado favoreciendo también al PP, beneficiado por la división de la izquierda y quiméricas líneas rojas.

Como conclusión, todo indica que este movimiento social, de “diseño” o no, le hace un gran favor al Capital, los representantes actuales de aquellos especuladores optimates. De ser cierta la opinión del mencionado ex-analista del viejo KGB, estaría bien claro quién favoreció este movimiento a través de sus medios de comunicación, en especial desde una cadena supuestamente de izquierdas, pero perteneciente a un grupo mediático de derechas. No obstante, ¿sería esto posible y que lo hicieran delante de nuestras propias narices? ¿Acaso se imaginaba el proletariado romano que Livio Druso era un pelele de los optimates? Claro está que es más que posible que este favor lo hagan de forma inconsciente. La Historia nos da entender qué es lo que puede y no puede ocurrir, y en esto los historiadores golean sin misericordia a periodistas, economistas y sociólogos, con sus números y estadísticas. Una vez más viene a mi mente aquello de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.

Zoe Leiro

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