Cuando durante la pasada campaña
electoral escuché a Rajoy decir que el “PP es un partido serio” me vino a la
mente el refrán castellano del “dime de lo que presumes y te diré de lo que
careces”. Ahora, tras haber sido el partido más votado en los dos últimos
procesos electorales, pero muy lejos de una mayoría que le permita continuar en
el gobierno, necesita pactar con otros partidos para intentar conseguirlo, y no
se le ocurre nada mejor ni más cómodo que pedirle el favor y el apoyo al PSOE,
su principal rival y líder de la oposición.
Para intentar justificar el
despropósito invoca ahora nada menos que algo así como un “gobierno de
salvación nacional” con él de jefe. Invoca también la gobernabilidad de España y
los grandes asuntos de estado que tiene pendientes el país, así como dar
respuesta a la grave situación social y económica por la que atraviesa. La idea
ya trasladada a los grandes medios de comunicación tras los resultados del
20-D, se ha vuelto a reactivar de manera que los principales diarios, radios, y
canales de TV, obedientes siempre al PP, se han puesto manos a lo obra, y la
presión sobre Pedro Sánchez, su ejecutiva, y los dirigentes del PSOE no cesa.
Incluso Rajoy, ha modificado el orden de las entrevistas con los diferentes
partidos, dejando al PSOE para el final y disponer así de más tiempo para el
vapuleo mediático previo. El montaje conlleva envolverse en la bandera de
España y recordar el “sentido de estado” y los grandes valores constitucionales.
Es alucinante. Resulta que hasta
ayer, España había salido de la crisis con las mejores cifras de crecimiento
económico y creación de empleo de Europa. En plena campaña electoral Rajoy se
permitió decir burlonamente ¿Crisis? ¿Qué crisis? ¿Quién se acuerda de la
crisis? y ahora resulta que en tres semanas, la situación es gravísima, tanto que según el
“gran estadista” el país está en situación de emergencia y necesita ese
“gobierno de salvación nacional” como señalan y aplauden también los sumisos
editorialistas y tertulianos de los principales medios de comunicación.
Este nuevo relato/cuento
político, institucional y propagandístico de Rajoy casa muy mal con lo que ha
sido durante décadas una práctica política carente ya no de ese “sentido de
estado” que con absoluto descaro se le exige a otros ahora, sino que además
hemos asistido perplejos e impotentes a los más descarados atropellos y al desprecio
de elementales principios democráticos.
Porque, ahora mismo, cuando estamos
metidos de lleno en el ajo de la formación de un nuevo gobierno, es imposible
ignorar lo que está sucediendo con el todavía Ministro de Interior Jorge
Fernández Díaz y la evidencia de la creación de una llamada “policía
patriótica” encargada de buscar pruebas de delitos contra políticos catalanes,
y en caso contrario de fabricar falsas acusaciones y filtrarlas a los medios de
comunicación. Algo que en cualquier país democrático sería un descomunal
escándalo, pero que en España, extrañamente, “el estadista” Rajoy trata de
ocultar, y sospechosamente ampara y protege.
Recuerdo también cuando el
Presidente Zapatero le pidió una mil veces un acuerdo para la renovación de los
órganos del poder judicial: Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional., y el
propio Consejo General del Poder Judicial ¿Colaboración del PP y de Mariano
Rajoy? Cero. Prefirieron tener estancadas las renovaciones durante años sin
importarles los perjuicios derivados hasta la celebración de nuevas elecciones
que esperaban muy favorables, y entonces imponer mayorías fieles a sus
intereses.
Cuando tras las elecciones
andaluzas y después de meses de negociaciones, votaciones y comparecencias
fallidas, la Presidenta de Andalucía
Susana Díaz sugirió la abstención del PP para posibilitar su reelección, la
carcajada del PP fue inmensa. Durante meses se sucedieron las negociaciones
para evitar la repetición de las autonómicas en Andalucía. Se visualizó ya allí
por entonces un “coincidencia” entre PP/Podemos que algunos llaman “pinza”
contra el PSOE que recientemente se manifestaría en España tras las elecciones
del 20-D.
El Tamayazo. De lo más indecente
ocurrido en la Comunidad de Madrid fue sin duda alguna el llamado “Tamayazo”.
Es decir, la compra de dos diputados electos por el PSOE para que no asistiesen
a la votación de investidura del socialista Rafael Simancas, provocando así la
repetición de las elecciones que propiciarían que la perdedora, Esperanza
Aguirre, resultase luego la elegida.
El golpe de mano en Caja Madrid
que tras el acuerdo PP-IU en los tiempos de Aznar y Julio Anguita, propiciaría la
defenestración de su buen presidente hasta entonces, Jaime Terceiro, y su sustitución por Miguel
Blesa. Abriéndose las puertas a uno de los mayores desfalcos financieros de
España con el llamado “caso Bankia” y la absoluta degeneración y corrupción de
la gestión pública en la mayoría de ayuntamientos de la comunidad de Madrid y en el propio
gobierno autónomo de la comunidad madrileña.
Protegido tras su condición de
Presidente, y por lo tanto superior de los Ministros de Justicia e Interior,
Rajoy se ha permitido decir no saber nada de la financiación ilegal de su
partido, el PP, y del procesamiento de todos sus tesoreros, a pesar de las
abrumadoras pruebas que demuestran la financiación ilegal y la doble
contabilidad. Dice también no saber nada de los casos de corrupción que afectan
a su partido y a altos dirigentes del mismo en numerosos ayuntamientos,
comunidades autónomas y empresas, lo que resulta increíble para cualquier
observador imparcial de los hechos. Una realidad que lejos de ser combatida
para su erradicación está siendo objeto de extrañas actuaciones. Tal como
señalan incluso desde calificados sectores de la derecha española, acabar con
las prácticas corruptas desde las administraciones públicas, requiere un coraje
y una determinación de las que carecen por completo el señor Rajoy y su
gobierno.
Con este panorama, atreverse al
chantaje del o me votáis a mi o repetimos de nuevo las elecciones, es propio de
una persona sin escrúpulos, lo que explica el rechazo por parte todos los
partidos menos por el suyo. Rajoy tiene derecho a intentar ser investido y
formar gobierno, pero si por segunda vez no lo consigue, que no trate de culpar a la oposición y a los electores de
su incapacidad y que se vaya para casa. Sería lo mejor para el país.
Xesús Mosquera Sueiro / 2 de
Julio de 2016
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