domingo, 25 de septiembre de 2016

El fin de la ilusión



Cuando yo era niño me referí una vez a la ilusión, pero en realidad –según me explicó mi padre- debí de haber dicho esperanza. Yo creo que la izquierda gallega (la política y la sociológica) tenía más ilusión que esperanza antes de las elecciones que, una vez más, ha ganado el Partido Popular. Tantas primarias, búsqueda de candidatos insospechados, improvisaciones, conejos sacados de la chistera, para nada.

No sé si, como viene siendo norma, los diversos partidos de la izquierda en Galicia volverán a no querer ver que el país tiene un problema y que dichos partidos son parte del problema, por lo menos mientras no se pongan a pensar seriamente, dando la máxima participación a la gente, sobre las causas que llevan a estas situaciones. La mayor parte de los gallegos son propietarios de algo, la mayor parte tienen una visión individualista de la vida, la mayor parte de ellos son conservadores, la mayor parte no son nacionalistas… En mi opinión no queda otro remedio que armarse de esfuerzo y empezar una labor misionera, que no se ha hecho desde hace mucho tiempo, donde en vez de peleas internas estériles y estúpidas, se busque en la gente la empatía porque se presentan las mejores propuestas para Galicia y por las personas más capaces.

Por lo que respecta al Partido Socialista creo que hubiera sido mejor candidato el señor Méndez Romeu, pero esto es una opinión y no tiene mayor valor. Sin embargo, el Partido Socialista siempre se ha empeñado en cambios muy poco reflexivos: cuando tuvo la oportunidad de disponer del mejor candidato que ha tenido nunca, el de un exitoso alcalde de A Coruña, este prefirió enrocarse en la púrpura y la exclusividad de su persona, lo que le invalidó definitivamente. No sé si se ha ofrecido por quien puede hacerlo la candidatura  a don Xerardo Estévez, porque creo que sería un muy buen candidato. Recuerdo al señor Barreiro Gil que, además de brillante, conoce bien los problemas de Galicia y tiene experiencia política como senador…

Podríamos seguir poniendo ejemplos de candidatos con más fuerza, capacidad de comunicación y liderazgo, pero como no están en la “nomenklatura” se prescinde de ellos, y no está el Partido Socialista de Galicia para prescindir de nadie. Tantas peleas, dimes y diretes, voceros, enfados, protestas, para nada. Ahora podrán agradecerle al señor marqués del Fragoso (el exitoso alcalde vigués) el gran favor que ha hecho al señor Feijóo en contra de su propio partido, que es lo contrario de lo que deseábamos los socialistas. Igual podríamos decir de otros que, con tal de asegurar su exitosa candidatura a un escaño, han sacrificado todo lo demás. Así no vamos a ninguna parte.

Parece que los que no estamos en las filas del Partido Socialista no nos enteramos de las cosas, pero sí nos enteramos; sabemos de las debilidades de unos, las mezquindades de otros y los méritos de los más, porque no estar en las filas no significa no estar en la política, en este caso en el sentido menos profesional de la palabra.

Solo me queda decir una cosa: el Partido Socialista, si dependiera de mí, haría más política en la calle y en las aldeas, en los barrios y con los colectivos sociales que en el Parlamento, y en este haría una política autónoma que obedeciese a las señas de identidad del socialismo hoy, sin concesiones a esa cosa llamada Marea y a ese periclitado nacionalismo que tiene más moral que el Alcoyano: ¿a quien se le ocurre proponer nacionalismo en un país que no es nacionalista?

L. de Guereñu Polán.

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