miércoles, 19 de octubre de 2016

La "cultura" del PSOE

Dice don Javier Fernández, presidente de la Comisión Gestora del PSOE, que consultar a los militantes no está en la “cultura” de dicho partido. Tampoco estaba corromperse hasta los huesos por altos cargos y responsables públicos hasta hace unos años y sin embargo esa cultura ha cambiado; sí formaba parte de la cultura del PSOE que sus responsables políticos dimitiesen cuando defraudaban a la población o no daban solución a los problemas planteados: así lo hizo Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto, Largo Caballero, José Borrel y otros muchos, pero no el pontífice Felipe González, a pesar de que a finales de los años ochenta pasados ya sabíamos muchas cosas sobre los crímenes de Estado cometidos por los GAL, donde estaban comprometidos funcionarios y altos cargos del gobierno del señor González, pero ¡ay! este no dimitió asumiendo sus responsabilidades políticas, repito, políticas, en relación a aquellos crímenes. Los méritos del señor González han sido reconocidos repetidamente –incluso por mí- y no es este el lugar de recordarlos.

No estaba en la cultura del PSOE las elecciones primarias y ahora todo el mundo se abona a ellas. Ya se ve como la cultura de un partido, sus usos y costumbres, pueden cambiar para bien o para mal. En el caso de para mal forma parte de la cultura del PSOE, como en la de cualquier otro partido, conspirar para derribar a un Secretario con el cual se han compartido acuerdos y se han tomado decisiones solo unas horas antes. Esto ha ocurrido muy recientemente, una vez más, escandalosamente, con el concurso esmeradísimo de don Javier Fernández. Me lo imagino con sus silencios, sus murmullos, las carreras nerviosas de personajes que pocos hubieran podido sospechar el día anterior, las secretas reuniones de incógnito, los mensajes cifrados, las visitas furtivas y los rumores de todo tipo.

Imagino a don Javier Fernández con la vista puesta en Sevilla, capital de España por unas semanas, recibiendo frenéticamente llamadas telefónicas desde Valencia, Zaragoza, Mérida y otras ciudades. Me lo imagino llamando a él una y otra vez a doña Susana Díaz, escuchando sus requerimientos, sus propuestas, las cuitas que nunca expresó abiertamente allí donde estaba llamada a hacerlo, los órganos de dirección del PSOE.

En la cultura del PSOE estaba celebrar congresos por medio de delegados que votaban, con una sola cartulina, con una sola voz, la pretendida voluntad unánime de los militantes de una federación, cuando en realidad esa voluntad era plural, matizada y rica. Don Felipe González ganó no pocos congresos socialistas por este poco edificante procedimiento. Ahora la cultura del PSOE, por fortuna, ha cambiado: hay elecciones primarias. ¿Por qué no consultar a los militantes cuando la controversia es honda y la gravedad del asunto lo merece? No se trata de generalizar ese procedimiento, que rompe con el principio de la democracia representativa que el PSOE ha ayudado a establecer, sino de abrirse a nuevas formas que se van a imponer se quiera o no.

En la cultura del PSOE estaba el trabajo sindical y ahora brilla por su ausencia; estaba la disciplina y la discusión discreta y ahora se airean acusaciones y voceríos. El señor Sánchez puso en funcionamiento el mecanismo de la conspiración –en la peor tradición de los partidos políticos- cuando apeló a una posible consulta a los militantes para una decisión trascendente. ¿Cómo se iba a restar poder a los mandamases de Extremadura, Aragón, Valencia, Andalucía o La Mancha? De eso nada. La ambición, propia de la naturaleza humana, se convierte en vicio cuando se alcanza por medios ilícitos, cuando se apela a supuestos argumentos falaces, cuando se pone como disculpa la “cultura” de un partido, su tradición, con unos fines que son distintos a los del bien del país.

L. de Guereñu Polán. 





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