Creo que tras los acontecimientos
que estamos viviendo en el seno del PSOE, sobre todo a partir de lo ocurrido en
el Comité Federal del pasado día 1 de octubre, y la rebelión posterior contra
la gestora elegida y su objetivo de conseguir el asentimiento para una
abstención del partido que posibilite la elección de Mariano Rajoy y su
consigna expresa para que tal decisión no se consulte a la bases del partido,
puede acabar convirtiéndose en el detonante de una crisis de profundo calado y
consecuencias imprevisibles.
Además, suceden los hechos cuando
en paralelo se está celebrando el juicio de la Gurtel, con la cúpula dirigente
del Partido Popular en el banquillo, el propio partido imputado por
financiación ilegal, y un espectáculo televisivo diario que ofrece a la opinión
pública un escándalo descomunal, con Mariano Rajoy de principal protagonista y
un PSOE silente con un presidente de la gestora afirmando que “la corrupción no
puede convertirse en barricada para negociar”.
Lo ocurrido el día 1 de octubre,
y la maniobra previa de forzar la dimisión de la mitad más uno de los miembros
de la ejecutiva federal, y el posterior linchamiento de Pedro Sánchez (el único
secretario general del partido elegido en primarias), es el síntoma de un mal
profundo que se ha venido gestando en el seno del partido socialista a lo largo
de los últimos años. No se trata de programas y de alternativas a la compleja
sociedad actual, que de eso hay. Se han roto las normas más elementales, y se
ha hecho el mayor de los ridículos por parte de un partido que se dice “serio”
y “dispuesto a gobernar”. La decepción para militantes, simpatizantes y
votantes ha sido descomunal, tal vez de consecuencias ya irrecuperables. ¿Donde
están los principios socialistas? ¿Acaso los hay o los hubo y se han ido
diluyendo durante los últimos años? ¿Son conscientes los ejecutores del “golpe”
de la gravísima dimensión y consecuencias de sus actos?
Un modelo organizativo basado si,
ciertamente, en el “baronazgo” ya sea de primera, de segunda o de tercera,
puesto en crisis por las primarias y por los que tras ser elegidos democráticamente
por los militantes se niegan a aceptar las imposiciones de estos barones,
llevaba años acumulando contradicciones y ahora ha estallado. Una elite dirigente,
gris, incapaz a los ojos de muchos de dejar de mirarse continuamente su ombligo, atrapada en sus propios intereses y
los de sus validos, va de torpeza en torpeza buscando chivos expiatorios para
sus propios y continuos errores. El recurso al navajeo más feroz, al todo vale,
a la insidia y la mentira, ha dejado helados a miles de socialistas españoles.
Al fondo, un país tocado, sumido
desde hace años en una crisis económica y social de la que tardará muchos años
en salir, y a la que se suma ahora una crisis política que se agrava día a día,
de alcance insospechado y desenlace incierto, con un partido socialista que
desde el año 2008 ha perdido más de seis millones de votos y 84 diputados.
¿Qué está pasando? ¿Es el fin del
PSOE como auguran algunos? Del PSOE espero que no, porque es un partido
centenario con profundas raíces en la sociedad, que ha vivido casi todos los
grandes acontecimientos históricos de España a lo largo de cerca de siglo y
medio. Pero será el fin de muchas cosas, y a pesar de las apariencias tras lo
ocurrido las últimas semanas, el reflejo de los estertores de un modelo y una
época: el Felipismo.
Xesús Mosquera Sueiro / 17 de
octubre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario