viernes, 9 de diciembre de 2016

Cuba



Los cubanos son un pueblo con mala suerte, aunque supongo que lo mismo que otros muchos. Sufrieron primero la explotación de la burguesía española que se enriqueció y apoderó de sus instituciones coloniales produciendo azúcar y vendiéndola a medio mundo, pero con el trabajo de los cubanos y de los mambises. Luego sufrieron la explotación de las empresas norteamericanas, que no dejaron a los cubanos elegir su destino, aunque no pocos (sí pocos en términos absolutos) quisieron la unión de Cuba a Estados Unidos.
                                                  
Los cubanos sufrieron guerras que no provocaron ellos, muertes y represión que sí provocaron algunos de ellos, regímenes liberales e incluso democráticos que no lograron modernizar el país, dictaduras corruptas que lo hundieron moralmente, aunque en algunos momentos propiciaron cierta estabilidad económica.

Me ha llamado siempre la atención el hecho de que en Cuba se tenga a Castro como el gran personaje de su historia, cuando hay otros que le aventajan en todos los sentidos: supongo que mucho de esto habrá sido cosa de la propaganda y los medios del régimen que aún perdura. José Martí, sin ir más lejos, sí es un héroe nacional, verdadero romántico, luchador, desinteresado, sin apego al poder, cayó en el campo de batalla y, curioso, preparó su insurrección, que era la de muchos cubanos, desde Estados Unidos, pero no en connivencia con sus gobiernos. Félix Varela, antes que Martí, es otro de los patriotas que debieran tenerse muy por encima de los mandamases del régimen actual en Cuba; tuvo arrestos para enfrentarse a las autoridades coloniales españolas y terminó muriendo en el exilio.

Podríamos citar a otros pero no es el caso; el pueblo cubano tiene muchos ejemplos de abnegación, entrega y patriotismo, pero no creo que el más claro y meritorio sea el de los Castro. Estos sí fueron, junto con otros, verdaderos héroes cuando hicieron la revolución de los años cincuenta pasados, cuando expulsaron a los corruptos funcionarios del régimen de Batista, cuando decidieron que habría de ser el Estado cubano el que administrase la economía de la isla. Pero cuando Castro y parte de su familia, sus más allegados –que no todos fueron los que hicieron la revolución- se aferraron al poder, se hundieron en el descrédito. Mantuvieron a los cubanos alejados del mundo, engañados, creyendo que la Unión Soviética primero, la Venezuela populista después, eran la solución, cuando tal cosa ha resultado, y muchos cubanos lo advirtieron, un fraude.

Nadie puede negar los logros en materia sanitaria a favor de los cubanos conseguidos por el régimen actual, y la plena escolarización, otra cosa es la libertad de cátedra, que no existe en Cuba… Pero los 18.000 dólares “per cápita” que la ONU reconoce a Cuba ¿cómo están repartidos? Muy mal: los cubanos viven al año con unos pocos dólares y el resto se reparte entre la burocracia del Estado y los funcionarios del régimen, desde los más encumbrados hasta la red de espías que los Castro han establecido en el país desde los años sesenta: en los barrios, en los pueblos, en las ciudades, en los puertos, en los campos y las villas, en las zonas serranas y en las costeras.

Porque si la revolución hubiera sido un éxito, esos 18.000 dólares “per cápita” estarían bien repartidos e imagínense lo que significaría de renta para cada cubano, su nivel de bienestar más allá de lo que el Estado es capaz de dar como servicio público. No es así y la revolución cubana, como antes otras en Rusia, China, Vietnam, etc. han fracasado terminando como el rosario de la aurora, por no hablar de los derechos civiles, de la libertad e expresión, de la libertad de prensa, de la persecución a los disidentes, los cuales eran para el régimen de los Castro agentes de la CIA, como para Franco eran todos comunistas. Hay más: crímenes inconfesos pero por todos conocidos, fusilamientos sumarísimos, sin garantías, para acabar con quien no interesaba… aunque dichos crímenes no puedan compararse nunca con los de las dictaduras de otros signos que hemos conocido.

¡Que lástima no haber recuperado la Constitución cubana de 1940! ¡Que ocasión para que Fidel Castro, ahora ya pasto de la tierra, si se hubiese retirado a lo largo de los años sesenta, dejando un país en manos de quienes los cubanos hubiesen elegido, incluso propiciando que el camino a seguir estuviese a salvo de los depredadores en connivencia con el vecino del norte!

Cuando yo era joven se me decía –desde posiciones de izquierda- “es que amenaza la - Coca Cola a Cuba…”, “es que la cultura china no aspira a la democracia como en occidente…”. Falacias. Todo pueblo, llegando a un grado de madurez, aspira a lo mismo, a ser dueño de su destino, a que no se le engañe, a que no se le creen mitos que a la postre mueren. Si Castro está hoy en la cúspide de la fama en Cuba es por haberse eternizado por la fuerza en el poder; pero la altura moral corresponde a otros, de igual manera que un Franco en España puede haberse aferrado al poder durante cuatro décadas, pero tenemos referentes históricos que le superan con creces: los Jovellanos, los Cánovas, los Azaña… los Martí, Varela, Maceo…

L. de Guereñu Polán.

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