Desde hace años, en este mismo medio,
he reflexionado sobre hacia donde marcha la U.E. y Europa, terminaba en 2015 con una pregunta ¿Mis nietos seguirán viviendo en una Europa en paz?
A la vista de los
acontecimientos recientes, las preguntas sobre el futuro de la UE, y como
consecuencia del conjunto de Europa, ya se deben situar en el tiempo de los
hijos, e incluso en el de los que ya
superamos la edad de jubilación.
Comencemos por la metáfora, contaba Kierkegaard
que un circo comenzó a arder. El empresario, no teniendo otra persona más a
mano, envió al payaso a comunicar a los asistentes el suceso. Pero el público,
al oír la trágica noticia de labios del payaso, creyó que se trataba de una
bufonada más y no abandonó el recinto. El incendio se extendió, y buena parte del público pereció, víctima de
una mentalidad sin la agilidad e inteligencia necesarias para escuchar un
mensaje y entenderlo.
El fenómeno del aislamiento con los de
la propia tribu, como solución a todos los problemas, y el peligro que implica
el surgimiento de partidos políticos que explotan el nacionalismo frente a la idea de
unidad, favorecen la intolerancia frente a ideologías, credos y razas, y se
termina censurando y persiguiendo todo lo que no encaje dentro de su esquema
ideológico.
Este fenómeno de aislamiento político
que se conoce como nacionalismo, y estuvo en la base del estallido en Europa de la
Primera Guerra Mundial y también de la Segunda. Por cierto, el aspecto del
pregonero del mensaje, en el que se anunciaba el gran incendio de Europa
(Hitler), muchos lo consideraron tan ridículo como el del payaso de
Kierkegaard, y la mayoría del público tampoco entendió el mensaje, es más puso
al pregonero al mando con sus votos.
Para evitar que el público
europeo fuera otra vez cliente de ese tipo de mensajes, aceptando y votando a
sus valedores, y convirtiendo así, por
enésima vez, a Europa en un escenario, en el que el espectáculo resulta ser una
violenta hoguera, en la que los estados se agreden sin límites, algunos
pensadores visionarios intentaron una creación,
que tuvo y aún tiene (o debería tener) como primer objetivo salvar a la
propia civilización europea del colapso, al que se vio abocada por las
continuas guerras entre vecinos, la Comunidad Económica Europea, de la que
devino la actual Unión Europea.
Según Toynbee al colapso de una civilización se
llegaría por la incapacidad de las instituciones de dar soluciones a los problemas
de sus ciudadanos, lo que favorecería la desintegración y un cisma en el cuerpo social, cuerpo social
que se fracciona en una minoría dominante, un proletariado interno y un
proletariado externo. Del avance de los partidarios de la desintegración
de la UE dan fe el Brexit , el incremento de los votos de los partidos anti
europeos y xenófobos, incluso su acceso a gobiernos como los de Polonia o
Hungría, el último Italia, los roces con un aliado como Turquía, o las posiciones del nuevo
presidente de EEUU. De la aparición de otros factores, también
estudiados por Toynbee, como el fraccionamiento del cuerpo social en una
minoría dominante (hoy mayoritariamente especuladores y financieros); un
proletariado interno, producido y ampliado por las políticas austericidas,
generadoras de parados, estafados, desposeídos de vivienda y servicios
públicos, explotados laborales, dependientes privados de ayuda, etc. Y de un proletariado externo, que hoy se
cuenta en millones de migrantes presionando sobre las fronteras, basta
confirmar su existencia en las cabeceras diarias de todos los medios de
comunicación.
Por si no fueran suficientes
los avisos externos, como el nuevo que ha estado a punto de generarse en
Austria este domingo, aquí, en España, se sigue jugando a fraccionar, en base a
nacionalismos que disimulan la simple demanda de exclusividad para la
depredación en un territorio determinado, e incluso fuerzas que se
autoprocalaman progresistas, invitan al juego de la ruleta rusa de los
referéndum, que rompen sociedades consolidadas en convivencia pacífica durante
décadas.
A riesgo de que me hagan el
mismo caso que al payaso de Kierkegaard, yo aviso, hay un incendio que amenaza
con arrasar la sociedad en la que se consiguió el mayor grado de libertad y
bienestar, para una gran mayoría. Y los cuatro factores para que se produzca
están presentes y próximos. El combustible; la desigualdad; el comburente: la indignación creciente; la
energía de activación los discursos aislacionistas y xenófobos; y la reacción
en cadena: las decisiones de los gobiernos mal llamados populistas.
Diciembre de 2016
Isidoro Gracia
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