miércoles, 27 de septiembre de 2017

Antes del 1 de octubre



Duelo a garrotazos, de Goya
Estas líneas han sido escritas hace varios días, pero las publico ahora, cuando falta muy poco para el 1 de octubre porque es la fecha elegida por las máximas autoridades de Cataluña para que tenga lugar una votación a la que llaman referéndum sin serlo. Y no lo es porque un referéndum solo lo puede convocar quien está autorizado para ello, según nuestra Constitución el Jefe del Estado a propuesta del Presidente, autorizado por el Congreso. Yo no puedo convocar un referéndum porque no estoy facultado para ello, y en esto el señor Puigdemont tiene tanto poder como yo, en otras cosas, mucho más.

Tenemos la mala suerte de un gobierno sitiado por mil errores y vicios, presa de políticas que favorecen solo a unos pocos, pero es el Gobierno y, hoy por hoy, no hay otro. Tenemos la mala suerte, también, de que las máximas autoridades de Cataluña, entre las que están personas verdaderamente descerebradas, quieren llevar a su país a la ruina (objetivamente hablando). ¿No sería mejor que los partidarios de la independencia de Cataluña, que están en su derecho de perseguirla, iniciasen los tratos para reformar la Constitución española, en lo cual habrían de tener socios? Por ejemplo el artículo 2º, que habla de la indisoluble unidad de España. ¿Cómo permitir que no se acate la Constitución que han votado los catalanes? ¿Cómo permitir que no se acate el Estatuto que han votado los catalanes? El propio Estatuto catalán establece la fórmula para su reforma, pero se elige vulnerarlo, como así mismo la Constitución.

Sabemos que en las Constituciones se utilizan términos maximalistas que luego pueden no responder a la realidad (el derecho al trabajo, a la vivienda…) y que el territorio que ahora forma España pudiera no serlo en el futuro, nada es eterno. Hubo un tiempo en el que España no existía y puede que llegue un lejano tiempo en el que tampoco exista. Pero mientras exista, no queda más remedio que hacer el cesto con los mimbres de que se dispone, y esto es un principio elemental de la política. Ningún revolucionario ha triunfado para hacer su revolución sin contar con la realidad; si se equivoca en el análisis de la realidad está construyendo castillos en el aire.

Un partido minoritario en España (CiU, ahora PDCAT) y minoritario en Cataluña, se ha unido a otros dos minoritarios por sí solos para formar una mayoría parlamentaria que no se corresponde con la mayoría social, por la sencilla razón de que la participación en las elecciones autonómicas es relativamente baja (mucha gente no vota y de su voluntad no se puede apropiar nadie).

Si como digo, los partidarios de la independencia consiguieran reformar la Constitución española (algo que ahora hasta el partido del Gobierno dice estar dispuesto) se abrirían una serie de posibilidades a la discusión –en la discusión no valen cerrazones, hay que dar razones, que es otra cosa- y andar un camino hacia un tipo de estado que alentase a los independentistas a conseguir sus objetivos. Objetivos que seguramente tendrían que quedar pendientes, pero no necesariamente renunciar a ellos. En aquellas negociaciones constitucionales Cataluña, como otras comunidades de España, tendrían la ocasión de poner sus premisas y exigencias y llegar a acuerdos políticos; entiéndase lo de políticos en el sentido de que no colmarían los deseos de nadie, pero sí podrían satisfacer relativamente a todos.

Lo del día 1 –me atrevo a decirlo por anticipado- será el hazmerreír de medio mundo (porque el otro medio no ha oído hablar de Cataluña) pero traerá problemas de orden público, resentimientos y división más allá de la que existe en una sociedad marcada por el mal reparto de la riqueza. Enderezar todo esto es misión de los responsables públicos, que no sé si estarán a la altura de las circunstancias, y desde luego no lo estám el actual Presidente del Gobierno y el Presidente catalán, dos descerebrados. ¿Podrían arrastrarlos otros partidos a posiciones políticas y a abandonar el anticatalanismo de que ha hecho gala la derecha tradicional en la historia de España? ¿A abandonar el camino de la ilegalidad que tiene sus precedentes en 1934? Los partidos nuevos tampoco permiten ser optimistas, pero el día 2 de octubre se abre una etapa, una oportunidad de oro para el futuro de España. Los independentistas deben saber que retar a un Estado es absurdo por los inmensos resortes que este tiene; los que administran el Estado deben ser menos reaccionarios, menos simples, y comprender que hay problemas difíciles que no se solucionan con bravuconadas.

Puede haber incluso males colaterales tras el 1 de octubre si la actuación del Gobierno se sale de lo que el PSOE y otros partidos puedan aceptar: que se dividan como consecuencia de la no asimilación del grave problema político e institucional que vive España. Lo que me importa a mí es el PSOE, que no está soldado como debiera, pues acontecimientos recientes no han sido asimilados por peligrosos personajes de gran influencia en algunos territorios.

¿Podría ser el camino para una solución la convocatoria de elecciones anticipadas en España y en Cataluña, donde los dirigentes respectivos no fuesen los actuales, ineptos para problemas tan complejos como el que tenemos? A medio y largo plazo, creo que sería la política acertada.

L. de Guereñu Polán.

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