El problema del déficit hídrico
en España se remonta a siglos, cuando fue necesario alimentar a una creciente
población urbana que no basaba su economía en el sector primario. Los
ilustrados españoles vieron este problema y aportaron algunas interesantes ideas
que quedaron en el olvido, pues faltaba lo esencial, cambiar el régimen que
allegase los recursos necesarios para hacer posible aquellas ideas. Los
liberales de un signo u otro, en el siglo XIX, también fueron conscientes de
este problema, y a finales de la centuria hubo interesantísimos estudios de
repoblación forestal en algunas regiones de la España seca, la mayor parte
de ella.
Pero ahora nos encontramos en el
siglo XXI y España sigue teniendo el problema planteado al principio, a pesar
de los esfuerzos durante la dictadura de Primo, la
II República y los planes de regadíos del
franquismo, en realidad puesta en práctica de los de los regímenes anteriores y
que interrumpió la guerra civil.
Dos medidas –fundamentalmente- se
han querido poner en práctica: los trasvases hídricos de unas cuencas a otras,
con los efectos ecológicos que ello trae consigo, y las plantas de
desalinización, con el coste que ello representa. Viendo un mapa hídrico de
España se observa que solo Galicia, el Cantábrico, los Pirineos centrales y
occidentales, la parte occidental del Sistema Central y la sierra de Grazalema,
registran lluvias suficientes para llevar a cabo una agricultura de secano,
pero el agua estacional no se utiliza solo en la agricultura, sino para otros
muchos fines.
Algunas comarcas de la cuenca del
Duero presentan características de aridez, así como en La Mancha, la depresión del
Ebro y todo el sudeste. Obviamente, España no cuenta solo con el agua
estacional de lluvia para sus necesidades: están los ríos, los lagos y los
acuíferos, sobre todo, pero estos últimos deben ser tenidos como una reserva
ecológica, como un tesoro, pues en algunos casos ya se han dado
sobreexplotaciones y contaminación. Resulta paradójico que ríos con grandes
caudales, como los que nacen en los Pirineos y desaguan en el Ebro, no puedan
ser aprovechados convenientemente y tengamos zonas frutícolas en Aragón y
Cataluña que sufren pérdidas unos y otros años. Lo mismo podríamos decir,
aunque de menor entidad, con los ríos que nacen en la cordillera Cantábrica y
desaguan en el Duero. Los embalses han servido a la industria y al
abastecimiento urbano, pero es evidente que no han dado solución a las necesidades
de agua para nuestra agricultura y ganadería.
Sabemos que algunos problemas no
tendrán solución fácilmente, por ejemplo la irregularidad de las
precipitaciones y los grandes estiajes en las cuencas del sureste, pero hay
algo que ya las Confederaciones Hidrográficas han puesto en práctica desde hace
décadas y que debe ser perfeccionado: la gestión del agua. No tiene sentido que
se permitan urbanizaciones (por llamarles de alguna manera) a donde no va a
llegar el agua para el consumo humano, o llegue pero a costa de grandes
trasvases que afectan gravemente al medio ambiente. No tiene sentido que se
favorezca a ciertas actividades deportivas (golf) mientras no se garantiza el
suministro a la agricultura. Los esfuerzos y las inversiones de muchos
agricultores españoles mediante el regadío por goteo, el enarenado y otras
fórmulas, debe tener recompens que hoy no existen.
Debe tenerse en cuenta que la
agricultura europea –en general- no es competitiva y necesita de fuertes
subvenciones para no desaparecer, pero en los países de la cuenca mediterránea
el problema de la falta de agua agrava el problema. ¿Querrá España depender
agroalimentariamente como ya lo es energéticamente? Sería un suicidio. Si en
algún momento el PSOE volviese a tener responsabilidades de gobierno, espero
que se retomen las políticas de desalinización del agua una vez que los ríos
viertan al mar; es la fórmula más ecológica, la más segura, la que no está a
expensas de la irregularidad estacional de lluvias, la que no afecta al medio
ambiente ni crea tensiones entre ciudadanos de unas regiones y otras.
La derecha ha querido favorecer a
la poderosa huerta valenciana (es solo un ejemplo) a costa del Ebro y del Tajo,
pero lo cierto es que, con ser el interior de España un territorio muy
despoblado demográficamente, tiene un sector agrario importante para su
economía, y los agricultores han hecho verdaderos esfuerzos inversores para
convertir sus campos en regadíos. Sobreexplotar los acuíferos es otra
barbaridad que han sufrido incluso parques naturales como las Tablas de
Daimiel. Urge pensar en los problemas endémicos que tiene nuestro país en
materia hídrica y ponernos a trabajar en su solución, porque un país no puede
ser dependiente de los alimentos que importe, por muy globalizada que esté la
economía. Todavía existen, en todo el mundo, miles de regiones que tienen mercados
pequeños que dan vida a millones y millones de agricultores y ganaderos.
L. de Guereñu Polán.
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