martes, 5 de septiembre de 2017

España seca



El problema del déficit hídrico en España se remonta a siglos, cuando fue necesario alimentar a una creciente población urbana que no basaba su economía en el sector primario. Los ilustrados españoles vieron este problema y aportaron algunas interesantes ideas que quedaron en el olvido, pues faltaba lo esencial, cambiar el régimen que allegase los recursos necesarios para hacer posible aquellas ideas. Los liberales de un signo u otro, en el siglo XIX, también fueron conscientes de este problema, y a finales de la centuria hubo interesantísimos estudios de repoblación forestal en algunas regiones de la España seca, la mayor parte de ella.

Pero ahora nos encontramos en el siglo XXI y España sigue teniendo el problema planteado al principio, a pesar de los esfuerzos durante la dictadura de Primo, la II República y los planes de regadíos del franquismo, en realidad puesta en práctica de los de los regímenes anteriores y que interrumpió la guerra civil.

Dos medidas –fundamentalmente- se han querido poner en práctica: los trasvases hídricos de unas cuencas a otras, con los efectos ecológicos que ello trae consigo, y las plantas de desalinización, con el coste que ello representa. Viendo un mapa hídrico de España se observa que solo Galicia, el Cantábrico, los Pirineos centrales y occidentales, la parte occidental del Sistema Central y la sierra de Grazalema, registran lluvias suficientes para llevar a cabo una agricultura de secano, pero el agua estacional no se utiliza solo en la agricultura, sino para otros muchos fines.

Algunas comarcas de la cuenca del Duero presentan características de aridez, así como en La Mancha, la depresión del Ebro y todo el sudeste. Obviamente, España no cuenta solo con el agua estacional de lluvia para sus necesidades: están los ríos, los lagos y los acuíferos, sobre todo, pero estos últimos deben ser tenidos como una reserva ecológica, como un tesoro, pues en algunos casos ya se han dado sobreexplotaciones y contaminación. Resulta paradójico que ríos con grandes caudales, como los que nacen en los Pirineos y desaguan en el Ebro, no puedan ser aprovechados convenientemente y tengamos zonas frutícolas en Aragón y Cataluña que sufren pérdidas unos y otros años. Lo mismo podríamos decir, aunque de menor entidad, con los ríos que nacen en la cordillera Cantábrica y desaguan en el Duero. Los embalses han servido a la industria y al abastecimiento urbano, pero es evidente que no han dado solución a las necesidades de agua para nuestra agricultura y ganadería.

Sabemos que algunos problemas no tendrán solución fácilmente, por ejemplo la irregularidad de las precipitaciones y los grandes estiajes en las cuencas del sureste, pero hay algo que ya las Confederaciones Hidrográficas han puesto en práctica desde hace décadas y que debe ser perfeccionado: la gestión del agua. No tiene sentido que se permitan urbanizaciones (por llamarles de alguna manera) a donde no va a llegar el agua para el consumo humano, o llegue pero a costa de grandes trasvases que afectan gravemente al medio ambiente. No tiene sentido que se favorezca a ciertas actividades deportivas (golf) mientras no se garantiza el suministro a la agricultura. Los esfuerzos y las inversiones de muchos agricultores españoles mediante el regadío por goteo, el enarenado y otras fórmulas, debe tener recompens que hoy no existen.

Debe tenerse en cuenta que la agricultura europea –en general- no es competitiva y necesita de fuertes subvenciones para no desaparecer, pero en los países de la cuenca mediterránea el problema de la falta de agua agrava el problema. ¿Querrá España depender agroalimentariamente como ya lo es energéticamente? Sería un suicidio. Si en algún momento el PSOE volviese a tener responsabilidades de gobierno, espero que se retomen las políticas de desalinización del agua una vez que los ríos viertan al mar; es la fórmula más ecológica, la más segura, la que no está a expensas de la irregularidad estacional de lluvias, la que no afecta al medio ambiente ni crea tensiones entre ciudadanos de unas regiones y otras.

La derecha ha querido favorecer a la poderosa huerta valenciana (es solo un ejemplo) a costa del Ebro y del Tajo, pero lo cierto es que, con ser el interior de España un territorio muy despoblado demográficamente, tiene un sector agrario importante para su economía, y los agricultores han hecho verdaderos esfuerzos inversores para convertir sus campos en regadíos. Sobreexplotar los acuíferos es otra barbaridad que han sufrido incluso parques naturales como las Tablas de Daimiel. Urge pensar en los problemas endémicos que tiene nuestro país en materia hídrica y ponernos a trabajar en su solución, porque un país no puede ser dependiente de los alimentos que importe, por muy globalizada que esté la economía. Todavía existen, en todo el mundo, miles de regiones que tienen mercados pequeños que dan vida a millones y millones de agricultores y ganaderos.

L. de Guereñu Polán.


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