viernes, 22 de diciembre de 2017

LA POLÍTICA ¿ARTE DE LO POSIBLE O ARTE DE LO SENCILLO?



Interpretar la política no es algo nuevo, como tampoco lo son los recelos que inspira en algunos casos. Desde Aristóteles a Maquiavelo pasando por Gottfried Leibniz, Bismarck y muchos otros en épocas distintas y escenarios diferentes, se les atribuye calificar la política como arte de lo posible… Incluso se llega en algún caso a perfeccionar la frase definiéndola como el arte de hacer posible lo necesario para una comunidad. La vinculación entre posible y necesario, es aporte de racionalidad en pro de acciones concretas más allá de proclamas declarativas o ilusorias. Lo necesario,  es la cruel realidad en que se estrella la atopia, y que exige no diluirse en ella
Cuando renacen los exegetas de los valores eternos y los principios inamovibles, un baño de realismo es tan urgente como una mirada a la historia. Leyendo con interés el pasado, de dónde venimos, es más fácil dibujar el futuro y tener conciencia de que nada es eterno en política. Algo que una simple mirada a nuestra alrededor hace tomar conciencia de ello. Nada es inmutable. Ni relaciones sociales, hábitos, actitudes, fronteras o comportamientos económicos...
Con cierta malevolencia se dice  que aquel que no se atreve a ser inteligente, se hace político. Y también ha calado en el ánimo ciudadano que son demasiados presuntos estadistas vocacionales  que la practica profesionalizada de la política ha degradado convirtiéndoles en “políticos” Gentes que cuanto más oscuros son los designios que albergan más rimbombante se hace la honorabilidad de su lenguaje.
Groucho Marx, con su peculiar ironía define a la política “como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Aunque fuera concebida como ironía encaja tristemente con los modos a que nos ha condenado la praxis política. Tras una larga vida sin democracia algunos políticos y algunas de las políticas realizadas, parecieran encaminadas a intentar demostrarnos que con la democracia no se come. Nada nuevo, pues era de uso común entre los reaccionarios de los años treinta decir “tenéis hambre, comed Republica”. Lo dicen quienes manejan los negocios públicos como un cortijo, su cortijo, cuyo mantenimiento pagan los menos favorecidos, siempre en exclusivo beneficio de los que consideran superflua la democracia. Gentes a las que esta incomoda seriamente, porque representa la necesidad de contar con las opiniones ajenas. Y sobre todo porque pone en valor las energías y criterios de los silentes.
La muestra perfecta es la práctica política en España. Convertida  en un arte complicado, ejercido con soberbia, frustrante por la corrupción que la asfixia y la incapacidad de gestión demostrada en los últimos años. Donde una larga travesía del desierto de no previsible final, muestra con agravio como los que debieran ser alejados del poder por higiene pública, se mantienen imperturbables, porque frente a ellos solo una cohorte de sentimientos fracturados y parcelados más atentos a su minifundio ideológico que al interés común, incoherentes con su prédica, son incapaces de ofrecer otro horizonte. Ignorando con ello, que corren tiempos de cambio de ciclo. y de lenguaje. Aferrados con miopía suicida al suceso de las próximas elecciones ignoran el suceso de las próximas generaciones. Algo que tiene un triste contrapunto. Gentes que saltan de felicidad cuando gana su partido las elecciones, obviando que está plagado de corruptos, quizás sin saber que con ello se hacen cómplices de su destino. Debieran caer en cuenta que quien vota a ladrones, hiciera bien por economía de esfuerzo, entregarles la llave de su casa, mientras votan alegremente a los usureros  para que los saquen de su deuda.
  Rousseau  advierte juicioso, “la democracia perfecta sólo puede existir en una sociedad de ángeles” La política es un acto de equilibrio inestable entre la gente que ansía espacios distintos y aquellos que se los niegan. Y en la que cuando crees has encontrado las respuestas resulta que han cambiado la pregunta. Por ello, cuando se dice que la política es el arte de lo posible, el subconsciente alerta de la tentación de creer que más bien es el  arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, en un intento de engañar al pueblo un tiempo y si es posible todo el tiempo.
Sería interesante que la política dejase de ser un laberinto reservado al alcance de presuntos iniciados y fuese llanamente el arte de lo sencillo, de la búsqueda por gente normal de soluciones  para gentes normales que ansían vivir  con sosiego y dignidad. Que la política sea el arte de encarar los problemas con coraje, enfrentando con optimismo las dificultades, y asumiendo los logros con humildad. Un espacio limitado en el tiempo para sus actores. Y donde la corrupción, su menor atisbo, indique la puerta de la calle al corrupto eliminándolo definitivamente del servicio público. Donde los partidos sean herramienta, no prepotencia.
 La política entendida como arte de lo sencillo. Simplemente, del cumplimiento del contrato social entre electores y elegibles, sin subterfugios de letra pequeña….

 ANTONIO CAMPOS ROMAY

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