viernes, 8 de diciembre de 2017

Tras el 21-D


Bella imagen de la Cataluña independentista

Si las elecciones del 21 de diciembre en Cataluña dan un resultado favorable a las candidaturas independentistas, el gobierno que se forme –si se ponen de acuerdo todos los de dicha familia, lo que está por ver- tendrá que cumplir la ley, porque de lo contrario se volverá a la situación que, lamentablemente, hemos vivido. Estos independentistas no tienen la mayoría suficiente para una insurrección que les lleve a un estado nuevo. Si la mayoría es para los no independentistas (incluyo aquí, porque creo que debe hacerse, a los seguidores de la alcaldesa de Barcelona y del señor Domènech) creo que no sería imposible la fórmula ya ensayada para España por el señor Sánchez de una coalición entre socialistas, “comunes” y Ciudadanos (se necesitaría el apoyo parlamentario del Partido Popular, que en ocasiones podría ser de Esquerra). Difícil en todo caso porque no se ve que, salvo el señor Iceta, se razone en Cataluña. Este último sería, para los otros dos “socios”, el único asumible como Presitent.

El acuerdo de gobierno tendría que ser de mínimos, renunciando cada parte a maximalismos que solo se pueden imponer cuando se goza de mayoría o el gobierno es homogéneo. A la espera estarán siete millones de catalanes que, en su mayoría, quieren ser gobernados como un país europeo que forman, con racionalidad, cerebro y tacto. El programa de gobierno debiera contemplar lo obvio, el cumplimiento de la ley, además de unos Presupuestos que diesen confianza al capital (¡o tempora, o mores!), que propiciasen el empleo, ahora que la coyuntura internacional es favorable, en políticas sociales que han estado ausentes desde la caída del “tripartito” y poco más. Antes estaría el reparto de carteras, otro problema, porque todos querrán Hacienda, Educación, Cultura…

Todo lo anterior puede ser de una ingenuidad impagable si no tenemos en cuenta que el señor Domènech no es el señor Turrión, campeón este último del estrellato y de la comedia, y que la señora Arrimadas puede haber comprendido que la fuerza del independentismo es importante y no todo se puede traducir en recentralización; la moralización de la vida pública, emponzoñada por los sucesores del señor Mas, es otro imperativo irrenunciable y que podría servir de sutura. En todo caso se necesitaría, por los partidos que aquí se llaman al acuerdo, una altura de miras que está por ver la tengan. Ese hipotético gobierno tendría que ponerse a hacer políticas pegadas al terreno, que se notasen a corto y medio plazo, y posiblemente no llegase a agotar una legislatura completa. Pero desde el Gobierno se pueden allegar apoyos en forma de votos para futuras elecciones, y el Estado debiera dar cobertura –sin privilegios, pero escuchando demandas justas- a dicho Gobierno.

Ha comenzado la campaña electoral y veo que solo los partidos no independentistas, salvo el PP, están intentando romper la dialéctica actual cambiándola por propuestas sociales que son las que pueden mejorar las condiciones materiales de la gente, aunque con diferencias según se trate de unos (la izquierda nacional) y otros. Por ahí deben ir los tiros. Lo malo es que España se encuentra gobernada por unos indeseables que gobiernan porque todos los demás lo han permitido: no olvidemos que los de Ciudadanos cambiaron su voto después de haberlo dado al PSOE, los otros no votaron al candidato Sánchez y los seguidores de este permitieron con una abstención que el jefe de los forajidos siga gobernando. Y lo paradójico (y la política nos lleva a estos casos) es que el PSOE haya tenido que apoyar la legalidad (art. 155 de la Constitución) en ayuntamiento, matizadamente, con el forajido mayor. Con tales mimbres es difícil moralizar la vida pública del país y Cataluña podría ser la primera en iniciar esa política tan necesaria para todo lo demás.

No veo otra solución razonable para los intereses comunes que la expuesta, pues la señora Arrimadas no puede pretender el apoyo del señor Iceta si aquella hace piña con el PP. El señor Domènech podría plantearse ver los toros desde la barrera apoyando al PSC en unas cosas y a Esquerra en otras, pero ¿en que gobierno supuesto? Porque esto es lo primero que hay que dilucidar.

Si se rompiese el bloque independentista en sus objetivos (ya lo está en los métodos) aún cabría un apoyo a Esquerra por parte de los socialistas si aquella cumple la ley y se deja de milongas… por ahora. Difícil: no veo a los dirigentes catalanes, con alguna excepción, dispuestos a hacer país, más allá de las diferencias de clase existentes, y esto es un factor que también distorsiona, porque Cataluña está formada una amplísima clase media que tiene sus necesidades bien cubiertas, por lo tanto con tiempo para perderlo en tonterías imposibles… por ahora. Pero hay un millón de catalanes que viven muy mal, por lo menos, y la solidaridad con ellos debiera primar sobre cualquier otra consideración.

Los malos resultados del PP en Cataluña debieran animar a exigir elecciones en España, pero para esto hace falta saber primero si se aprueban o no los Presupuestos, una vez se ha visto que de reformar la Constitución y otros compromisos imperiosos, por parte del forajido mayor, nada.

L. de Guereñu Polán.

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