jueves, 15 de febrero de 2018

Otra visión de la guerra de España



Felipe Sandoval, un asesino al servicio de la CNt

Después de lo mucho que se ha investigado y sabido sobre las condiciones en que se desarrolló la guerra civil española de 1936, quizá hubiera sido mejor que triunfase el golpe de estado militar y se hubiesen ahorrado cientos de miles de víctimas entre muertos, mutilados, torturados, traicionados, violados, vejados y demás oprobios.

Es cierto que esto solo se puede decir ahora y era impensable en el momento de los acontecimientos, pues los partidos democráticos y el movimiento obrero organizado no estuvieron dispuestos a dejarse arrasar por los militares golpistas y los intereses que representaban. Si tenemos en cuenta que se produjeron unos 200.000 muertos en la retaguardia, es decir, lejos de los frentes de batalla (donde se contabilizan unos 300.000), esta fue una guerra en la que la polarización y el odio hicieron más estragos, en términos relativos, que las bombas, los aviones y la artillería en general.

Aún aceptando que el Gobierno republicano tuvo que hacer frente a los golpistas, ojalá no se hubiese servido de la ayuda soviética, pues ello perjudicó a la República española diplomáticamente y los agentes soviéticos en España cometieron más crímenes que ayuda prestaron a los milicianos. Estos, mientras no fueron integrados en el ejército regular (primeros meses de 1937) demostraron una gran valentía, pero nula preparación para la guerra, provocando muertes innecesarias ante un enemigo asociado con el fascismo europeo.

Solo teniendo en cuenta al siniestro Orlov, que no tuvo inconveniente en cometer cuantos crímenes fuesen necesarios para satisfacer a Stalin, la vida en la retaguardia republicana se hizo irrespirable. Pero no fue el único, sino que el Partido Comunista de España, por medio del cual se canalizó la ayuda soviética a la República española, persiguió al POUM hasta la aniquilación, a los anarquistas hasta el paroxismo, dividiéndose estos entre dirigentes y partisanos, inobedientes a cualquier lógica de guerra, desperdiciando recursos y vidas innecesariamente.

Las divisiones en el seno del Partido Socialista tampoco ayudaron: la oposición a Largo mientas fue jefe del Gobierno (septiembre del 36, mayo del 37), la oposición a Negrín mientras fue jefe del Gobierno hasta el final de la guerra, el derrotismo realista de Prieto, las defecciones de personajes como Santiago Carrillo y José Cazorla, la falta de escrúpulos de personajes como Serrano Poncela, la existencia y brutalidad de las checas, sobre todo las comunistas y anarquistas en Madrid (al menos hasta principios de 1937), los sucesos de Barcelona en mayo de 1937 donde la Generalitat y los comunistas se enfrentaron a los trostkistas y anarquistas como si en frente no hubiese un enemigo peor que era el fascismo, las continuas luchas de poder e ideológicas en el seno de las fuerzas obreras y republicanas, los esfuerzos que tuvieron que hacer personajes como Melchor Rodríguez (anarquista), Manuel de Irujo (nacionalista vasco) y Juan Negrín, por citar solo a unos pocos, para que no se asesinara a indefensos, para que no hubiese sacas, para que no se asaltasen las cárceles repletas de católicos, militares, fascistas y derechistas en general, ponen de manifiesto que la guerra no podía ser ganada por la Republica española.

Ya con la derrota sobre las espaldas, en torno a los años 1945 y 1946, importantes dirigentes socialistas plantearon la necesidad de dar la batalla en el campo diplomático para que las potencias obligasen a Franco a un plebiscito sobre monarquía o república con la sola condición de que una u otra fórmula fuesen democráticas. Pero personaje tan poco sospechoso de contemporizaciones como Largo incluso expuso que la restauración de la democracia en España no podía ser sobre la base de volver a la II República, sino de otro régimen nuevo, republicano o no.

Es bien sabido que en los territorios controlados por los militares golpistas los crímenes y asesinatos fueron mucho más numerosos aún que en la zona republicana, pero aquello no hace buenos los de comunistas, anarquistas, chequistas y otros grupos más o menos indefinidos. Hoy se sabe que la CNT y la FAI estaban penetrados de un sinnúmero de delincuentes comunes de una crueldad infinita, que los comunistas actuaban a las órdenes de Moscú, que estuvieron divididos entre ellos y que se traicionaron varias veces. Se sabe que en un bando y otro la mujer fue doble víctima –una vez más- al sufrir violaciones casi sistémicas, vejaciones horribles, y que niños y ancianos no gozaron de consideración sobre todo en manos de falangistas y cenetistas.

Los casos de Madrid y Barcelona fueron terribles; los bombardeos franquistas (pero también republicanos) sobre población civil fueron repetidos y en ocasiones trágicos, lo que avivaba el odio contra la quinta columna de la que hablara el general Mola. Matanzas como la de Paracuellos y Torrejón, en las que estuvieron implicados –ya no hay duda- Santiago Carrillo, Cazorla y Serrano Poncela, además de agentes soviéticos, con la colaboración de anarquistas y delincuentes comunes, no tienen nombre. Como no lo tienen las matanzas de los franquistas en Badajoz, en Toledo, en los Santos de Maimona, en Cádiz y la provincia de Sevilla, en la carretera de Málaga a Almería, en Burgos, en Vigo (Lavadores), en Salamanca, en Aragón, en Guernica… ¿Para que seguir? La única diferencia está en que las órdenes para matar venían de las autoridades en el bando franquista; de la ira popular en el republicano, con las salvedades de los nombres antedichos y la del ministro de la Gobernación republicano, Ángel Galarza, pues está comprobada su autorización para fusilamientos sin juicio previo.

En relación a las matanzas de Paracuellos, durante todo un mes (noviembre-diciembre de 1936) ¿no se enteró en ese tiempo el Presidente de la Junta de Defensa, general Miaja? ¿No se enteró el Gobierno republicano en Valencia? Siendo comisario de orden público en Madrid Santiago Carrillo ¿no se enteró durante un mes? El mismo día en que le nombraron comisario de orden público, ese mismo día se afilió al Partido Comunista de España, traicionando su compromiso con el PSOE (posiblemente fue un topo de aquel en este).

Lástima da leer como García Oliver, ministro de Justicia republicano (y criminal en potencia) va a Barcelona en mayo del 37 para aplacar la ira de los anarquistas (sus correligionarios) y le desobedecen… No hubo disciplina, no hubo altura de miras, no hubo verdadera conciencia de lo que el país se jugaba. Cuando termina de caer el norte en septiembre del 37, cuando los sublevados llegan a Vinaroz ¿no estaba ya la guerra perdida para la República?

Si los golpistas hubiesen triunfado a mediados de julio del 36 y no hubiese habido guerra, y se hubiese establecido una dictadura militar y fascista en España (al fin se impuso y la sufrimos) ¿no hubiese unido su suerte al fascismo europeo y hubiera seguido su misma derrota? ¿Alguien cree que si a la Unión Soviética le interesara salvar a la República española del fascismo no tenía fuerza para conseguirlo? Stalin estaba en otra cosa, no en salvar a la República. ¿Para que luchar entonces sino para colmar las aspiraciones de justicia y libertad de muchos españoles? Pero otros muchos se entregaron al odio, al sectarismo y al crimen… Lo pagamos caro. 

L. de Guereñu Polán.

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