viernes, 18 de mayo de 2018

LA ESPIRAL CATALANA.



  La relación entre Cataluña y España  es una historia compleja, marcada por los recelos de ambas partes. Es una relación en la que la comunicación ha sido de siempre más que deficiente, en una coexistencia salpicada  de severos desencuentros no ajenos a una visceralidad fuera de lugar. Y que hoy, apunta cada vez más hacia una polarización en  dos bloques impulsados por dos formas de populismo, ambos muy nocivos para la convivencia armónica.
España, esa España que se apropian los que la hacen minúscula de ideas y de visión raquítica tuvo de siempre  un gran problema para incorporar todas sus culturas e identidades. Su sustrato de nacionalismo español, tridentino en lo confesional, centralista en lo administrativo y receloso siempre ante la modernidad y el progreso, apenas en su miopía, mira más allá de su ombligo considerando lo demás, provinciano y pueblerino.
Cataluña, territorio en principio económicamente saneado, con un alto grado de desarrollo, capacidad e iniciativa, sumamente  celoso de su cultura y su identidad,  vivió una etapa en la que un catalanismo dialogante, entendía posible la convivencia en el solar hispano desde la conciliación de intereses comunes. Algo que en la última década eclosionará en un separatismo sin careta, acrecido por el dislate permanente de un Partido Popular, que confundió en todo momento unidad con uniformidad y patriotismo con finca para lucro de amiguetes y asociados.
El rosario de despropósitos de una de las orillas, eran perfectamente utilizados y magnificados desde la otra.  El episodio gris y sombrío que es la presidencia de Mariano punto Rajoy disparó el independentismo de forma espectacular, distinguiéndose por la nula capacidad de aplicar aunque fuese en mínimos, actitudes de empatía o capacidad de gestión de la crisis. Se fomentó una distancia y un desafecto,  que hoy desafía la aguja más experta para su cosido. En el medio quedan en tierra de nadie ciertos sectores de la sociedad catalana, que abrazando un catalanismo integrador fueron barridos por el vendaval separatista embravecido por fervores e ilusiones, y a lo que nos ajenas circunstancias sobrevenidas con la crisis económica, sembrando expectativas que hacen muy azarosa una posible una reconciliación. 
Los elementos puente que podrían propiciar el dialogo han quedado desplazados entre sentimientos y resentimientos, alcanzándose niveles que amenazan agrietar la sociedad en patriotas y antipatriotas, buenos y malos, lo que incluso llega a colarse, de forma muy nociva, en el discurso institucional.
Algo que compromete severamente al nuevo President de la Genaralitat, con una copiosa bibliografía, en la que encadena expresiones y calificativos impropios de alguien llamado a conciliar y gobernar para todos. Conceptos que requieren remontarse a los emitidos por Sabino Arana hace más de un siglo, y que no refieren a priori intenciones o capacidad de dialogo que desbroce la situación.
Dejando de lado el siglo XVII y el XVIII con la Guerra de Secesión, desde que en el siglo XIX el Sr. Roca i Farreras, desde el diario “La Renaixença” en 1886, lanza por primera vez la propuesta de una Cataluña con Estado propio en un artículo cuyo título es toda una declaración: “Ni espanyols ni francesos”, el tema nunca dejó de estar enraizado en amplios sectores de la sociedad catalana. Solo una supina ceguera puede ignorar que su crecimiento fue progresivo bajo diversos regímenes políticos, superviviendo con solvencia los años duros de la dictadura franquista.
El detonante definitivo es la sentencia en junio de 2010, tras la el recurso del Partido Popular y cuatro años de deliberaciones de un Tribunal Constitucional muy cuestionable por su situación interna,  que frustraba la esperanza del Estatuto de 2006, imponiendo la visión uniformadora de España del Partido Popular… Pírrica victoria del “nacionalismo” popular, -pagado con las treinta monedas de un puñado de votos-, que definitivamente abriría la Caja de Pandora.  Y con ello una espiral de incógnitas.
Si alguien en rigor puede precisar a un plazo de cinco o seis años cuál será el desenlace de la misma, algo que hoy semeja ser tela de Penélope,…francamente se haría merecedor de un escaño destacado en el Santuario de Delfos como Oráculo de Honor.     

Antonio Campos Romay ha sido Diputado en el Parlamento de Galicia

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