martes, 15 de mayo de 2018

La Generalitat de Cataluña


En la Edad Media, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIV, los presidentes de la Generalitat solían ser clérigos, algunos de ellos canónigos o abades (en algunos casos del emblemático monasterio de Montserrat). Eran miembros de la nobleza o de los grupos pudientes de la ciudad; nunca quisieron ni concibieron defender los intereses de Cataluña en su pluralidad, y menos a los menestrales y gentes humildes, que eran la inmensa mayoría, sino a los de la biga y a los grandes exportadores que tenían al Mediterráneo como centro de operaciones.
Luego vinieron los que se ocuparon en fortalecer los intereses del imperio mediterráneo que se formó con centro en Barcelona. En principio durante el siglo XIV pero más aún durante las dos siguientes centurias. En Atenas, en Neopatria, en Sicilia, en el norte de África, en Nápoles y en no pocas islas donde se habían establecido los consulados catalanes.
Con el primer Borbón se acabaron los presidentes de la Generalitat, que volvieron con la II República española, a la que fueron bastante desleales: primero el señor Maciá con sus ensoñaciones golpistas, luego el señor Companys, que creyó podía desafiar a un gobierno conservador español pero que había ganado las elecciones en buena lid. Ya en los tiempos recientes nos encontramos con el poquísimo honorable (en realidad un delincuente de altura) de apellido Pujol, que incluso actuó durante más de veinte años al unísono con su mafiosa familia. Luego vino el corrupto señor Mas, que aprovechaba mordidas de contratas para ganar elecciones y, de paso, provocar el incendio que hoy padecemos. Por último dos personajes realmente alocados, los señores Puigdemont y Torras, que pretenden cambiar el régimen de Cataluña sin contar con la autorización de la mayoría de los catalanes.
Este último, además, ha revelado a lo largo de más de veinte años una vocación racista y xenófoba que destila odio al diferente tildándole de africano, como si entre los millones de africanos no hubiese muchísima más dignidad que veneno en los de su estilo. El señor Torras sería un personaje en el antiguo Egipto, donde nubios y libios eran esclavos por decisión de los que pensaban como él, o en cualquier otra civilización donde una casta elegida por los dioses sojuzgaba a la muy numerosa mayoría de la población. También iría bien el señor Torras en el régimen del general Franco y creo que tendría futuro en él, de igual manera que en el III Reich.
Cuidémonos de los que como el presidente actual de la Generalitat de Cataluña se creen de una estirpe superior, como así mismo el presidente del Gobierno español, que en 1983 dejó escrito en un periódico que las diferencias sociales son cuestión de estirpe. Estos son los dos que tendrán que negociar no sé que, pero son dos de temer, verdaderamente.
L. de Guereñu Polán.

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