lunes, 20 de agosto de 2018

Actualidad del franquismo

Monumento al general Mola

Razón tenía un magistrado cuando, en una reciente entrevista, decía que si el franquismo no estuviese de actualidad no estaríamos discutiendo sobre el traslado de los restos del general Franco desde donde se encuentran, un mausoleo construido para sí a base de crímenes.

El franquismo está en las organizaciones que, con fondos públicos o sin ellos, subsisten en España; está en algunos partidos políticos como el PP, con sus alcaldes manteniendo fotografías de Franco en sus despachos oficiales contra toda ley de Memoria Histórica, en las declaraciones públicas de algunos políticos y en la xenofobia de ciertos sectores de la derecha –quizá también de la izquierda- que se pueden leer y oír en los medios de comunicación.

En los años ochenta pasados algún político italiano señaló que la Administración en su país se había heredado y mantenido intacta de la época mussoliniana. Sabido es que en Italia ha habido partidos neofascistas y que en España, como en el resto de Europa y otros continentes, también existe un sentimiento de dicho estilo. Incluso existe una corriente historiográfica revisionista sobre el franquismo, representada sobre todo por Pío Moa y César Vidal.

Hay programas de televisión, uno en particular propiedad de la Iglesia Católica, donde se vierten defensas del franquismo como un régimen que, aunque no democrático, había mantenido a España unida y sin concesiones a independentismos y otros fenómenos colindantes. Los defensores del franquismo se agazapan ahora bajo argumentos falaces como que durante el franquismo se industrializó España y mejoraron las rentas de los españoles, todo ello para alimento de ese franquismo sociológico que, como en otros países, perdura bajo la superficie de la mayor parte de la población.

El anterior portavoz parlamentario del PP, por ejemplo, defendió que los familiares de las víctimas del franquismo acudían al Estado cuando este empezó a subvencionar la búsqueda de las tumbas para exhumar a los asesinados. El anterior presidente del Gobierno se jactaba en la televisión pública de haber destinado en los diversos presupuestos del Estado cero euros para la aplicación de la ley de Memoria Histórica. El franquismo no se esfumó con la muerte del dictador, tuvo que encontrar refugio en alguna parte y lo hizo en el partido con menos tradición democrática del país, fundado por un colaborador del franquismo, el señor Fraga, y mantenido desde puestos de responsabilidad en la empresa, en la Iglesia, en el Estado y en la sociedad civil.

Cuando una transición democrática se hace bajo vigilancia del franquismo, como ocurrió en España, los nietos de quienes la protagonizaron han sacado los colores a quienes no fueron capaces (o no pudieron) hacer las cosas como convenía a la salud democrática del país, y ahora vuelve lo que parecía olvidado, pero que estaba ahí, mantenido con gusto por sectores minoritarios, pero poderosos del país. Véase todo lo relacionado con la fortuna de los herederos del general Franco, la dificultad para que vuelva al público un patrimonio que fue usurpado por el dictador y sus colaboradores.

Véase como alcaldes (Llanos en Albacete, Águeda en Salamanca, Ribadelago en Zamora y otros) siguen manteniendo el nombre “del Caudillo” o este ha desaparecido hace muy poco tiempo. Véanse los monumentos fascistas en los atrios y muros de las iglesias de España, donde se honra a unos y se vilipendia a otros. También podríamos hablar del callejero, que honra a verdaderos criminales o a franquistas confesos sin mayor rubor por parte de políticos y jueces franquistas o adversarios de la democracia. Siguen en pie monumentos a militares golpistas como Yagüe y otros, al tiempo que se ponen todas las dificultades para que los familiares de víctimas del franquismo puedan dar digna sepultura a cuerpos ya descarnados por aquel régimen y  la guerra civil.

Si no hubiera franquismo en España no se oirían frases como “se quiere venganza”, “algunos se han olvidado de quien ganó la guerra”, “no abramos viejas heridas” y otras por el estilo. Las heridas no han cicatrizado, y no lo harán hasta que se haga justicia, que no otra cosa se pide por parte de los familiares de las víctimas. Claro que el asesinato de Calvo Sotelo fue un crimen sin perdón, como el de José Castillo, como los que se produjeron en Casas Viejas, Castilblanco, Arnedo o Paracuellos, por poner unos pocos ejemplos, pero esto no puede ser excusa para impedir honrar a los muertos que han permanecido en la “tierra materna” que cantara Azaña.

Lo malo de las dictaduras es que hunden sus raíces y su hiel se mantiene durante décadas o incluso siglos, hasta que su defensa sea ya inocua porque la historia ha hecho evolucionar las cosas hacia tiempos que nada tienen que ver con los que alimentaron a dichas dictaduras. Hay en España un franquismo que se resiste a desaparecer, y quizá sea lícito que sus defensores puedan reivindicarlo, pero el Estado democrático debe hacer justicia con una población que ha sufrido el desgarro de una historia emborronada por esos mismos fascistas o sus padres.

L. de Guereñu Polán.  

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