jueves, 23 de agosto de 2018

Contra la banalización de la dictadura



Aunque este artículo no lo lea nadie, por si acaso, lo escribo con la esperanza de que se divulgue y contribuya a deshacer la idea de que el franquismo fue una dictadura, sí, pero sin más connotaciones. Es sospechoso que los que más reclaman la reconciliación entre los españoles sean los que forman las diversas derechas del país, políticas, mediáticas, etc. Los españoles estamos muy reconciliados en muchas cosas, pero muchos españoles no comulgamos con ruedas de molino y sabemos distinguir entre repudio a la venganza y consecución de la justicia.

Se habla del franquismo en las tertulias televisivas como si aquel no hubiese sido un régimen criminal nacido de una acción sumamente violenta, como lo demuestran los hechos y las circulares salidas de la pluma del general Mola. Como ha señalado Ángel Viñas en un libro suyo, el franquismo nació con la sangre, chapoteó en sangre durante décadas y murió en esa misma sangre (últimas ejecuciones poco antes de la muerte del dictador).

Las víctimas del franquismo en la retaguardia de la guerra civil no solo triplican a las de los republicanos (sobre todo anarquistas y comunistas pero también delincuentes comunes y socialistas) sino que estas fueron el resultado de acciones derivadas de un odio incubado durante mucho tiempo (lo que no las justifica), mientras que aquellas venían determinadas por órdenes de las autoridades al servicio del general Franco.

La dictadura franquista –sobre esto hay acuerdo entre los historiadores- fue el régimen más cruel que ha tenido España nunca, el que concentró más poder en una sola persona, que lo usó a su antojo y para su enriquecimiento personal, como se ha demostrado hasta la saciedad; fue el régimen en el que la represión y persecución de opositores y sospechosos de pocas simpatías con el mismo fue tenaz, continuada y sistemática. Ejecuciones sumarias, sin garantías jurídicas, con leyes de aplicación retroactiva (lo que es aberración jurídica donde las haya), con torturas y maltratos, humillaciones y doble oprobio para mujeres y ancianos por su vulnerabilidad.

Si la dictadura franquista salió de su aislamiento –como es sabido- es por la situación internacional tras la segunda guerra mundial, pero aún así tardó hasta los años cincuenta en tener relaciones formales con Estados Unidos, a quien Franco vendió parte de la soberanía nacional, y nunca pudo integrarse en la Comunidad Económica Europea precisamente por no ser un régimen democrático, sino su negación. 

Si en la televisión, en los periódicos, en las redes sociales, en las conferencias presenciales, en las escuelas, en todo lugar, se diera cuenta del grado de crueldad, de ignominia, de bellaquería, de criminalidad que alcanzó el franquismo, no se estaría ahora con paños calientes sobre si exhumar los restos del dictador, sobre si ilegalizar a sus defensores, sobre las garantías que todavía tienen sus colaboradores, entre ellos Adolfo Suárez y Manuel Fraga. El primero parece que se redimió traicionando al franquismo, y el segundo, serpenteante, no le importó colaborar con el crimen desde el año 1951 (Director General de Cultura Hispánica) hasta la muerte de Franco, a quien nunca se opuso y a cuya sombra prosperó.
A ver si nos enteramos de que militares traidores a su juramento contribuyeron a perpetuar, durante casi cuatro décadas, un régimen de terror que heredó mucho del nazismo al que Franco admiraba. A ver si nos enteramos de que cuando el nazismo fue vencido, el dictador se refugió en el eufemismo de un fascismo que recogía las esencias de una inventada tradición española y que encarnaban el carlismo, el falangismo y la Iglesia ultramontana. A ver si nos enteramos de que toda organización cívica o sindical contraria al régimen fue perseguida y eliminada sin escrúpulos; que incluso el obispo Pildain, de Canarias, llegó a denunciar los crímenes horrendos que los franquistas realizaban en la sima de Jinámar…
¿Es que se va a comparar al demócrata, prestigioso, honrado Presidente del Gobierno español, Negrín, con el criminal Francisco Franco? La dictadura franquista no se ablandó en los años sesenta y siguientes; lo que realmente pasó es que la oposición democrática, para esas fechas, estaba diezmada, desaparecida o en las tumbas. Nacía entonces otra oposición que sería la hacedora de la transición a la democracia en acuerdo con los revisionistas del franquismo. Estos últimos tuvieron éxito, porque durante décadas han conseguido hacer ver que la cruel dictadura con la que colaboraron no había sido eso, sino una dictadura más de las muchas que ha habido en Europa. No.
La dictadura franquista, bastante desideologizada (contrariamente a la mussoliniana) y que actuó de facto y al margen incluso de su propia ley, fue un régimen de una dureza que no tiene parangón y que solo ha sido superado, en Europa, por el nazismo alemán. Hasta se prohibió hablar en lenguas distintas que no fuesen el castellano, con gran desprestigio social para este ahora en algunas regiones.
La prensa, los púlpitos, la escuela, los actos culturales, todo estaba bajo el ojo escrutador de los agentes del franquismo. Las detenciones a cualquier otra del día y sin garantías, los calabozos de la policía, antesalas de la muerte, las cárceles hacinadas y apestosas, las mujeres doblemente discriminadas y sojuzgadas… mientras una meritocracia se hacía hueco como principal sustento civil del régimen. Pero por encima de todo estaban los militares más reaccionarios y crueles, los ricos de España (catalanes y vascos también) que se enriquecían más con sobornos y trampas por doquier; las regiones se distanciaban por su riqueza y renta de sus habitantes, y en las escuelas se engañaba salvo que un arriesgado maestro metiese alguna cuña que los alumnos más avispados captaban.
No nos engañemos y que no nos engañen: la dictadura franquista ha de ser condenada por los siglos de los siglos; esa será la verdadera reconciliación. Y lo será exhumar los restos del dictador de un lugar de honor que no merece. Y lo será que la derecha, de una vez, acepte los comportamientos democráticos que no consisten solo en votar cada cierto tiempo, sino en reconocer una parte de la historia de España como un baldón pesado, humillante, vil y feroz que no debe volver a repetirse. Si andamos con pamplinas sobre el franquismo no va a ser posible.
L. de Guereñu Polán.

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