viernes, 2 de noviembre de 2018

A doscientos años del nacimiento de K. Marx

Al otro lado del edificio balneario se encontraba la fonda

Quizá no exista pensador de la talla de K. Marx que haya sido tan olvidado y mandado al ostracismo, no solamente por la derecha política sino por buena parte de la izquierda. Doscientos años después de su nacimiento, solo el Ateneo de Pontevedra (en la esfera local) y alguna organización cívica en la internacional, han llevado a cabo conferencias sobre la figura del extraordinario economista, historiador y filósofo que fue. En el año 1983 la Agrupación Socialista de Pontevedra celebró una mesa redonda, en la que participó entre otros Don Jaime Barreiro Gil, recordando el centenario de la muerte de K. Marx.

Humildemente me permito recomendar la lectura de alguna de sus obras más fáciles de entender (no “El Capital”, que es infumable) para todo el que quiera tener una mínima formación cultural e intentar comprender nuestro mundo, evitando así decir tantas tonterías como se escuchan a personas “estudiadas”, que nos hablan de la “clase política” o que Marx defendió la lucha de clases. Si todos los políticos conformasen una misma clase estaríamos peor de lo que estamos; no, los políticos pertenecen a varias clases como en el mundo existen, y el concepto de clase está muy claro en las obras de nuestro personaje, que no es el único que las ha estudiado. Por otro lado, Marx no defendió nunca la lucha de clases, la constató, que es distinto, hasta el punto que sostuvo que fueron y son el motor de la historia, el factor por el que la historia evoluciona de un sistema económico a otro.

Esto último, que es discutible, ha permitido hacer correr ríos de tinta a los que se han acercado al devenir de la historia y sus múltiples facetas, no estando rebatida la constatación marxiana por la comunidad científica. El filósofo alemán era un buen conocedor de los pensadores griegos clásicos, o al menos de algunos de ellos, lo que no ocurre con muchos de sus detractores; también fue un estudioso de los filósofos que le precedieron, Hegel en primer lugar como su maestro; estudió historia probablemente como muy pocos a lo largo del siglo XIX, y claro, si analizamos algunas de sus propuestas con el conocimiento que tenemos de los historiadores del XX, sí encontramos ideas superadas o que la experiencia ha contradicho.

Probablemente solo Soboul y unos pocos más estudiaron con tanta profundidad la Revolución Francesa; no estoy en condiciones de saber si hubo pensadores en el siglo XIX que pueden superar a Marx en el conocimiento de la historia alemana y de la problemática judía en Europa. El pequeño librito “Manifiesto comunista” es una obra excelente que ha alimentado de ideas a generaciones de socialistas de todas las latitudes.

Ya en el plano local, Susana Luaña publicó en 2013,  en “La Voz de Galicia”, una curiosa noticia según la cual “un pariente del filósofo alemán hizo su vida en la capital arousana [Vilagarcía] a principios del siglo XX. En el cementerio inglés de Rubiáns han sido enterradas diecisiete personas, tres de ellas civiles, uno de ellos el ingeniero de minas Charles Lessner, ahijado de K. Marx. Hospedado en una pensión de Vilagarcía, terminó casándose con la hija del propietario. Lessner había nacido en Londres en 1879 y de joven se fue a África para trabajar en una empresa minera. A principios del siglo XX llegó a Galicia para dirigir la explotación de las minas en las que se extraía estaño para enviar, sobre todo, a Inglaterra”.

En una de las visitas de Marx a Londres conoció a Friedrich Lessner, padre del ingeniero que nos ocupa, y de ahí viene el apadrinamiento. Friedrich tenía una sastrería y era miembro de la Liga de los Comunistas, participando en la revolución de 1848 en Alemania, donde había nacido. Esa “liga de los comunistas” no tenía, a mediados del siglo XIX, las connotaciones negativas que luego adquirió por obra y gracia del comunismo internacional desde el régimen panruso de 1917. Pongo esto así por ver si, aunque sea por este camino tan particular, se animan algunos a leer a un pensador realmente fecundo, honrado e incansable.

L. de Guereñu Polán.  

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