sábado, 17 de noviembre de 2018

Separatismo y violencia


Creo que cuando se produzcan las sentencias sobre los políticos catalanes imputados por los actos en los que incurrieron hace poco más de un año, habrá mucho ruido. Creo también que  dichas sentencias serán condenatorias y que, posiblemente, los afectados recurrirán a tribunales internacionales que forman parte del ordenamiento judicial español. Y creo por último que, más tarde o más temprano, el gobierno de que se trate indultará a los condenados siempre que se den las condiciones para dicho indulto: que lo soliciten los afectados, lo que según el ordenamiento jurídico español, implica el reconocimiento de la culpa. Se entrará así, si otros asuntos no enturbian el ambiente, en un nuevo ciclo político en el que las aspiraciones independentistas de parte de la población catalana, como parte de la vasca, permanecerán por los cauces lógicos en toda democracia.

Si todo esto se produce como pretendo intuir, España habrá superado una grave crisis política e institucional sin que, como en otras etapas históricas, haya intervenido el ejército, lo que sí ocurrió repetidamente durante el siglo XIX y durante la tan alabada II República española. Y esto será así no solo porque ningún partido español aboga por la intervención del ejército (aparte individualidades alocadas) sino porque es absolutamente innecesario. Los catalanes de uno y otro signo, el resto de los españoles de uno y otro signo, lo saben.

Cuando se dieron las insurrecciones cantonales en no pocas ciudades y villas de España, curiosamente también durante una república (la primera) el ejército reprimió los levantamientos siendo presidentes Nicolás Salmerón y luego Emilio Castelar: Pavía y Martínez Campos ocuparon varias de las ciudades sublevadas. El primero en Córdoba impidiendo que los cantonalistas declarasen la independencia; Sevilla fue tomada por asalto; otros cantones como Tarifa y Algeciras cedieron antes de que el ejército interviniese, pero tras la amenaza de hacerlo a instancias del Gobierno. El ministro Palanca amenazó con provocar una crisis ministerial si actuaba el ejército en algunos cantones, particularmente Málaga y Cartagena, para lo que estaba preparado Pavía. El Presidente Salmerón dimitió y Pavía entró en Málaga, luego en Cádiz.

Durante la presidencia de Castelar se decidió aplicar la pena de muerte (era la I República española) y se reorganizó el cuerpo de artillería, que había disuelto Ruiz Zorrilla. Cartagena fue derrotada por el marino Lobo y, al dar comienzo el año 1874, por el general López Domínguez.

La Asociación Internacional de Trabajadores protestó, algunos de cuyos miembros se habían reunido en Cádiz en agosto de 1873. Sabido es que el movimiento cantonalista estuvo muy ligado a reclamaciones de emancipación por parte de las clases trabajadoras, sobre todo las que se habían organizado bajo inspiración anarquista. Es comprensible que se intentase aprovechar el régimen republicano, donde la figura de Pi i Margall permitía suponer cierta condescendencia, para arrancar mejoras sociales… pero de eso a destruir un país y dividirlo en cantones sin más “lógica” que la coyuntura política, iba un abismo.

Durante la II República española, el general Batet consiguió que se rindiese la Generalitat de Companys tras la declaración por parte del Gobierno del estado de guerra. Se dio entonces una situación algo parecida a la del 1 de octubre de 1917: los mozos de escuadra se encontraron entre la espada y la pared ante dos legitimidades posibles. El general Batet, a quien todos elogian por su destreza, llegó a bombardear el palacio de la Generalitat… Nada de esto se piensa hoy, por la sencilla razón de que vivimos otros tiempos, el estado español es más fuerte que durante el siglo XIX y durante la II República y todos hemos aprendido algo de la historia.

En cuanto a la violencia que todavía quede por producirse en Cataluña dado el estado de división social existente, que a nadie le quepa duda de que el único que puede ejercerla legítimamente es el Estado (otra cosa es la mesura y oportunidad con que lo haga). A nadie le cabrá duda de esto salvo a los descerebrados o a los que queden como epígonos de aquellos esforzados anarquistas que, inspirados en los más nobles ideales de justicia, equivocaron sus métodos, como la historia también ha demostrado.

L. de Guereñu Polán.

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