lunes, 3 de diciembre de 2018

LA CONSTITUCION: Cantando los cuarenta.

Desde la ínclita Pepa nacida en la Tacita de Plata entre zambras y fandangos y el eco próximo de algunos bombazos de los invasores franceses y que en su articulado hablaba con ingenuo desconocimiento, de los españoles generosos y benéficos, se sucedieron una granizada de constituciones, un Estatuto real, y el Fuero de los Españoles, la hoja de parra de la dictadura franquista. De por medio tres coronas partieron al exilio (Isabel II, Amadeo de Saboya y Alfonso XIII), amén de dos experiencias republicanas y entre horas, incontables espadones efímeros, en el siglo XIX tanto se encaramaban al poder como al tálamo de la lozana Doña Isabel.

En el periodo constituyente del 78, las dos España machadianas vuelven a asomar su turbia faz, en medio de un caos económico. ¿Alguien recuerda boyante nuestra economía?. El virus terrorista envenenaba la convivencia y cabe recordar que durante la redacción de la Constitución, ETA asesinó casi 80 personas. El pan nuestro de cada día, era el llamado rumor de sables, eco de un ejército franquista con casi todo el generalato protagonista de la “Cruzada”. Por cierto a los que hoy se escandalizan y rasgan las vestiduras, es en aquella época cuando alguien tan poco sospechoso de radical, D. Gregorio Peces Barba, acuña un término que no está nada desencaminado: “nación de naciones”.

La Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas del Congreso, presidida por el diputado centrista valenciano, D. Emilio Attard (lo que daría pié al juego de palabras del grandioso cronista parlamentario D. Luis Carandell al calificarlos “Locos de Attard”), constituyó en su seno la ponencia redactora con un representante de cada grupo parlamentario. En ese momento, por el afán de recortar las alas al profesor Tierno Galvan y a su sempiterna suficiencia escasamente crítica, e incómoda presencia en el espacio socialista, el PSOE cometió un error de bulto que derivó por razones técnicas en dejar fuera de la ponencia al grupo vasco. Con lógica molestia no participaron plenamente en el proceso, algo que si harían los catalanes. Lo que derivó en que no votasen la constitución y formalmente se entendiesen fuera del pacto constitucional, desperdiciándose la oportunidad de incluir en el proceso al político vasco D. Xavier Arzallus, con gran ascendencia en el territorio.

El Presidente Sr.Suárez  se vio en la necesidad, ante la deriva derechista que tomaban los trabajos y las críticas que se producían, de relevar de la Comisión al piadoso y puntilloso D. Landelino Lavilla cuyo brazo armado en la Ponencia era D. Miguel Herrero, imponiendo al caótico pero mas dúctil Abril Martorell. La de 1978 fue la primera Constitución a la que se llega por consenso (con bastante de forzado por supuesto), que tenía un antecedente interesante en los  Pactos de la Moncloa. Quizás en ello resida su larga vigencia, caso singular en nuestra historia política.

Entre los grandes escollos estuvo el diseño territorial y ¡cómo no¡…la Santa Madre Iglesia... Lo de la monarquía y la bandera bicolor había quedado atado y bien atado por la voluntad omnipresente del “instrumento de los planes de Dios sobre la Tierra” que decía D. Isidro Gomá y Tomás, cardenal primado de España y la ambigüedad de un PSOE de perfil. Desde el PCE, D. Santiago Carrillo daría la última vuelta de tuerca al tema declarando, La opción hoy no está entre Monarquía o República, sino entre dictadura o democracia.”

Desde el “café para todos” de D. Manuel Clavero, hasta las preocupaciones económicas del Sr. Fernández Ordoñez; desde “los dos niveles” que solicitaba el Sr. Herrero de Miñon hasta la insinuación del Sr. Sánchez de León que intuía la visión de “una España entre nacionalidades y colonias”, el gabinete suarista estaba muy dividió. A trancas y barrancas, mas al calor de los fogones de buenos restaurantes que en sede parlamentaria, no es gratuita la frase “de grandes cenas están las Constituciones llenas”, fue avanzando mientras un impulsivo D. Manuel Fraga recriminaba a un imperturbable Sr. Álvarez de Miranda, presidente del Congreso…”qué puñetas hacemos aquí, si se está cocinando todo fuera”…Sería injusto señalar cocineros especiales al elaborar el menú…pero menos justo sería pasar por alto tres señalados chefs : D. Alfonso Guerra, D. Fernando Abril y el perfecto muñidor D. Miquel Roca.

La fortuna del momento, no todos habrían de ser desasosiegos, deparó un cardenal Tarancón, que tenía claro “a quien le tengo miedo es a los políticos de comunión diaria”, reflexión que seguro no sería ajena a las pintadas reclamando sin ambages “Tarancón al paredón”. Tenía el apoyo de Pablo VI y en ello se acomodo para aplacar a los obispos el Presidente Sr. Suarez. La Iglesia española, y no es descubrir nada nuevo, se resistió de siempre a la laicidad del Estado y a la autonomía de lo temporal. El nacional-catolicismo tenía sólido anclaje no solo en las instituciones, sino en muchas mentes. Y de siempre estuvo sobre la mesa el problema de la enseñanza confesional, las asignaturas religiosas y las subvenciones por lo que significaban de ingresos económicos y mediatización de la sociedad. El cardenal Tarancón se vio obligado a frenar al cardenal D. Marcelo González y al obispo Sr. Guerra Campos y sus no pocos seguidores que pretendían condenar el proyecto constitucional. Finalmente la declaración de la Conferencia Episcopal exponía escueta, “que en el texto no había nada contrario a la doctrina católica”.

Cuando los líderes políticos tras el trabajo, sino hecho a la perfección, al menos finalizado pasaron por la Zarzuela, el Sr. Solé Tura proclamaba con encomiable optimismo “no hay vencedores ni vencido”. El centrista Sr. Pérez Llorca, muy centrado saludaba “hemos salvado los peores escollos”. Y el Sr. Peces Barba, siempre beatifico “todo hemos ganado”. Por su parte, ya hacia un par de meses el pupilo del dictador decía a los periodistas con inocultable alegría “al hablar de lo suyo”…”felicitadme, he sido ratificado”…

Han sido cuarenta años de servicio eficaz a la democratización del país. Bajo su paraguas se lograron transformaciones sociales que han derivado en una sociedad distinta de la hace cuarenta años en derechos, objetivos, cultura, talantes civiles, comportamientos, perfeccionamiento de la igualdad, desarrollo, adquisición de valores solidarios, etc. Fomentando mentes abiertas y plurales que alumbran un escenario difícilmente reconocible hace cuatro décadas.

La herramienta era y es útil. Quienes no siempre mostraron toda la pericia ni generosidad interpretativa y sentido de estado, fueron los obreros que la manejaron. No vale aproximarse a ella con adanismo estéril, o con urgencias impropias. Es un texto que requiere una reforma importante que contemple las demandas de un presente que cada día tiene menos en común con los momentos de su parto y con muchas demandas no concebibles en momento de su redacción. Y, desde luego subsanar la sevicia cometida con el derecho de la ciudadanía a pronunciarse sobre la forma de estado. Pero la inmensa mayoría de los valores que consagra tienen pleno vigor.

Acomodar la Constitución a la demanda actual, es simplemente reformarla y enmendarla en los aspectos necesarios, para que cumpla su objeto centra, SERVIR AL PAÍS Y A SU CONVIVENCIA... No que el país la sirva y sea sometido a través de ella.


 Antonio Campos Romay

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