Desde
la ínclita Pepa nacida en la Tacita de Plata entre zambras y
fandangos y el eco próximo de algunos bombazos de los invasores
franceses y que en su articulado hablaba con ingenuo
desconocimiento, de los españoles generosos y benéficos, se
sucedieron una granizada de constituciones, un Estatuto real, y el
Fuero de los Españoles, la hoja de parra de la dictadura franquista.
De por medio tres coronas partieron al exilio (Isabel II, Amadeo de
Saboya y Alfonso XIII), amén de dos experiencias republicanas y
entre horas, incontables espadones efímeros, en el siglo XIX tanto
se encaramaban al poder como al tálamo de la lozana Doña Isabel.
En
el periodo constituyente del 78, las dos España machadianas vuelven
a asomar su turbia faz, en medio de un caos económico. ¿Alguien
recuerda boyante nuestra economía?. El virus terrorista envenenaba
la convivencia y cabe recordar que durante la redacción de la
Constitución, ETA asesinó casi 80 personas. El pan nuestro de
cada día, era el llamado rumor de sables, eco de un ejército
franquista con casi todo el generalato protagonista de la “Cruzada”.
Por cierto a los que hoy se escandalizan y rasgan las vestiduras, es
en aquella época cuando alguien tan poco sospechoso de radical, D.
Gregorio Peces Barba, acuña un término que no está nada
desencaminado: “nación de naciones”.
La
Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas del
Congreso, presidida por el diputado centrista valenciano, D. Emilio
Attard (lo que daría pié al juego de palabras del grandioso
cronista parlamentario D. Luis Carandell al calificarlos “Locos de
Attard”), constituyó en su seno la ponencia redactora con un
representante de cada grupo parlamentario. En ese momento, por el
afán de recortar las alas al profesor Tierno Galvan y a su
sempiterna suficiencia escasamente crítica, e incómoda presencia en
el espacio socialista, el PSOE cometió un error de bulto que derivó
por razones técnicas en dejar fuera de la ponencia al grupo vasco.
Con lógica molestia no participaron plenamente en el proceso, algo
que si harían los catalanes. Lo que derivó en que no votasen la
constitución y formalmente se entendiesen fuera del pacto
constitucional, desperdiciándose la oportunidad de incluir en el
proceso al político vasco D. Xavier Arzallus, con gran ascendencia
en el territorio.
El
Presidente Sr.Suárez
se vio en la necesidad, ante la deriva derechista que tomaban los
trabajos y las críticas que se producían, de relevar de la Comisión
al piadoso y puntilloso D. Landelino Lavilla cuyo brazo armado en la
Ponencia era D. Miguel
Herrero, imponiendo al caótico pero mas dúctil Abril
Martorell.
La de 1978 fue
la primera Constitución a la que se llega por consenso (con bastante
de forzado por supuesto), que tenía un antecedente interesante en
los Pactos
de la Moncloa. Quizás en ello resida su larga vigencia, caso
singular en nuestra historia política.
Entre
los grandes escollos estuvo el diseño territorial y ¡cómo no¡…la
Santa Madre Iglesia... Lo de la monarquía y la bandera bicolor había
quedado atado y bien atado por la voluntad omnipresente del
“instrumento
de los planes de Dios sobre la Tierra” que decía D. Isidro
Gomá y Tomás,
cardenal primado de España y la ambigüedad de un PSOE de perfil.
Desde el PCE, D. Santiago Carrillo daría la última vuelta de tuerca
al tema declarando, “La
opción hoy no está entre Monarquía o República, sino entre
dictadura o democracia.”
Desde
el “café para todos” de D. Manuel Clavero, hasta las
preocupaciones económicas del Sr. Fernández Ordoñez; desde “los
dos niveles” que solicitaba el Sr. Herrero de Miñon hasta la
insinuación del Sr. Sánchez de León que intuía la visión de “una
España entre nacionalidades y colonias”, el gabinete suarista
estaba muy dividió. A trancas y barrancas, mas al calor de los
fogones de buenos restaurantes que en sede parlamentaria, no es
gratuita la frase “de grandes cenas están las Constituciones
llenas”, fue avanzando mientras un impulsivo D. Manuel Fraga
recriminaba a un imperturbable Sr. Álvarez de Miranda, presidente
del Congreso…”qué puñetas hacemos aquí, si se está cocinando
todo fuera”…Sería injusto señalar cocineros especiales al
elaborar el menú…pero menos justo sería pasar por alto tres
señalados chefs : D. Alfonso Guerra, D. Fernando Abril y el
perfecto muñidor D. Miquel Roca.
La
fortuna del momento, no todos habrían de ser desasosiegos, deparó
un cardenal Tarancón, que tenía claro “a quien le tengo miedo es
a los políticos de comunión diaria”, reflexión que seguro no
sería ajena a las pintadas reclamando sin ambages “Tarancón al
paredón”. Tenía el apoyo de Pablo VI y en ello se acomodo para
aplacar a los obispos el Presidente Sr. Suarez. La Iglesia española,
y no es descubrir nada nuevo, se resistió de siempre a la laicidad
del Estado y a la autonomía de lo temporal. El nacional-catolicismo
tenía sólido anclaje no solo en las instituciones, sino en muchas
mentes. Y de siempre estuvo sobre la mesa el problema de la enseñanza
confesional, las asignaturas religiosas y las subvenciones por lo que
significaban de ingresos económicos y mediatización de la sociedad.
El cardenal Tarancón se vio obligado a frenar al cardenal D. Marcelo
González y al obispo Sr. Guerra Campos y sus no pocos seguidores que
pretendían condenar el proyecto constitucional. Finalmente la
declaración de la Conferencia Episcopal exponía escueta, “que en
el texto no había nada contrario a la doctrina católica”.
Cuando
los líderes políticos tras el trabajo, sino hecho a la perfección,
al menos finalizado pasaron por la Zarzuela, el Sr. Solé Tura
proclamaba con encomiable optimismo “no hay vencedores ni vencido”.
El centrista Sr. Pérez Llorca, muy centrado saludaba “hemos
salvado los peores escollos”. Y el Sr. Peces Barba, siempre
beatifico “todo hemos ganado”. Por su parte, ya hacia un par de
meses el pupilo del dictador decía a los periodistas con inocultable
alegría “al hablar de lo suyo”…”felicitadme, he sido
ratificado”…
Han
sido cuarenta años de servicio eficaz a la democratización del
país. Bajo su paraguas se lograron transformaciones sociales que han
derivado en una sociedad distinta de la hace cuarenta años en
derechos, objetivos, cultura, talantes civiles, comportamientos,
perfeccionamiento de la igualdad, desarrollo, adquisición de valores
solidarios, etc. Fomentando mentes abiertas y plurales que alumbran
un escenario difícilmente reconocible hace cuatro décadas.
La
herramienta era y es útil. Quienes no siempre mostraron toda la
pericia ni generosidad interpretativa y sentido de estado, fueron los
obreros que la manejaron. No vale aproximarse a ella con adanismo
estéril, o con urgencias impropias. Es un texto que requiere una
reforma importante que contemple las demandas de un presente que cada
día tiene menos en común con los momentos de su parto y con muchas
demandas no concebibles en momento de su redacción. Y, desde luego
subsanar la sevicia cometida con el derecho de la ciudadanía a
pronunciarse sobre la forma de estado. Pero la inmensa mayoría
de
los valores que consagra tienen
pleno vigor.
Acomodar
la Constitución
a
la demanda actual, es simplemente reformarla y enmendarla en los
aspectos necesarios, para que cumpla su objeto centra, SERVIR AL PAÍS
Y A SU CONVIVENCIA... No que el país la sirva y sea sometido a
través de ella.
Antonio Campos Romay
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