El nacionalismo es un movimiento
tan irracional que los no nacionalistas han de poner el doble de racionalidad
cuando pretenden llegar a acuerdos con los adeptos del primero. El
nacionalismo, constructor de ideales colectivos no basados en la realidad, es un
sentimiento, no obedece a razón alguna. De lo contrario no existiría xenofobia,
racismo, segregación, sencillamente porque estas actitudes son el resultado de
la irracionalidad pasional, no de la reflexión, que fácilmente permite
comprender la unidad esencial de los seres humanos.
Cuando dentro de veinte o treinta
años, quizá menos, los protagonistas del movimiento independentista catalán se
vean, comprenderán que no es exactamente historia lo que hicieron, sino una
pérdida más o menos explicable de tiempo. Como ocurre con los ahora veteranos
protagonistas del movimiento del 68, que pedían lo imposible y terminaron
integrándose en el sistema, incluso algunos aprovechándose de él.
El nacionalismo que se atribuye a
un Nkrumah o a un Lumumba no es el que asola ahora a Europa. Los movimientos de
aquellos líderes negros estaban inspirados en la liberación de sus pueblos de
la opresión y depredación por parte de los estados europeos en plena expansión
industrial. Nada menos parecido al nacionalismo croata, catalán o corso, por
poner tres ejemplos.
Cuando se habla, en el caso
catalán, de la necesidad del diálogo entre las partes, falta añadir algo que el
nacionalismo difícilmente puede aportar: razón. Es cierto que el problema
radica en que el nacionalismo catalán cuenta con miles y miles de adeptos,
algunos incluso dispuestos a casi todo para conseguir sus objetivos, pero lo
que no están dispuestos a reconocer esos nacionalistas catalanes es que el
problema radica, antes que contra el estado, en el seno de la propia sociedad
catalana, tan plural como cualquier otra europea, y por lo tanto donde existen
no nacionalistas que se identifican con el concepto de España, su historia y su
presente. ¿Entenderá un nacionalista catalán de hoy que el Estado no va a
permitir que se vulnere la Constitución? Porque si no lo entiende es que no usa
la razón. ¿Entenderá que no hay Estado que permita a la primera de cambio la
segregación de una parte de su territorio? Porque si no lo entiende es que no
usa la razón. Y así sucesivamente.
En cambio, desde posiciones
racionales (dejo a cada cual que incluya aquí a quien considere) sí se puede
entender la pretensión de una parte del pueblo catalán a la independencia de
Cataluña; otra cosa es que lo considere bueno para el colectivo o incluso
viable en el mundo actual. Poner el foco en el caso balcánico es absurdo, pues
una segregación de tal magnitud generó más guerra, muerte y xenofobia que otra
cosa. Y en otros estados no se dan las condiciones de los Balcanes.
Decir por parte de un
nacionalista catalán que no es español es negar la evidencia; podrá decir que
no se siente español porque en él se ha operado una transformación sentimental,
no racional, que le ha llevado a tal situación. A poco que usase la razón, a
poco que meditase y contrastase con otros ese sentimiento, vería que no se
borran de un plumazo siglos de historia, instituciones comunes, lenguas y
costumbres, religión o descreimiento, geografía y economía. No. Es difícil
borrar todo esto de un plumazo… a no ser que se quiera renunciar a la razón y
se dé rienda suelta solamente al sentimiento, que chocará una y mil veces con
la realidad.
Cataluña, durante siglos, ha
servido de articulación a territorios muy diversos de la España que terminó de
construirse en el siglo XIX: los antiguos reinos de Valencia, Mallorca,
Valencia, así como otros territorios que hoy no forman parte de España tuvieron
a Cataluña como centro y argamasa. Incluso cuando a partir del siglo XV los
reinos castellanos (entendidos estos en su sentido amplio) se relacionaron con
catalanes, aragoneses, valencianos, gascones, navarros y provenzales (¿para qué
seguir) Cataluña fue nexo geográfico, pero también económico de todos esos
territorios.
Los momentos de sedición catalana
respecto del conjunto de España que se dieron en el siglo XVII revelaron lo
absurdo de lo que minorías habían pretendido (la unión a Francia) y poco
después Cataluña volvió a la monarquía española, que estuvo hecha de familias
nobiliarias catalanas y castellanas. Cuando el nacionalismo catalán del siglo
XIX se manifestó con toda la fuerza de sus intelectuales, nunca aspiró a la
independencia de una realidad construida durante siglos que se llama España.
Cataluña y Portugal, en el arcano de los tiempos, formaron parte de Hispania…
Pero todo esto no ha de valer a quien en vez de la razón se deja llevar
exclusivamente por sus sentimientos.
Cuando he escuchado en más de una
ocasión al señor Junqueras decir que Cataluña es “un poble”, nada más lejos de
la realidad; Cataluña es un complejo de individuos unidos por instituciones y
leyes que ahora se han dado a sí mismos. No hay un pueblo catalán, como no hay
un pueblo gallego o canario; hay muchas sensibilidades, muchas personas,
divididas por razones de clase (esta sí es una fisura dolorosa) a las que el
nacionalismo niega vigencia. Dialogar sí, pero sin razonar no vale para nada; y
el nacionalismo, desvestido de otros atributos, no obedece a razón alguna, es
puro sentimiento, mudable con los tiempos.
L. de Guereñu Polán.
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