lunes, 22 de julio de 2019

Vergüenza



Quien haya leído los diarios de sesiones de las Cortes Españolas en diversos períodos de su historia, particularmente durante el presente régimen político, II República y régimen de la restauración monárquica, podrá comprobar el grado de mezquindad y de bajeza en que hemos caído en el presente, incomparable con cualquier otra etapa.

Aquí nos encontramos con una derecha en decadencia electoral (pero controla la economía del país) subida a la más alta cima de la ostentación y el descaro. Particularmente es penoso el caso del señor Rivera, totalmente alocado en una huída hacia adelante ante el goteo de bajas que sufre en su partido. “La banda”, ha llamado a los supuestos socios del señor Sánchez en la sesión de investidura de estos días. Ya ha tenido la calificación que se merece por más de uno de sus antiguos conmilitones.

El señor Casado, que ha cosechado el peor resultado de la historia de su partido, con excepción de cuando se llamaba AP y al frente estaba uno de los colaboradores de Franco, no tiene la mínima humildad, antes bien se presenta ante la opinión pública mintiendo y utilizando el dolor de las víctimas del terrorismo para intentar réditos electorales. Dejemos aparte el bajo nivel intelectual de sus intervenciones.

En cuanto al líder de Podemos, o como se llame, ha venido a la política española a emponzoñarla, y razón tiene el señor Sánchez con no quererle ver ni en pintura, menos formando parte de un gobierno. Amenazas, chulerías, inexactitudes, consideraciones bochornosas jalonan sus intervenciones (quiero recordar aquí lo de “casta” y “cal viva” en pretendidas acusaciones al Partido Socialista).

El propio señor Sánchez, que tiene que hacer verdaderos equilibrios para mantener el decoro, incurre en torpezas como la de autorizar a más de sesenta diputados para que pidan a otros la abstención en su investidura. ¿No se puede hacer esto desde la tribuna pública?

Al señor Iglesias no le interesa otra cosa que no sea lo que ya hizo en la Universidad: el activismo de baja estofa, el matonismo y la sobreactuación en todas cuantas veces interviene. Ese gesto fingido de enfado, ese rictus de seriedad increíble, esas falsedades sobre lo que el Partido Socialista ha hecho (bien y mal) a lo largo de los años de la presente democracia española…

A Iglesias, Rivera, Rufián, Casado y toda la panoplia de minorías de uno o dos diputados por partido que conforman el Congreso, no les interesan las pensiones de los eméritos, ni el Pacto de Toledo, ni la reforma laboral, ni la política de vivienda ni de energía, ni las cuestiones del medio ambiente, ni la sanidad o la escuela pública, ni la influencia de España en la paz del mundo, ni las medidas que deben tomarse para la parte de España que todavía es infecunda, ni tantas cosas que son la esencia misma de la política. A los mencionados les interesa la bronca, el ser brutos en la tribuna de oradores, el entrar en espirales inútiles que nada dicen a los españoles, salvo a unos pocos morbosos.

Unos están por vulnerar la Constitución, otros por tapar los casos de corrupción, otros por justificar la infamia, otros allegar a su provincia algún rédito en forma de inversiones (como los procuradores del franquismo y de la Edad Media, que por eso se llamaban procuradores). La extrema derecha se frota las manos porque el partido con más tradición democrática de España tiene enfrente a casi 150 diputados, mientras los doscientos restantes pierden el tiempo (o se lo hacen perder) con sesiones interminables para no decir ni hacer nada útil. Vergüenza.

Escribo esto, como es notorio, cuando no sé el resultado de la sesión de investidura, pero sea cual fuere el mal ya está hecho. Y si se forma un gobierno de coalición con personas que no tienen ni idea de cómo funcionan estas cosas en la vieja Europa de las libertades y del socialismo, nos esperan sobresaltos, ridículos e incertidumbres que la mayoría de los españoles no merecen.

¿Qué es eso de intentar imponer al candidato a la presidencia los ministros que ha de nombrar? Es una facultad que otorga a aquel el artículo 100º de la Constitución. Pero es que quienes la han combatido hasta antes de ayer, la enarbolan ahora y la vuelven a olvidar cuando les interesa. Uno quiere ser ministro y para qué es lo de menos, el otro quiere imponer, un tercero amenaza… Vergüenza.

L. de Guereñu Polán.



No hay comentarios: