Creo que España vive un
mal momento política e institucionalmente, aparte los problemas sin resolver,
que no son pocos, y las veleidades que a la economía mundial se le ocurran.
Creo también que hay un
buen número de dirigentes políticos que viven del cuento sin aportar gran cosa
al bien de la comunidad. Esquerra Republicana es responsable de no haber dado
su aprobación a los presupuestos en la última legislatura, con lo que hubo que
convocar elecciones de nuevo que no han traído sino un ascenso notable del PP,
un ascenso espectacular de Vox, la entrada en el Parlamento español de las CUP
y la pérdida de escaños para la propia Esquerra, el Partido Socialista y
Podemos. No he oído a ningún dirigente de Esquerra hacer autocrítica sobre su
maniobra para que España no tuviese unos presupuestos sociales, a pesar de
llamarse como se llama: es una “izquierda sui generis”.
Al señor Iglesias lo
único que le interesa es ser ministro y colocar a alguno de los suyos, no la
gobernanza del país y su progreso. Por eso no respetó que gobernase el partido
que había ganado las elecciones y –con Esquerra- propició unas nuevas
elecciones con el resultado ya dicho.
Hay algunos “históricos”
del socialismo que parecen también vivir del cuento: si se han pronunciado las
bases de acuerdo a una consulta hecha por la dirección del partido ¿a qué viene
ahora un “manifiesto” para decir que no están de acuerdo con lo que aquellas
bases ya se han pronunciado? ¿o es que esos “históricos” son más importantes
que miles de socialistas en España? Una manía a la que no renuncian quienes ya
no están al mando de nada, pero tienen la capacidad de molestar todo lo que
pueden. Incluso me parece entrever una suerte de odio en algunos de ellos,
contra un Secretario y Presidente, el señor Sánchez, a quien se le han puesto
más obstáculos que a nadie en la democracia española.
No soy un entusiasta
del pacto entre el Partido Socialista y Podemos, ya que, como le ocurre al
Presidente Sánchez, no me fío del señor Iglesias y de sus allegados (otra cosa
es el conjunto de dicha organización), pero no veo otra salida si la derecha y ¿por
qué no la otra izquierda? no permiten gobernar en minoría y en solitario al
Partido Socialista, ganador de las elecciones, que para mí es la mejor opción,
la más coherente y la menos compleja.
Esquerra no quiere
investir al señor Sánchez; lo que quiere es tener al Estado débil (aunque sus
dirigentes dicen “un PSOE débil). Cuanto más débil sea el Estado, más
posibilidades de tener a la sociedad nacionalista catalana movilizada y, por lo tanto, en jaque
al Estado. No es posible, según lo veo yo, una negociación de Gobierno a Govern, como no es posible aceptar un
referéndum que ni el artículo 2º de la Constitución permite ni un partido de
gobierno puede admitir. Ningún estado prevé en su Constitución la posibilidad de
descomponerse en partículas. Si Esquerra ha planteado esto para la galería el
tiempo lo dirá. Si se empeña en imponerlo, creo que el Partido Socialista y el
Gobierno en funciones no pueden aceptarlo. Sería ilegal, sería impolítico y
sería malo para el conjunto de los españoles, incluidos, claro está, los
catalanes, muchos de los cuales tienen a gala ser españoles como los que más.
Hay un sentimiento
romántico entendido en el peor sentido de la palabra en los señores Junqueras,
Rufián y compañía (el caso de los del señor Mas y Puigdemont ya es otra cosa).
Dialogar no es suficiente si al mismo tiempo no se razona: si Esquerra no es
capaz de comprender que el Estado no puede aceptar determinados presupuestos
disolventes, no hay mucho más que “dialogar”. En cuyo caso se podría entrar en
un proceso –malo también pero quizá necesario- de pactar con todo aquel que
quiera defender la integridad de España primero, la gobernanza del país después
y el mantenimiento de la democracia (en sus diversas versiones) por fin.
L. de Guereñu Polán.
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