En una obra de Pardo
Bazán la autora dice que debía combatirse el que la población tuviese
esperanzas en cuestiones políticas que desconocía, lo que me suena a la
situación actual con el cúmulo de asuntos que tienen el mínimo interés para la
solución de los problemas de la gente, mientras los responsables públicos se
pasan días y más días reunidos con objetivos totalmente evanescentes.
En otra obra, esta de
Pereda, de título Pedro Sánchez, el
protagonista, hombre honrado, contrasta con la época en la que vive, lastrada
por la corrupción de políticos, empresarios, banqueros y demás personajes que
han hecho sus fortunas ilícitamente. El mismo Pereda habla de los que aspiraban
al poder sin tener preparación, pero el relumbrón que aquel les daba permitía
su medro en otras esferas de la vida: las relaciones sociales, los negocios,
etc.
Si uno se adentra en los
escritores de las últimas décadas del siglo XIX, encuentra tantos parecidos con
la situación actual de España, que parece no haya transcurrido más de un siglo,
como no sea que la población está más informada, sobre todo de pequeñeces,
gozamos de medios técnicos sofisticados y vivimos frenéticamente. Hay dos
personajes de ficción de doña Emilia, Trampeta y Barbacana, que luchan uno
contra el otro sin más ciencia que ambos son caciques sin ideología que les
distinga.
Viene esto a cuento de
las muchas horas que, desde hace unos cuatro años, emplean los responsables
públicos en discutir si tal comunidad constituye una nación o no. Entrar en un
tema que debo dejar para los expertos (juristas e historiadores) hace que no me
pronuncie taxativamente, pero sí diré lo que, a no dudar, todos han considerado
naciones: los pawnee, que habitaron y quizá habitan en el estado de Nebraska, fueron
una nación, como los cheyenne, los sioux y otros grupos de Norteamérica. Fueron
nación los arévacos y los turdetanos, los vacceos y los edetanos, y así lo reconocieron los conquistadores romanos en su época. Fueron nación los guanches
y otros que tenían su cultura definida, se reconocían como iguales (aún con
diferencias de jerarquía y riqueza) y se definían por oposición a los que
venían de fuera.
Pero en los casos de Madrid,
Baleares, Eukadi o Cataluña, por poner solo algunos ejemplos ¿cómo se podrá
hablar de naciones si son el resultado de miles de murcianos, gallegos,
aragoneses, rosellonenses, valencianos y andaluces, además de los naturales de
cada uno de esos países? Véase que
también yo me he visto involucrado en el absurdo de discutir este absurdo, y es que todo nos envuelve y envenena.
En cambio sí hay
cuestiones que interesan, y mucho, a la población de unas “naciones” y otras en
esta nuestra España, como es el caso de la paulatina desaparición de las
explotaciones carboníferas, con la reconversión subsiguiente que será
necesaria, las necesidades de las zonas despobladas de España, que son muchas y
muy extensas, que no tienen servicios básicos y han de desplazar a sus niños
varios kilómetros para asistir a la escuela. Y es de gran interés qué hemos de
hacer con los inmigrantes que llaman a nuestra puerta y que quizá sean la
salvación para las pensiones de los vienen detrás de mí (de medio millón de
demandas de asilo en la Unión Europea, una cuarta parte compete a España). Y es
importante saber qué haremos con una enseñanza de calidad que el mundo moderno
demanda y que hoy reclaman para sí los empresarios privados.
Es importante también
qué haremos con nuestros desempleados, pues no es lo mismo que reciban un
subsidio que se queden en la miseria, y es necesario saber, como señaló
recientemente Javier Solana, si la transición energética se va a hacer con
criterios de equidad y afectará o no al crecimiento económico; porque se puede
actuar a las bravas o ayudar a los sectores de la población afectados con un “fondo
para la transición justa”.
Y creo que es del
máximo interés saber si, a medio plazo, el Estado va a contar con una banca pública,
además del Instituto de Crédito Oficial, dado el comportamiento que viene
observando la banca privada, con crisis periódicas y el recurso fácil al dinero
de todos. Veremos qué caminos se articulan para gravar a los grandes
especuladores, a las transacciones financieras, a los que manejan el dinero a
raudales, pues tienen instrumentos en sus manos para hacer fracasar todo
intento poco pensado por parte del Estado.
Todo esto nada tiene
que ver con el tacticismo de Esquerra y la ambición del señor Iglesias Turrión,
pero tampoco tiene nada que ver con las ínfulas de contentar al nacionalismo de
los socialistas de Cataluña (donde hay catalanes y de otras “naciones”).
Recuerdo unas palabras escritas por Galdós en las que habla de un tipo de gente
que posee el arte de hacer amable su conducta viciosa (véanse a los dirigentes
del Partido Popular). Hay demasiados “responsables públicos” sin ningún ideal
ni miras elevadas (vuelvo a tomar las ideas de Galdós), veo a no pocos
arrimados al poder fácil que aparentan energía social y solo son materia inerte
que no sirve para nada…
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario