viernes, 10 de enero de 2020

El señor Sánchez y su Gobierno


Fueron los judíos de la antigüedad los primeros que se dieron cuenta de que para que existiese Dios era necesario que hubiese uno solo, si existían varios, con diversos atributos, difícilmente podrían ser todopoderosos porque tendrían que compartirlos. Con las vicepresidencias del nuevo Gobierno pasa lo mismo, todas quedan devaluadas al existir cuatro; pero en fin, el señor Presidente sabrá el por qué de esta fórmula que por ahora, para lo único que ha servido, es para dar alpiste en las tertulias de televisión.

A mí me gustaba más el Gobierno saliente, el hasta ahora en funciones, porque era coherente y estaba formado por personas del Partido Socialista o próximas a él, no había nadie que hubiese combatido con malas artes al partido que ahora le reconoce como socio. Pero como no había forma de que un Gobierno echase a andar con todas las de la ley si un personaje peculiar no entraba en él, hubo que hacer lo inimaginable para darle satisfacción. Y dicho personaje peculiar se hace acompañar ahora de su cónyuge, tanto en el hogar familiar, como en el escaño del Congreso y en el Consejo de Ministros. Por ahora ningún otro familiar del personaje peculiar ha sido promovido.

A mí, como al Presidente, me quita el sueño que el señor Iglesias Turrión esté en el Gobierno, tentado permanentemente por ser más que nadie, en conciliábulos con los ministros de su partido, intentando dar siempre la sensación de que los suyos son más de izquierdas y progresistas que los demás. Tampoco me gustan los políticos que saltan de su escaño para dar besos en público, lloran como niños ante cualquier efeméride, se comportan teatralmente y cambian con tanta rapidez de unas estrategias a otras: ya ha tenido sus jirones el señor Iglesias Turrión al defraudar a unos y otros, lo que le ha costado perder la mitad de los escaños en el Congreso de los Diputados en poco tiempo.

Las pocas competencias de los ministros inspirados por quien venimos hablando pueden invitar a la tranquilidad, pero darán más tiempo al “jefe” para pensar en estas u otras perrerías.

Otra cosa es anunciar los nombres de las ministras y sus correspondientes varones a cuenta gotas, sobre todo sin antes haberlo anunciado al Jefe del Estado. He visto al señor Sánchez muy despistado en algunos casos: diciendo “Podemos es un partido a la izquierda del Partido Socialista” (lo que está por demostrar), “España es una nación de naciones”, “a Puigdemont lo voy a traer yo…” y otros jardines por el estilo.

El Gobierno que nace es débil, tiene muchos frentes abiertos y uno, como queda dicho, en su propio seno. Por mucho que se diga que no se ha de judicializar la política, lo cierto es que la Justicia va a seguir actuando en todo aquello que es de su competencia, de oficio o a instancia de parte. Esto parece que lo ha entendido Esquerra Republicana, pero no así los herederos del señor Pujol, que también tiene ante la Justicia no pocos contenciosos. Cada nuevo pronunciamiento judicial puede ser un sobresalto para el Gobierno si Esquerra, por ejemplo, no da su voto a los Presupuestos del Estado, pues ya ha demostrado que no le importa sean sociales o no, e incluso hay diputados de dicho partido a los que no importa la gobernabilidad de España (dicho en la tribuna de oradores del Congreso).

La “mesa” que se reunirá por primera vez dentro de unos días, entre miembros de los dos Gobiernos (del Estado y Cataluña) puede discutir de lo divino y de lo humano, pero también puede no llegar a acuerdo alguno, lo que sería mejor para que no hubiese que someter a consulta ninguna tontería a la población (ya se me dirá el tenor de la pregunta que se haría y que implicaciones jurídicas tendría, políticas están claras, pero a mí me parece que se complicarían más las cosas). Creo que no queda otra que esperar a que una nueva promoción de dirigentes nacionalistas en Cataluña, vuelva al “seny” ahora secuestrado.

Hay que hacer una nueva distribución de los recursos financieros de las Comunidades Autónomas, lo que está entreverado del problema planteado por los nacionalistas catalanes, pero también con la visión localista de otros dirigentes regionales.

Hay que estar al tanto de la evolución de la economía en el planeta, lo que repercute en el último rincón del mundo, mucho más en un país europeo como España. La economía depende en parte de la paz, y no está asegurada en ningún momento, sobre todo con regímenes teocráticos y dirigentes como Putin o Trump. ¿Qué papel va a jugar Europa y España en la preservación de la paz en el mundo?  Hasta ahora más bien poco.

A salvo quedan las políticas sociales, algunas de las cuales tendrán que ser diferidas en el tiempo, y las que garanticen derechos a la población y a las minorías, entre otras los inmigrantes, donde estarán con la espada afilada las derechas españolas, siempre tan poco amigas de la democracia (asumido formalmente el concepto). En cuanto a educación y cultura, ahí será la que tiene grandes intereses en ello la de la espada, la sacrosanta Iglesia, y está pendiente ver si el actual Gobierno denuncia de una vez los acuerdos del año 1979 con el Vaticano.

Ya se ve que la exhumación del cadáver de Franco y su inhumación en un lugar discreto, levantó una polvareda pasajera y ya no se acuerda nadie de ello. Estas cosas son importantes para un momento, pero queda por reparar a tantos miles de víctimas que aún no han visto resarcido el honor de sus deudos.

Ya he dicho en alguna ocasión que mi escepticismo está muy desarrollado en cuanto a la política real, no en cuanto al nivel intelectual del asunto, por lo que un Gobierno progresista (ya no se dice de izquierdas) me alegra respecto de otro de derechas, pero para que no haya próximamente uno de estos es necesario que aquellos no cometan tantos errores que pierdan la menguada confianza de la gente. Veremos.

L. de Guereñu Polán.

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