sábado, 11 de enero de 2020

AIRES DE FRONDA. Antonio Campos Romay*

El principal problema de este gobierno es conciliar la estabilidad política con la satisfacción de las demandas de justicia social y la armonización de los temas territoriales, caso de Cataluña en plena efervescencia y algún otro, en estado incipiente. Casi nada. Y todo ello sorteando las lógicas impaciencias de una ciudadanía harta ya de conceder crédito y las asechanzas continuas de un bloque de formaciones de derecha extrema que se disputan entre si la firma del mayor radicalismo.
Una derecha extrema acostumbrada a manejar a su antojo la economía, y siempre como apéndice servil de intereses foráneos. Que registra como patrimonio su derecho al monopolio de la finca llamada España, sus símbolos e Instituciones, incluida la Corona. Que cuenta con el benévolo apoyo de la Iglesia, lo que le confiere el respaldo de su capacidad propagandística a cambio de ser su voz política. Que con notoria impudicia pretende apuntarse tácitamente el beneplácito de unas FFAA que creen más proclives a su “modelo social”, reduciéndolas groseramente a un papel a instancia de parte. Quizás no sea ajeno a ello el tener en sus filas varios generales en situación de retiro, reconvertidos en activistas políticos.
Donde gobierna la actual derecha extrema, su prioridad febril es desmontar todo aquello que huela a políticas de humanización, de solidaridad, medioambientales o de justicia social. O en otras esferas, por vía de ejemplo, el caso de la funesta Sra. de Cospedal cuando ejerció de ministra de Defensa, enturbiando la despolitización acometida de FFAA en orden a su profesionalización. Algo que las reconcilió con el afecto de la sociedad.
Cuando la derecha extrema (adición de las tres derechas) se aferra a la cantinela de la España “eterna”, a la conjura comunista, a la supuesta conspiración para romper la unidad del territorio, de camino, cada día con menos pudor, aprovechan con dialéctica simplista presentar al franquismo como un régimen paternal, casi democrático, que derramó venturas y glorias sobre el país, fiel aliado de Occidente frente al comunismo, ofreciéndose sibilinamente en tiempos de nostalgia como continuadores de tal edén. Ocultase cínicamente la catástrofe que fue tumba de cientos de miles de compatriotas y viacrucis de sudor y sangre de varias generaciones.
Decía D. Salvador de Madariaga que “todos los españoles tenemos una proclividad secreta hacia la dictadura” Algunos en esta democracia tanto tiempo ansiada, en algún momento pueden tener tentación de las viejas inclinaciones, algo que esperan diligentes los más rancios voceros de la reacción. Fenómeno que no es asilado y tiene antecedentes en nuestro entorno comunitario.
Asistimos por diversas vías a la satanización del gobierno de coalición encabezado por el Sr. Sánchez como caballo de Troya de un proceso revolucionario. Se repetirán los esfuerzos para el deterioro de la convivencia, a lo que algún sector del independentismo catalán no ahorrará su colaboración entusiasta en orden a demostrar, -contando para ello con un gigantesco aparato audiovisual y de redes sociales-, que el gobierno es incapaz de asegurar los intereses socioeconómicos comunes, o los derechos ciudadanos.
Con histeria buscan prosélitos para deslegitimar un gobierno que incluso antes de nacer, tanto en sus actores como en sus políticas tachan sin rubor de felón y traidor a España, (su “España”, minúscula, especuladora, de granjería), e incapaz de administrar el país (su país, predio privado). Desbaratar al ejecutivo es la tarea de una trama más que tácita, económica-política-mediática-judicial-clerical… Un frente articulado desde la visceralidad, la indignación fomentada de forma artera, la inquietud y la zozobra ciudadana.
No son horas propicias a que la anécdota anule la categoría, ni que lo intestino dicte comportamientos. Al Sr. Rodríguez Zapatero le decían ¡no nos falles!...Hoy son muchos los sectores sociales que en esta nueva cita trascendente para nuestra historia, se unen conteniendo la respiración en un grito mestizado de angustia y esperanza, ¡NO NOS FALLEIS!
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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