El
principal problema de este gobierno es conciliar la estabilidad
política con la satisfacción de las demandas de justicia social y
la armonización de los temas territoriales, caso de Cataluña en
plena efervescencia y algún otro, en estado incipiente. Casi nada. Y
todo ello sorteando las lógicas impaciencias de una ciudadanía
harta ya de conceder crédito y las asechanzas continuas de un bloque
de formaciones de derecha extrema que se disputan entre si la firma
del mayor radicalismo.
Una
derecha extrema acostumbrada a manejar a su antojo la economía, y
siempre como apéndice servil de intereses foráneos. Que registra
como patrimonio su derecho al monopolio de la finca llamada España,
sus símbolos e Instituciones, incluida la Corona. Que cuenta con el
benévolo apoyo de la Iglesia, lo que le confiere el respaldo de su
capacidad propagandística a cambio de ser su voz política. Que con
notoria impudicia pretende apuntarse tácitamente el beneplácito de
unas FFAA que creen más proclives a su “modelo social”,
reduciéndolas groseramente a un papel a instancia de parte. Quizás
no sea ajeno a ello el tener en sus filas varios generales en
situación de retiro, reconvertidos en activistas políticos.
Donde
gobierna la actual derecha extrema, su prioridad febril es desmontar
todo aquello que huela a políticas de humanización, de solidaridad,
medioambientales o de justicia social. O en otras esferas, por vía
de ejemplo, el caso de la funesta Sra. de Cospedal cuando ejerció de
ministra de Defensa, enturbiando la despolitización acometida de
FFAA en orden a su profesionalización. Algo que las reconcilió con
el afecto de la sociedad.
Cuando
la derecha extrema (adición de las tres derechas) se aferra a la
cantinela de la España “eterna”, a la conjura comunista, a la
supuesta conspiración para romper la unidad del territorio, de
camino, cada día con menos pudor, aprovechan con dialéctica
simplista presentar al franquismo como un régimen paternal, casi
democrático, que derramó venturas y glorias sobre el país, fiel
aliado de Occidente frente al comunismo, ofreciéndose sibilinamente
en tiempos de nostalgia como continuadores de tal edén. Ocultase
cínicamente la catástrofe que fue tumba de cientos de miles de
compatriotas y viacrucis de sudor y sangre de varias generaciones.
Decía
D. Salvador de Madariaga que “todos los españoles tenemos una
proclividad secreta hacia la dictadura” Algunos en esta democracia
tanto tiempo ansiada, en algún momento pueden tener tentación de
las viejas inclinaciones, algo que esperan diligentes los más
rancios voceros de la reacción. Fenómeno que no es asilado y tiene
antecedentes en nuestro entorno comunitario.
Asistimos
por diversas vías a la satanización del gobierno de coalición
encabezado por el Sr. Sánchez como caballo de Troya de un proceso
revolucionario. Se repetirán los esfuerzos para el deterioro de la
convivencia, a lo que algún sector del independentismo catalán no
ahorrará su colaboración entusiasta en orden a demostrar, -contando
para ello con un gigantesco aparato audiovisual y de redes sociales-,
que el gobierno es incapaz de asegurar los intereses socioeconómicos
comunes, o los derechos ciudadanos.
Con
histeria buscan prosélitos para deslegitimar un gobierno que incluso
antes de nacer, tanto en sus actores como en sus políticas tachan
sin rubor de felón y traidor a España, (su “España”,
minúscula, especuladora, de granjería), e incapaz de administrar el
país (su país, predio privado). Desbaratar al ejecutivo es la tarea
de una trama más que tácita,
económica-política-mediática-judicial-clerical… Un frente
articulado desde la visceralidad, la indignación fomentada de forma
artera, la inquietud y la zozobra ciudadana.
No
son horas propicias a que la anécdota anule la categoría, ni que lo
intestino dicte comportamientos. Al Sr. Rodríguez Zapatero le decían
¡no nos falles!...Hoy son muchos los sectores sociales que en esta
nueva cita trascendente para nuestra historia, se unen conteniendo la
respiración en un grito mestizado de angustia y esperanza, ¡NO NOS
FALLEIS!
*Antonio
Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
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