sábado, 30 de mayo de 2020

Malo


Si la ministra de Defensa dice que no hay riesgo de insubordinación en la Guardia Civil, malo. Y peor lo que se puede leer en la prensa a partir de declaraciones de miembros de la Guardia Civil, un cuerpo al que supongo totalmente alejado de tentaciones como la que la llevó en 1981 a hacer el ridículo y hacérselo pasar a España internacionalmente.

A ello hay que añadir la estupidez de un vicepresidente del Gobierno que no sabe qué implica el cargo que tiene (“cierre la puerta al salir”, dijo a un diputado cuando abandonaba una sesión parlamentaria). El vicepresidente, un actor empedernido que no puede evitarlo, se reía como si hubiese dicho algo realmente importante. Un diputado, del partido que sea, tiene su dignidad, y no se le puede decir desde la mesa presidencial que cierre la puerta; el estúpido es el que lo dice. Pero habiendo surgido de la nada una portavoz parlamentaria del Partido Popular, que insulta a quien le da la gana, el vicepresidente no iba a ser menos en cuanto a protagonismo y está empeñado en que no se lo roben: cueste lo que cueste.

Leo que la Guardia Civil tiene su propia atención sanitaria y su propio clero (poco hemos avanzado en este campo) y que “la cúpula [de la Guardia Civil] representa la institución”. Nada más falso: el que representa es porque cuenta con la confianza de los representados; la jerarquía no representa a un cuerpo, aunque lo mande; son cosas distintas. Otra sandez es decir, como se ha publicado, que si un miembro de la cúpula se siente despreciado, también lo es “el último guardia”. Ni mucho menos: cada individuo tiene su propia visión de las cosas, y no ha de verse concernido en lo que le ocurra al jefe cuando, en ocasiones, esto incluso puede ser deseado por el subordinado.

La derecha montaraz que tenemos ha orquestado una campaña de insidias contra el Gobierno de España aprovechando que un ministro ha sustituido a uno o varios cargos de libre designación, cuando la esencia de la libre designación es precisamente esa, que se cesa también libremente, sin tener que dar cuentas a nadie, salvo en caso de delito o falta grave.

Otro guardia civil dice que en la jerarquía del cuerpo no debiera haber injerencia “de los políticos”, entendido que tampoco del Gobierno, con lo que ya tendríamos a un organismo armado al margen de la autoridad del Estado. Es el colmo; la falta de formación de algunos clama al cielo, y clama más cuando algún guardia dice que “cuando llega un director o directora general le ceden [literal] el papel protagonista, le dejan que vaya a los desfiles, que dé los discursos… pero al mismo tiempo le ponen muy claro que allí no manda”. Más colmo y más miseria porque es negar la supremacía del poder civil sobre cualquier otro, es decir, el poder del pueblo sobre cualquier otra soberanía que pudiera existir, y que en un sistema democrático no existe.

Si el jefe de la Guardia Civil de Madrid, nombrado por libre designación, ha de realizar un informe, tiene la obligación de consultar a sus superiores el contenido del mismo, aunque dicho informe lo pida un juez; cosa muy distinta a si un guardia civil (o cualquier funcionario) en tanto que funcionario, es reclamado por un juez para que dé informe sobre algo: aquí no tendrá que consultar a nadie y actuará conforme a su responsabilidad.

Algún guardia se ha quejado de que un jefe de gabinete sea civil en vez de un militar (la Guardia Civil tiene este carácter), como si dichos nombramientos tuviesen que ser consultados a alguien. Las decisiones de un ministro las toma bajo su responsabilidad y no tiene que informar a ninguna “cúpula” de ningún cuerpo, armado o no.

Leo, por último, que Rodolfo Martín Villa (no precisamente un demócrata) ha recordado en repetidas ocasiones que en una reunión de mandos de la Guardia Civil se dijo: “en España hay 18 comunidades, 17 y la Guardia Civil”. Pues no, hay 17 y dos ciudades autónomas; la Guardia Civil es un instrumento del Estado para obedecer al Gobierno, no para imponerle nada. La época de Martín Villa ya no es esta aunque pueda parecerlo.

L. de Guereñu Polán.

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