lunes, 22 de junio de 2020

Cosas de reyes


Hubo al menos un rey en la Edad Media que abandonó el trono para entrar en un monasterio. Al parecer lo suyo era orar. No pocos usurparon el trono por considerar que eran merecedores del mismo y no del que lo ocupaba; algunos fueron asociados al trono en vida de sus predecesores para dejar las cosas mejor atadas… generalmente con poco resultado. Hubo reyes crueles, uno al menos se autotituló sabio, los ha habido santos para la Iglesia católica; ha habido reyes hipocondríacos (el primer Borbón español, por ejemplo) y otros que reinaron tan poco tiempo que solo estuvieron en el trono unos meses.

Hubo reyes que se eternizaron en el trono, ya porque gozaron de una excelente salud o porque se pertrecharon bien de colaboradores con el objeto de no sucumbir a las traiciones. Hubo reyes que fueron ungidos por el papa de turno, a otros no les importó ese ritual, pues se tomaron el poder por su cuenta. Hubo reyes que tuvieron la corona en muy alta estima y ejercieron el poder con un gran sentido de sus obligaciones de justicia, pero otros fueron simples tiranos, terminando en ocasiones de la misma forma que habían accedido al trono.

Ha habido reyes guerreros (en la antigüedad era norma, pues el rey cortesano es cosa muy posterior) y otros eligieron someterse al poder de un emperador con tal de conservar lo que éste les dejase. Hubo reyes nombrados por un familiar poderoso, como hizo Bonaparte con sus hermanos e incluso con aduladores de primera fila. Ha habido reyes indolentes, dominados por sus esposas o barraganas, otros han sido enérgicos e incluso justicieros.

Ha habido reyes que subieron al poder ganando unas elecciones y luego convirtiendo su persona en el origen de una dinastía. En América la monarquía brasileña tras la independencia de la metrópoli portuguesa fue mucho más liberal que la república que le siguió, dominada por criollos embrutecidos o corruptos. En México hubo dos emperadores, pero en ambos casos duraron poco; el primero tuvo que exiliarse aunque con una pingüe pensión, y el segundo terminó ante un pelotón de fusilamiento.

Ha habido reyes-soldado, como un bisabuelo del actual rey de España; un tatarabuelo, también rey, fue tenido por “pacificador”, solo porque durante su reinado se puso fin a una de las guerras civiles a las que los españoles estuvimos tan acostumbrados. Ha habido reyes ineptos (y reinas) que no entendieron el tiempo que les tocó vivir queriendo alargar formas e instituciones antiguas y obsoletas.

Reyes ha habido que, al mismo tiempo, han sido emperadores, pagando los naturales de sus reinos la condición imperial del soberano. Otros reyes sumieron a sus países en la bancarrota, aunque en sus posesiones no se pusiese nunca el sol. Ha habido reyes piadosísimos, cristianísimos, muy católicos e incluso reformadores de costumbres y creencias.

Algunos reyes han sido considerados como los mejores alcaldes de la ciudad donde residía su corte; otros en cambio han preferido la caza o los viajes, el coleccionismo o los bailes y festejo frecuentes. Un rey, al menos, creyó ser el mismísimo Estado, e incluso fue apodado Re, como el dios-sol de los egipcios, o quizá Atón… Ha habido reyes que fueron echados de sus tronos, en Francia, España, Grecia, Portugal, Italia… y otros fueron decapitados, como en Inglaterra y en Francia. Los ha habido que colaboraron con el nazismo o estuvieron tentados a hacerlo. Otros se mantuvieron firmes defendiendo las instituciones de sus pueblos.

Ha habido reyes muy dados a la lascivia, otros a la gula; algunos han padecido de gota por abusar de las mesas repletas de faisanes y venados. Algunos reyes han tenido que peregrinar por varios países hasta encontrar un palacio digno para sus últimos años y al fin la muerte.

En España tenemos un rey joven que tiene mucha experiencia, pues estuvo educado para tan alta magistratura desde su más tierna infancia. Su padre, que empezó la andadura en la vida pública de la mano de un dictador sanguinario, inició su reinado con gran temor por si no era aceptado: quizá la izquierda lo vio con recelo porque no tenía clara cuál iba a ser su política; quizá la extrema derecha no aceptó que traicionara el juramento de mantener a España en un régimen de oprobio y vileza. Pero poco a poco los aparatos del poder, los principales partidos políticos, la prensa y la televisión, las instituciones en general, empezaron a decir de él que era campechano, como sus ascendientes, que era un demócrata de toda la vida, que no nos lo merecíamos, etc.

Ahora anda este rey (emérito, dicen) enfrascado en acusaciones muy graves sobre dineros cobrados (en abundancia) valiéndose de su condición de jefe del Estado. Antes ya había dado muestras de su afición a la caza internacional, a dejar furtivamente su puesto para aparecer en cualquier sabana del mundo, y no entro en menudencias que han caracterizado a todo rey que se precie (o casi).

No nos merecemos los españoles, o la mayoría, que el mayor de los Borbones vivo se haya comportado de esa manera, a lo que quizá debamos dar crédito porque el interesado no ha dicho ni mu. ¿No merecemos los españoles una explicación sobre lo que un tribunal o una fiscalía suizas, española ahora, están denunciando e investigando?

Todo lo anterior son cosas de reyes, pero lo del mayor de los Borbones vivos está muy mal si no se desmiente y demuestra que su honor está a salvo. Por ahora no lo está.

L. de Guereñu Polán.


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