Hubo al menos un rey en
la Edad Media que abandonó el trono para entrar en un monasterio. Al parecer lo
suyo era orar. No pocos usurparon el trono por considerar que eran merecedores del
mismo y no del que lo ocupaba; algunos fueron asociados al trono en vida de sus
predecesores para dejar las cosas mejor atadas… generalmente con poco
resultado. Hubo reyes crueles, uno al menos se autotituló sabio, los ha habido
santos para la Iglesia católica; ha habido reyes hipocondríacos (el primer
Borbón español, por ejemplo) y otros que reinaron tan poco tiempo que solo
estuvieron en el trono unos meses.
Hubo reyes que se
eternizaron en el trono, ya porque gozaron de una excelente salud o porque se
pertrecharon bien de colaboradores con el objeto de no sucumbir a las
traiciones. Hubo reyes que fueron ungidos por el papa de turno, a otros no les
importó ese ritual, pues se tomaron el poder por su cuenta. Hubo reyes que
tuvieron la corona en muy alta estima y ejercieron el poder con un gran sentido
de sus obligaciones de justicia, pero otros fueron simples tiranos, terminando
en ocasiones de la misma forma que habían accedido al trono.
Ha habido reyes guerreros
(en la antigüedad era norma, pues el rey cortesano es cosa muy posterior) y
otros eligieron someterse al poder de un emperador con tal de conservar lo que
éste les dejase. Hubo reyes nombrados por un familiar poderoso, como hizo
Bonaparte con sus hermanos e incluso con aduladores de primera fila. Ha habido
reyes indolentes, dominados por sus esposas o barraganas, otros han sido enérgicos
e incluso justicieros.
Ha habido reyes que
subieron al poder ganando unas elecciones y luego convirtiendo su persona en el
origen de una dinastía. En América la monarquía brasileña tras la independencia
de la metrópoli portuguesa fue mucho más liberal que la república que le
siguió, dominada por criollos embrutecidos o corruptos. En México hubo dos
emperadores, pero en ambos casos duraron poco; el primero tuvo que exiliarse
aunque con una pingüe pensión, y el segundo terminó ante un pelotón de
fusilamiento.
Ha habido
reyes-soldado, como un bisabuelo del actual rey de España; un tatarabuelo,
también rey, fue tenido por “pacificador”, solo porque durante su reinado se
puso fin a una de las guerras civiles a las que los españoles estuvimos tan
acostumbrados. Ha habido reyes ineptos (y reinas) que no entendieron el tiempo
que les tocó vivir queriendo alargar formas e instituciones antiguas y
obsoletas.
Reyes ha habido que, al
mismo tiempo, han sido emperadores, pagando los naturales de sus reinos la
condición imperial del soberano. Otros reyes sumieron a sus países en la
bancarrota, aunque en sus posesiones no se pusiese nunca el sol. Ha habido
reyes piadosísimos, cristianísimos, muy católicos e incluso reformadores de
costumbres y creencias.
Algunos reyes han sido
considerados como los mejores alcaldes de la ciudad donde residía su corte;
otros en cambio han preferido la caza o los viajes, el coleccionismo o los
bailes y festejo frecuentes. Un rey, al menos, creyó ser el mismísimo Estado, e
incluso fue apodado Re, como el dios-sol de los egipcios, o quizá Atón… Ha
habido reyes que fueron echados de sus tronos, en Francia, España, Grecia,
Portugal, Italia… y otros fueron decapitados, como en Inglaterra y en Francia.
Los ha habido que colaboraron con el nazismo o estuvieron tentados a hacerlo.
Otros se mantuvieron firmes defendiendo las instituciones de sus pueblos.
Ha habido reyes muy
dados a la lascivia, otros a la gula; algunos han padecido de gota por abusar
de las mesas repletas de faisanes y venados. Algunos reyes han tenido que
peregrinar por varios países hasta encontrar un palacio digno para sus últimos
años y al fin la muerte.
En España tenemos un
rey joven que tiene mucha experiencia, pues estuvo educado para tan alta
magistratura desde su más tierna infancia. Su padre, que empezó la andadura en
la vida pública de la mano de un dictador sanguinario, inició su reinado con
gran temor por si no era aceptado: quizá la izquierda lo vio con recelo porque
no tenía clara cuál iba a ser su política; quizá la extrema derecha no aceptó
que traicionara el juramento de mantener a España en un régimen de oprobio y
vileza. Pero poco a poco los aparatos del poder, los principales partidos
políticos, la prensa y la televisión, las instituciones en general, empezaron a
decir de él que era campechano, como sus ascendientes, que era un demócrata de
toda la vida, que no nos lo merecíamos, etc.
Ahora anda este rey
(emérito, dicen) enfrascado en acusaciones muy graves sobre dineros cobrados
(en abundancia) valiéndose de su condición de jefe del Estado. Antes ya había
dado muestras de su afición a la caza internacional, a dejar furtivamente su
puesto para aparecer en cualquier sabana del mundo, y no entro en menudencias
que han caracterizado a todo rey que se precie (o casi).
No nos merecemos los
españoles, o la mayoría, que el mayor de los Borbones vivo se haya comportado
de esa manera, a lo que quizá debamos dar crédito porque el interesado no ha
dicho ni mu. ¿No merecemos los españoles una explicación sobre lo que un
tribunal o una fiscalía suizas, española ahora, están denunciando e
investigando?
Todo lo anterior son
cosas de reyes, pero lo del mayor de los Borbones vivos está muy mal si no se
desmiente y demuestra que su honor está a salvo. Por ahora no lo está.
L. de Guereñu Polán.
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