jueves, 23 de julio de 2020

La justicia no es igual para todos


Que no lo es allí donde no existen libertades democráticas resulta axiomático, pero aún en los países donde la democracia ya está bien asentada, tampoco la justicia es igual para todos, por mucho que lo pregonen los textos legales, siendo tan solo un desiderátum al que se aspira en el mejor de los casos, pero no una realidad.

Como un rico banquero o el hijo de un rey puede ser sometido al veredicto de la justicia, se dice que todos somos iguales ante ella, pero aun considerando que esto es así en algunos casos, habrá que contar con los medios de que disponen los banqueros, los dueños del dinero, los influyentes en cualquier latitud del planeta, para pagarse costosos despachos de abogados, dilatar los procesos, comprar testigos, sobornar, etc. Aun considerando que los más poderosos no recurriesen a artimañas ilegales o delictivas para salvarse de pagar sus delitos, la justicia no sería (no es) igual para todos, pues las diferencias económicas y sociales son determinantes.

Suponiendo que jueces y fiscales estuviesen imbuidos del más prístino ánimo de igualdad, justicia y sabiduría, las diferencias de base harían (hacen) poco útiles estas virtudes. Pero esto que digo no es solo para España, sino para cualquier país, para cualquier momento. Ho ha sido la justicia igual para todos nunca, y sería bueno que empezásemos a considerarlo así, aunque lo lamentemos, para no incitar el ánimo hacia la desesperanza. La justicia no es igual para todos pero cumple un importante papel, porque en no pocas ocasiones se hace justicia con mucho tino y sentido del deber.

En la Alemania de la postguerra, con una democracia en marcha, no todos los crímenes del nazismo fueron castigados, habiendo quedado impunes muchos, como también ocurrió así en Francia con los colaboracionistas, en Noruega, Holanda, Italia, etc. Incluso ha habido personajes de dinastías reinantes (Reino Unido) que han quedado al margen de la justicia habiendo más que simpatizado con el régimen de Hitler. ¿Alguien puede dudar de que no se hizo justicia con el emperador japonés Hiro-Hito? Quedó impune después de haber permitido se arrastrase a su pueblo a una guerra en la que murieron millones de japoneses. El personaje murió de viejo.

La justicia humana, por otra parte (pues no conocemos otra) se ve limitada por la sagacidad con la que los criminales la burlan; y les es relativamente fácil en el caso del selecto pero numeroso grupo de los financieros y especuladores: los paraísos fiscales son incompatibles con la igualdad cuando alguien pretende ser perseguido por la justicia; no pocas normas legales son condescendientes con los que gobiernan el mundo, los estados o la economía a cualquier escala. Pocos países tienen leyes de incompatibilidad que podamos considerar aceptables para que tengan tal nombre, de forma que burlar a la justicia es más fácil para el que siempre está en el poder (político o de cualquier otra índole).

La justicia tampoco es igual para todos pues no todos somos juzgados por el mismo juez, y no todos los jueces interpretan el Derecho de la misma manera: juegan aquí factores subjetivos, interpretativos, ideológicos, culturales… de los que jueces y fiscales no se pueden desprender por muy justos que quieran ser. Las limitaciones de la justicia humana están en las propias de la humanidad de que formamos parte: no es posible determinar con toda minuciosidad la casuística de la multiplicidad de situaciones con las que no encontramos en materia de crímenes, castigos y justicia.

Los antiguos romanos intentaron una justicia igual para todos los libres (una minoría por lo menos durante cuatro siglos) pero no lo consiguieron porque las contradicciones de aquella civilización, como las de la nuestra, se lo impidieron, como nos lo impiden a nosotros. Plinio el joven, en una carta a su amigo Máximo, le habló de cómo funcionaba la justicia de su tiempo en Roma, donde se ofrecían dádivas en plena sala de juicio, diciéndole que dos esclavos suyos habían sido incitados a mostrarse elogiosos por unos denarios a cada uno con el fin de inclinar la balanza hacia uno de los lados por los que se tenía que decidir un juez…

No estamos en la antigua Roma, pero en nuestra conciencia tenemos los muchos casos en los que podemos ver que la justicia no es igual para todos, y probablemente no podrá serlo nunca, aunque podamos perfeccionar nuestro sistema. Aún imaginando una sociedad igualitaria como han hecho tantos a lo largo de la historia, quedaría por conseguir que los que juzgan tuviesen el mismo criterio, el mismo honor, la misma dignidad para ejercer su oficio. Creo que los jueces y fiscales ejercen su oficio con dignidad en los estados democráticos, pero ello no es suficiente para que la justicia sea igual a todos.

L. de Guereñu Polán.




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