Antes de morir, Josep
Fontana nos dejó un trabajo impagable sobre el agua y otras consideraciones
sobre el mundo actual. Denunciando lo que consideró “minucias” los contenidos
de algunas tesis doctorales, que solo interesan a unos pocos, estimó que la
misión de la Historia (que significa investigar) es emplearse en fines
socialmente útiles.
Si fuese cierto que más
de 800 millones de personas sufren hambre, y debe de ser cierto porque lo dice
la FAO, si fuese cierto que mil millones de seres humanos no tienen acceso,
hoy, a agua limpia, y debe de ser cierto porque así lo constata la ONU, estamos
ante verdaderos problemas de los que no suelen hablar los charlatanes que se
asoman cada día a las pantallas de nuestros televisores.
En 2050, dice Fontana, seremos en el mundo 9.300 millones de seres humanos, lo que hace suponer que la
cifra de los que pasan hambre hoy se verá notablemente incrementada. Los cuatro
alimentos que nos proporcionan la mayor parte de las calorías –trigo, arroz,
maíz y soja- parece que no van a aumentar en producción, sencillamente porque
ya no hay tierras que interesen a las grandes explotaciones comerciales, que
han ido expulsando, a lo largo del siglo último, a los campesinos que
cultivaban sus tierras en régimen de pequeña propiedad.
Pero, dice Fontana, la
tierra no es lo importante si no cuenta con el agua, sobre todo la “azul”,
proveniente de ríos, lagos y acuíferos, pues con la tierra viene el derecho a obtener agua ligada a ella. Se pregunta el autor citado si esa agua va a estar
disponible para los nuevos cultivos o va a ser desviada al consumo de otros
usuarios. Hoy se sabe que se necesita mucha más agua para el cultivo, por lo
que se recurrió a los acuíferos, muchos de ellos ya agotados, como sucedió en India.
Arabia Saudí puso en marcha en los años ochenta un programa de incentivos para
independizarse en el aprovisionamiento de alimentos con un éxito
extraordinario: la producción de trigo se multiplicó por 29 entre 1980 y 1992…
hasta que se atoaron los caudales de agua del subsuelo.
La opción de los
grandes especuladores del suelo y del agua, introducir nuevas variedades de
semillas, arruinó las variedades locales, que aunque proporcionan menos
rendimientos, tienen la ventaja de estar mejor adaptadas a los suelos y
necesitan mucha menos agua, fenómeno que se ha dado fundamentalmente en África.
El resultado ha sido que los africanos se alimentan en la actualidad de trigo,
arroz y maíz importados, sobre todo si pueden pagar los precios crecientes.
La demanda fundamental
de agua es la que procede de su empleo en la agricultura, que representa un 78%
del consumo total (se necesitan tres m3 para producir un kg. de cereales y 15
m3 para producir un kg. de carne de ternera). La extracción de agua se ha
triplicado en los últimos cincuenta años (Fontana escribió esto en 2011) lo
que ha implicado que mengüen las capas freáticas al no restablecerse
suficientemente los caudales. Se calcula que la demanda de agua para uso
agrícola se duplicará antes de 2050, a lo que hay que añadir el agua que se necesita para la industria: se emplean 40 m3 de agua para fabricar un
automóvil, y se usan grandes cantidades para bombearla en los pozos de petróleo
con el fin de aumentar la presión, y sobre todo para la obtención de gas
natural, lo que está contaminando los acuíferos donde hay agua potable.
Ni siquiera el agua
para el consumo humano está asegurada: algunos investigadores han dicho que en
el Oeste norteamericano se aproxima la mayor crisis del agua de la historia de
la civilización, al tiempo que diez grandes ciudades de Estados Unidos, entre
las que figuran Los Ángeles, Las Vegas, Houston y Atlanta, se están quedando ya
sin el abastecimiento suficiente.
La falta de agua limpia
en los países pobres es una de las diez causas más graves en el desarrollo de
enfermedades en el mundo, siendo el caso de Bangladesh paradigmático, pues sus
habitantes se vieron obligados a recurrir a los pozos para no depender de las
aguas contaminadas de los ríos. La construcción de pozos cada vez más hondos ha
provocado el mayor envenenamiento por arsénico de la historia, que se considera
puede afectar a cerca de la mitad de sus habitantes (77 de los 158 millones).
No acaban aquí las
reflexiones de Fontana en su trabajo[i],
añadiendo datos sobre el traslado masivo de campesinos para construir presas
con fines energéticos en Etiopía, China, India, algunos otros países de África...
La competencia entre India y Pakistán en Cachemira ya no es por el territorio
en sí, sino por el agua que discurre por sus pendientes, lo que podría llevar a
una guerra entre estas dos potencias “de segundo orden”, pero sería una guerra
nuclear porque ambos estados disponen de dicha tecnología de guerra…
L. de Guereñu Polán.
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