martes, 20 de octubre de 2020

Los que hemos podido seguir viviendo

Hoy, día 20 de octubre, se cumplen nueve años desde que ETA anunció su disolución: “quiere informar al pueblo vasco –decía el comunicado- del final de su trayectoria”. Como cobardes habían sido todos sus crímenes, cobarde fue no hacer ni una sola referencia a sus víctimas, que se cuentan en casi novecientas. Tampoco ETA dijo nada sobre las armas que todavía poseía y, que se sepa, no las ha devuelto ni destruido, una amenaza que parece no serlo porque los españoles tenemos la conciencia de que la organización terrorista no está ya en condiciones de matar de forma sistemática.

Cabe recordar que cuando ETA mataba durante la dictadura, las fuerzas de seguridad del Estado actuaban con absoluta impunidad contra los terroristas; no así cuando se estableció el régimen democrático actual, a pesar de las actuaciones de los GAL con la anuencia de algunas autoridades. ETA mató a más personas durante la democracia que durante el franquismo, porque a la banda terrorista no le interesaba la democracia, sino que tenía otros objetivos.

La población vasca y el conjunto de la española, al principio, no se manifestó contra el terrorismo etarra. Tardó en hacerlo casi diez años después de que se produjeran los primeros atentados. Incluso hay partidos que hoy son legales que jalearon los crímenes de ETA, aunque ahora no estén ni por denunciarlos ni por recordarlos. Aquel pueblo español (y vasco) estaba amedrentado, acobardado, sin alma para enfrentarse a tanta maldad.

Luego cambió: las calles de Euskadi y de España entera se llenaron de protestas, los gritos se oyeron por doquier, la rabia se hizo dueña de nuestras calles, la indignación de muchos millones de españoles debilitó, sin duda, las acciones de ETA.

Hoy podemos decir que el pueblo español y el Estado han vencido a ETA, aunque sea a un gran precio, aunque aquella etapa terrible, que tuvo su comienzo en un régimen de oprobio y barbarie, quedará para siempre en nuestras conciencias. O debe quedar, porque de lo contrario no habremos aprendido lo suficiente.

Me sumo con estas palabras al honor de las víctimas y sus familiares, de sus amigos, que también son víctimas, como lo somos todos un poco aunque hayamos podido seguir viviendo.

L. de Guereñu Polán.

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