"Concierto en el huevo" de El Bosco |
Los miembros de
un colectivo tienen una psicología individual, como es lógico, pero también
pueden proyectar una psicología que es común a todos ellos, aunque con matices.
En el caso de los que hasta hace unas semanas eran miembros del Govern de
Cataluña, su presidente parece tener la personalidad de un hombre débil e
inconsciente, que puede dudar permanentemente lo que debe hacer y termina
decidiendo lo peor, en una especie de huida hacia adelante. Se propuso convocar
elecciones si se daban ciertas condiciones que nadie le podía garantizar y
entonces decició culminar la serie de violaciones de la ley que había iniciado.
Se propuso declarar la independencia con el país atento a las pantallas de
televisión y se desdijo a los pocos segundos. Convocó a los diputados afines en
una sala aneja para firmar una declaración de independencia pero luego no
reconoció que lo había hecho. Un cúmulo de despropósitos de los que Cataluña
entera, cuando se piense reposadamente en ello, se avergonzará.
Ese President
parece que no era un “primus inter pares”, sino más bien un hombre de
circunstancias en su ciudad, hasta el punto de que no había sospechado ser
alcalde y mucho menos máximo responsable (irresponsable) de la Generalitat, una
institución secular a cuyo frente casi siempre ha habido jerifaltes de la nueva
nobleza, la que consigue ese estatus mediante el dinero, y en el siglo XX los
que han resultado elegidos democráticamente. El Presidente huido no tiene
relevancia alguna como se ha demostrado en su partido (le nombró a dedo el
señor Mas, complicado en casos de corrupción mediante su partido, cambiado de
nombre para disimular), como se ha demostrado durante su mandato, de una
pobreza legislativa y ejecutiva inéditas, y demostrado por el nulo apoyo
cosechado en Europa, como no sea algún que otro diputado neofascista.
Otra cosa es el
señor Junqueras, que creo sabía sobradamente que el “procés” no tenía salida,
pero no podía decirlo porque en su partido existe un grupo de presión muy
cercano al talibanismo, es decir, al integrismo independentista sin razón ni
reflexión alguna, como una cuestión religiosa. El mismo Junqueras lo ha
defendido así con lágrimas en los ojos ante un micrófono, pero advertido por
quienes más saben, supo muy pronto que una cosa era el romanticismo y otra la
realidad. De ahí su silencio en el Parlament y en todo el proceso (se reunió un
par de veces con la gris vicepresidenta del Gobierno en torno a una mesa
secundaria de un despacho). En el escaño parecía dormirse, sentir que aquello
no iba con él, transido de una meditación espiritual muy acorde con su
confesado catolicismo antiguo. Por lo que respecta a su gestión económica fue
tan pobre, que a la vista está el comportamiento de los miembros más conspícuos
del capitalismo catalán.
Otros se
apartaron del asunto porque vieron peligrar sus patrimonios, que son acrecidos
porque pertenecen a familias pudientes, porque viven en uno de los países más
ricos de Europa (Cataluña) y porque el Govern, como otros, se ha guardado de
recompensar a sus miembros pingüemente (recuérdese, por poner solo un ejemplo,
el caso de doña Neus Munté). Estos son los prácticos: están con el
independentismo pero solo si sus patrimonios quedan asegurados, nunca de
cualquier otra forma.
También está el
que quiere aparentar respeto a la legalidad para pescar en río revuelto (Villa)
cuando ya había firmado aquel documento en el que se declaraba a Cataluña
independiente varias veces, sabiendo que dicho documento no valía para nada que
no fuese querer engañar marcando un hito, fuera del salón del Parlament, en
acto ridículo donde cada uno se retrataba partidario de la independencia si
quería seguir en el puesto. Luego, ante el juez, “yo advertí que no era legal,
que no era posible, que la solución era yo”, dijo el señor Villa vergonzantemente.
¿Y el comunista
que está dispuesto a renunciar a serlo con tal de sumarse a la quimera, a lo
que se supone es la marcha de los tiempos? Hace falta ser el señor Romeva, hace
falta ser falso para vender el alma a un “procés” ilegal, minoritario, que se
quiere imponer con nocturnidad, con mentiras. ¿Y el Consejero de Interior que
utiliza a las fuerzas del orden para sembrar el desorden, cuando como los
demás, había jurado o prometido acatamiento y lealtad al Estatuto y a la
Constitución, incluido el artículo 155? Hace falta ser falaz. Hay uno que
siendo Consejero de Empresas y Conocimiento se le van las empresas del país sin
él conocerlo…
El Consejero de
Cultura ingnoró que el mundo de la cutura, los cineastas, los cantautores, los
escritores, los actores, los poetas, estaban en su contra y contra el “procés”
con alguna excepción que prefiere comer aparte para comer mejor (la frase no
es mía). Doña Clara Ponsatí, Consejera de Educación, se empeñó en mantener la
aberración de que los alumnos de educación primaria y secundaria tuviesen solo
dos clases de lengua castellana a la semana, con el fin de primar a la catalana
con cuatro. Hace falta ser poco educada, poco ecuánime, hace falta participar
de un sectarismo tan pernicioso para querer combatir la razón con la sinrazón.
Algunos son de
derechas, otros de izquierda, unos republicanos confesos desde siempre, otros
monárquicos hasta hace tres días, pero traicionan a la monarquía a la que
elogiaron y defendieron (incluso sus abuelos en el más acrisolado carlismo) con
tal de sumarse a un “procés” que les llevaría a la gloria –decían- y les ha
sumido en desdecirse ante los jueces. No conozco ningún caso reciente más claro
de incoherencia.
L. de Guereñu Polán.
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