Dña. Clara Campoamor, mujer de
trayectoria tan apasionante como controvertida, injustamente ignorada, fue una
brillante profesional del Derecho entregada a la causa de los derechos de la
mujer. En las Cortes Constituyentes de la II República
Española en 1931, obtendría acta de diputada por Madrid en la candidatura del
Partido Radical liderado por D. Alejando Lerroux. Tras el golpe de estado de
1936 y la instauración de la dictadura del general Franco se vio obligada a
exiliarse al estar procesada por su pertenencia a la Francmasonería y su
filiación republicana. Dña. Clara Campoamor era miembro activo de la Logia Femenina
o de Adopción, “Reivindicación” de Madrid. En esta Logia, bajo la tutela de la Logia “Condorcet” del GOE
(Gran Oriente Español), comienza sus trabajos masónicos.
La mujer tuvo que hacerse
reconocer de siempre en circunstancias muy adversas. En el siglo XIX y
principios del XX se acelera el debate acerca de cómo debe producirse su inclusión,
tanto en este caso concreto, la Masonería, como en conjunto de la sociedad al adolecer
de un trato igualitario social, cultural y jurídico. Algo que quebrantando los
principios del estado de derechos, se produce todavía en algunos sectores o se
manifiesta en la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y desde luego en
diversos aspectos de actividad colectiva, como es el caso de la Francmasonería
conservadora, de dependencia anglosajona, donde su aceptación sigue sin ser
resuelta.
Durante la II República Doña Clara
Campoamor es referente de las demandas feministas.
Y serán precisamente mujeres vinculadas a Logias llamadas de Adopción, (donde
se fomenta una intensa vocación en este sentido), las que sean vanguardia reivindicativa.
Cabe entre muchos otras citar a Doña Rosario de Acuña, Doña Ángeles López de
Ayala, Doña Teresa Claramunt, o Doña Carmen
de Burgos. Y a su lado, una importante
generación de librepensadoras, científicas y literatas. Pese a las trabas propias de la
estructura reacia del momento, hay constancia de mujeres aceptadas en Logias
masónicas en lo que podrían ser los inicios de lo que será la Masonería Mista,
Liberal y Adogmática, que hoy representan Obediencias como la Gran Logia
Simbólica Española. Estudiosos de la época señalan que en muchos casos, sus
nombres no estaban incluidos en las Actas de dichas asociaciones, en ese silencio intencional que veló la lucha de la
mujer por su igualdad. A Dña. Clara Campoamor su pertenencia a la Masonería le
valió la incoación de un expediente del Tribunal para la Represión de la
Masonería y el Comunismo que le impidió regresar a España desde su exilio en
Lausana, donde fallecerá en 1972.
Dña. Clara Campoamor perteneció a la Liga Española de Derechos del
Hombre de la que fue Vicepresidenta
durante 1933. Tanto su ejercicio de la abogacía como una gran parte de su
actividad política estuvieron
consagrados a la defensa de los derechos de las mujeres. Tuvo una infancia muy
modesta, agravada al quedar huérfana de padre en edad muy temprana. Las estrecheces
domesticas derivadas de ello retrasaron mucho sus posibilidades de estudiar.
Con 35 años terminó la carrera de
Derecho. En 1922 fundó la Sociedad Española de Abolicionismo. En 1928 crea en
Madrid la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas, siendo una
de las primeras mujeres que tendrá plaza en la Academia de Jurisprudencia.
Su batalla parlamentaria para incluir
en la Constitución de la Republica el derecho al sufragio femenino la llevó a enfrentarse
con la también diputa Dña. Victoria Kent.
Abogadas, políticas, feministas, dos mujeres que tenían mucho en común, en un
momento clave sus posturas se confrontaron. El debate parlamentario del 1 de
octubre de 1931, refleja con nitidez la posición de la Sra. Campoamor en favor
de otorgar el derecho de voto a la mujer, y la de la Sra. Kent y sus razones
para posponer su aprobación.
La Sra. Kent argumentó su posición nada cómoda,
manifestando: "Señores diputados, se discute en este momento el voto
femenino y es significativo que una mujer como yo se levante en la tarde de hoy
a decir a la Cámara sencillamente que creo que el voto femenino debe
aplazarse. Lo dice una mujer que en el
momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Por creer que con ello sirvo a
la República… Si las mujeres españolas
fuesen todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un
período universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría
hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo
me levanto para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi
espíritu, afrontando el juicio que de mí puedan formar las mujeres que no
tengan este fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. … Hoy,
señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer (…)".
Por su parte Doña Clara Campoamor dirá en su alegato "Señores
diputados, lejos yo de censurar ni atacar las manifestaciones de mi colega,
señorita Kent; comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al
haberse visto hoy en el trance de negar la capacidad inicial de la mujer… ¿No recae sobre ellas toda la consecuencia de
la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida
y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que
necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Yo, señores diputados, me siento ciudadana
antes que mujer y considero que sería un error político dejar a la mujer al
margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros. No cometáis,
señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. La mujer española espera hoy de la República
la redención. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante
tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer…
La votación fue favorable al
postulado de la diputada Campoamor por 161 votos a favor y 121 en contra, si
bien hubo 188 ausencias del hemiciclo a la hora de la
votación. En las elecciones de 1933, las
mujeres acuden por primera vez a las
urnas. Curiosamente, tanto la abanderada del sufragio femenino, Doña Clara
Campoamor, como su oponente ocasional, Doña Victoria
Kent, no lograron renovar sus escaños en el Congreso de los Diputados.
La Sra. Campoamor y la Sra. Kent, que la prensa satírica de la
época calificaron de “La Clara y La Yema”, eran mujeres de solidos principios. De una
gran honestidad, y con un claro compromiso feminista. Volcadas ambas en los esfuerzos en pos del
progreso social con lealtad y sabiduría en el marco de la Republica. Aunque su
percepción las situaran en campos distintos en el debate sobre el momento
oportuno del sufragio femenino
ANTONIO CAMPOS ROMAY*
*Antonio Campos Romay ha sido
diputado en el Parlamento de Galicia.
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