La teoría del Caos, tanto matemática como
psicológicamente, establece que nada está absolutamente determinado y que
pequeños hechos pueden cambiar las previsiones más fundamentadas.
La idea propuesta por Lorenz establece
que pequeños cambios en las condiciones iniciales crean grandes diferencias
respecto al resultado final,
con lo que una gran mayoría de los sucesos y sistemas no resultan totalmente
predecibles. A la vista del devenir de los hechos de los gobiernos presididos
por Rajoy, desde sus primeros instantes, hoy se puede afirmar que es una teoría
que no es de aplicación al ámbito del aún (inexplicablemente según mi opinión),
presidente de gobierno de España.
Después de escuchar su primer discurso de
investidura de febrero de 2012, y estudiar atónito su contenido, que en resumen
venía a decir que el Presidente, entonces recién estrenado, se declaraba
impotente para hallar remedio a los males que “la herencia” le había dejado, a
la vez que reconocía que en Europa mandan otros, firmé un artículo titulado “El
barco España no tiene capitán”.
Según la teoría del caos incluso pequeños hechos
pueden cambiar sustancialmente el resultado previsto por cualquier sistema, lo
que en una sociedad democrática debía ser aún de aplicación más evidente. Pues
no, en este caso los hechos que debían haber influido en el resultado final no
han sido nada pequeños, sino al contrario de gran importancia tanto en el
terreno económico como en el social, tanto en España y Europa como en el resto
del mundo, y a pesar de ello el destino más probable para un barco sin capitán
es el desastre y el caos entre la tripulación y pasajeros, algunos involuntarios.
Así pues el caso de los gobiernos de Rajoy viene a contradecir empíricamente la
muy mencionada, y aparentemente probada, teoría.
Lo grave del asunto es que ni la tripulación de
ministros, ni secretarios generales, ni parlamentarios, ni militantes y demás
deudos, están reaccionando para corregir el rumbo de colisión con la realidad de la creación de pobreza, de abusos de
poderes nada democráticos como los bancarios, trasnacionales o mediáticos, del crecimiento
de la desigualdad y otras injusticias varias, y en consecuencia el futuro
inmediato está quedando en las manos e iniciativas de los pasajeros, muchos
involuntarios, que a través de coordinadoras, plataformas u otras asociaciones informales, y seguidores
emocionales, de las víctimas de la inacción o errores del gobierno, no solo
ignoran a todas las instituciones formales y contrastadas democráticamente,
como partidos, sindicatos, o judicatura, sino que las atacan y se declaran como
únicos interlocutores válidos, para imponer sus criterios desde la calle y las
movilizaciones a las que arrastran a sus conciudadanos, con motivaciones tan
delicadas como la indignación o la empatía con el dolor ajeno, abandonando los
canales de la razón y el imprescindible requisito de la acreditación
democrática, regulada por la Ley.
En esta situación el que el barco España tenga
potentes motores, instrumentación de
alta tecnología y abundante combustible de buena calidad no evita que estemos
ya en una situación en la que el “efecto mariposa”, ese que puede crear
huracanes por el aletear de una mariposa, cuenta con energía suficiente para
alimentar tornados, de nivel 5, nacionalistas, neo revolucionarios, o de
retorno al “ojo por ojo, diente por diente” y al “sálvese quien pueda”.
Hay un antecedente,
el de un rey español (por un breve periodo de dos años) Amadeo I de Saboya, el
de la Constitución progresista de 1869, que viéndose superado por las
circunstancias en su último discurso ante las Cortes dijo:”…entre tantas y tan
opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la
verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males”, y…. claro, dimitió y se marcho a otros lares.
Es necesario aplicar la experiencia, si el actual
Presidente reconoce que no sabe qué hacer, retírese y deje el paso a otro. En
democracia existen formulas varias para hacer lo que se debe.
Marzo de 2018
Isidoro Gracia
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