El Partido Nacionalista Vasco, que si no me
equivoco es el más antiguo de España con la excepción del socialista, es
peculiar. ¿Recuerda alguien la celebración de un congreso por parte de estos
nacionalistas vascos? Más allá de la crisis que sufrió, con división
subsiguiente, por las diferencias entre los seguidores de los señores
Garaicoetxea y Arzalluz, que ya ha sido superada hace bastantes años, el PNV
suele tener tres cabezas con los papeles muy definidos, con poderes distintos
pero muy influyentes: el lehendakari (cuando ha gobernado, que es casi
siempre), el Presidente del Bizkai Buru Batzar, y el portavoz en el Congreso de
los Diputados. Este es el encargado de procurar en Madrid los beneficios que,
en cada caso, deba recibir Euzkadi, pero también es el negociador con el
Gobierno y otros grupos parlamentarios, lo que da una gran cantidad de
información y, por lo tanto, influencia.
He dicho “procurar” porque los diputados de los
partidos nacionalistas o regionales se comportan, en no pocas ocasiones, como
los antiguos procuradores medievales en las Cortes, iban a la capital a
procurar beneficios para los grupos sociales a los que representaban en sus
respectivos territorios. A cambio, en el caso de los medievales, ofrecían su
apoyo al monarca para exigir el pago de impuestos; en el actual régimen
español, al Gobierno de turno sin importar de que signo político es. Ello les
hace aparecer como partidos bisagra que permiten formar y desformar gobiernos
cuando no hay mayoría absoluta. Recuerdo un debate en la televisión pública de
la transición, donde el señor Arzalluz fue preguntado por la situación del PNV
en el espectro político español: en el centro, dijo, o centro izquierda, lo que
muestra una indefinición muy buscada, pero con la que no estoy de acuerdo y a
los hechos me remito.
No sé en que medida aquella división del poder
(asimétrica) entre tres cabezas, que siempre son hombres, es lo que explica la
innecesariedad de congresos o elecciones primarias (estas últimas suenan a
chino en el caso del PNV). Es un partido conservador, tanto por sus orígenes
carlistas y clericales como por su comportamiento a lo largo de la historia,
pero casi siempre ha estado al lado de la democracia en España. Lo que no le
puede tocar Madrid al PNV (según este) es el cupo que nació en el siglo XIX y
los intereses que defiende, que son los del empresariado vasco, un empresariado
atomizado en forma de pequeñas y medianas empresas con una tradición gerencial
bastante moderna, lo que contrasta con los caseríos y el mundo rural tradicionalista
(por nacionalista) que aún conserva muchos resabios del pasado, vivero de votos
del PNV y que explica su conservadurismo.
El PNV tiene, a su vez, un importante sindicato
(ELA-Solidaridad de Trabajadores Vascos) que mantiene junto con la patronal de
pequeñas y medianas empresas un consenso bastante reconocible en las relaciones
laborales, que se complementa (para beneficio del PNV) con su defensa de
posiciones nacionalistas casi siempre legalistas. Es una articulación del país,
en lo social y en lo político, que ha hecho –junto con razones históricas- un
gran instrumento para el PNV. La
Iglesia vasca, en su mayoría, también está con el nacionalismo,
por lo que ya tenemos el conglomerado que ha permitido gobernar casi siempre al
PNV, no pocas veces con el apoyo socialista, como en la actualidad. Recuerdo al
socialista Enrique Mújica decir que, en Euzkadi, el PSOE debía contar siempre
con el PNV salvo en aquello que repugnase, procurando con ello una gran
estabilidad que rompió el PNV con el señor Ardanza y la salida de los tres
consejeros socialistas del Gobierno vasco. El tema de la violencia etarra
estaba de por medio.
En el momento actual se acusa al PNV de haber
“traicionado” al PP con motivo de la moción de censura al señor Rajoy, pues aquel
partido acababa de apoyar los presupuestos del Estado presentados por el último
con importantes partidas para Euzkadi. Tal cosa, de ser cierta, habría que
extenderla a los otros diputados que apoyaron los presupuestos y luego no
apoyaron al señor Rajoy: los dos regionalistas canarios. En todo caso el PNV y
los “procuradores” canarios están a lo suyo: recursos para sus territorios.
Cuando hablamos de Euzkadi no debemos olvidar
dos casos particulares: la provincia de Álava, muy castellana por su geografía
e historia (tanto que incluso conservó sus foros durante el franquismo) y el
mundo industrial de Vizcaya, tantas veces denostado por los antiguos
nacionalistas, no por los nuevos. Por lo tanto, como en el caso de Cataluña y
cualquier otra comunidad, no hay que confundir la preeminencia del PNV en
Euzkadi con la uniformidad, que no existe, como no existe unanimidad
nacionalista en Cataluña muy a pesar de sus partidarios.
Históricamente Bilbao nunca ha jugado el papel
de Barcelona en cuanto a conflictividad social se refiere: no hubo allí un
rechazo a la intervención en Marruecos como en Barcelona, no hubo allí un
sindicalismo anarquista como en Cataluña, no hubo en Euzkadi (excepción hecha
de ETA) una propensión a la ilegalidad como sí en Cataluña, ilegalidad que se
remonta a la guerra de los “matiners” a mediados del siglo XIX y así sin
solución de continuidad, incluso durante momentos muy diversos del franquismo
(ilegalidad, en este último caso, legítima).
L. de Guereñu Polán.
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