viernes, 8 de junio de 2018

El Gobierno



Ha sido tal la alegría por el triunfo de la moción de censura que echó al señor Rajoy del Gobierno, que me había olvidado del escepticismo que se adueña de mí en cada nueva etapa de gobierno socialista. En efecto, la audacia del señor Sánchez, consiguiendo que el hasta hace poco Presidente del Gobierno ya no lo sea, es un bien en sí mismo, sabiendo el poco gusto por la democracia de este último y la forma de actuar, un tanto cómplice con la corrupción. Si el señor Sánchez hubiese aceptado la dialéctica de que parte del Congreso está formado por populistas y separatistas apestosos, nada se hubiera podido hacer. Parte del Congreso, también, está formado por diputados que pertenecen a un partido corrupto (justicia dixit) y no por ello dejan de contar.

Con el nuevo gobierno creo que el actual Presidente ha pretendido impactar a aquellos que valoran la capacidad y la competencia de sus miembros, lo que parece haber conseguido. Con uno de ellos ¿ha pretendido el señor Sánchez demostrar su sensibilidad con quienes no son heterosexuales? Porque el señor Grande Marlaska, aparte sus méritos profesionales, no parece tener tradición alguna en la izquierda española. Tampoco la tiene algún otro, que se les conoce más por su popularidad televisiva.

En conjunto cabe decir que se trata de un Gobierno con predominio femenino, y quizá feminista si todas las mujeres que lo forman se reclaman como tales, lo que no sabemos, aunque muchos lo han dado por supuesto. La presencia de los ministros Borrell, Calvo, Ávalos, Montón, Celáa y Planas (además del propio Presidente) garantizan lo que se entiende por socialdemocracia, sin que pueda decir por mi parte nada sobre los/las demás, aunque se supone su adscripción progresista.

Y esto es lo que fundamentalmente caracteriza a este Gobierno, el progresismo, ya que la palabra socialismo se ha hecho cada vez más indefinida, teniendo en cuenta las tendencias que caben en ella. Que todos o casi todos los ministros del actual Gobierno son progresistas parece garantizado.

No hablaré aquí de los grandes retos que los ministros y ministras tienen por delante porque se ha repetido y se repetirá hasta la saciedad, pero sí que vale la máxima evangélica de que “por sus obras les conoceréis”. En efecto, si en las declaraciones públicas no son equívocos los ministros actuales, si se entregan con denuedo a la labor que tienen encomendada, si la política de nombramientos no cae en el favor para amigos de capacidad dudosa, si la honestidad pública que han de demostrar no sufre mácula alguna, si no se hacen concesiones ni a la demagogia ni a las presiones de ciertos grups, ya se habrá andado un buen camino.

Noto que los medios de comunicación son muy proclives a llamar a este o a aquel para hablar de temas banales, pero no para tratar las grandes cuestiones de la política nacional. Debiera insistirse, creo yo, en que un ministro, y sus subordinados más directos, no están para lo primero, sino para lo segundo. La tentación de salir en los medios continuamente para decir vaciedades debe de ser vencida. ¿Qué sentido tiene decir, para justificar antiguas debilidades, que los deportistas son “héroes”? Muchos de ellos son negociantes en el peor sentido de la palabra. Los deportistas no profesionales son los que han de ser atendidos por un gobierno socialista.

La ministra de Economía, que viene precedida de una gran reputación profesional por su trabajo en la Comisión Europea, me presenta las dudas de quien nunca ha entendido del todo lo que se hace en esa institución. Sé que la U.E. es una gran burocracia, entre otras cosas, y que el margen de maniobra de los gobiernos viene determinado por las exigencias de los contables europeos, que lo que quieren es que cuadren las cuentas. No suelen ser, sin embargo, sensibles a los graves problemas sociales porque no han sido elegidos por los ciudadanos: es el gran déficit democrático que tiene la U.E. y del que tanto se ha hablado.

Teniendo en cuenta que la citada ministra viene de ese mundo ignoto y burocratizado ¿hasta que punto estará en condiciones de entender lo que necesitan sectores muy mal tratados de la sociedad española? Mi pregunta no es capciosa sino bien intencionada, porque le deseo el mayor acierto. Cuando se empiecen a redactar –por otra parte- los presupuestos para 2019, es de esperar que se note –imposiciones de la U.E. aparte- que el actual Gobierno es claramente distinto al del señor Montoro. Y la ministra de Hacienda, que parece haber mostrado su oposición al cupo vasco, veremos como se maneja para llevar a cabo esa política (y si no puede, veremos como actúa en beneficio de todos los españoles) porque ya no es ahora la consejera de una Comunidad Autónoma sino una ministra de España.

Estoy de acuerdo en que el cupo vasco, más tarde o más temprano, tendrá que desaparecer si queremos ser justos, pero también debemos de ser conscientes de las implicaciones políticas que ello tiene, en relación incluso a las pretensiones de algunos nacionalistas catalanes. Estos, a mi parecer, van a rebajar sus exigencias en el corto y medio plazo, porque de lo contrario seguirán a quienes les han precedido en la cárcel, pero van a estar dando la lata al Gobierno exigiendo decisiones que solo los jueces pueden tomar… y sabedores de ello, sacar tajada en contrapartida.

Suerte al nuevo Gobierno, que ha llegado a serlo legal y legítimamente, y que tendrá que conseguir un buen resultado electoral dentro de equis tiempo si quiere que todo lo hecho se consolide. Ello sabiendo que algunas leyes tendrá que sacarlas con Ciudadanos y el PP (a no ser que estos se tiren al monte), mientras otras con Podemos y el resto (a no ser que hagan lo mismo).

L. de Guereñu Polán.

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