martes, 17 de julio de 2018

Cataluña: la historia se repite



El nacionalismo vasco y el catalán han sido, históricamente, insolidarios con los diversos gobiernos de España, sobre todo cuando esta ha sufrido situaciones críticas y de dificultad. Es cierto que durante las primeras décadas del actual régimen político español, han contribuido a la gobernación de España, pero planteando a los sucesivos gobiernos no pocos problemas de todo orden. Quizá esa contribución se dio porque había que reconstruir todo lo destruido durante largas décadas de dictadura y la guerra precedente.

Sabidos son los intentos del PNV para llegar a un acuerdo con el Vaticano y garantizar el fin de la guerra de 1936 en Euzkadi al margen de la suerte del resto de España. Pero dada la actualidad que tiene el caso catalán en los días que corren, este artículo se va a centrar en los esfuerzos que el Jefe del Gobierno, Negrín, tuvo que hacer para combatir la insolidaridad de las autoridades catalanas durante aquella guerra.

De los dirigentes socialistas más significados de aquella época, de los Ríos estaba como embajador en Washington, Besteiro retirado en un pesimismo enfermizo que fue premonición de su trágica suerte, largo Caballero había conseguido, entre septiembre y mayo de 1936-37, un cierto orden en el ejército republicano, que hasta entonces había dado muestra de la mayor anarquía, Prieto formaba parte del gobierno de Negrín en la cartera de Defensa, pero es este el que encarnó el tesón necesario para que la República resistiese hasta la extenuación. Azaña, como Jefe del Estado, quiso terminar la guerra por la vía diplomática sin conseguirlo e incluso enfrentándose al Jefe de Gobierno que él mismo había nombrado, por más que Negrín también ensayó esos intentos en la Sociedad de Naciones, ante la URSS, Francia, Gran Bretaña, México y Estados Unidos.

La autonomía catalana, en época de guerra, valía de poco e incluso significó un estorbo a la necesaria respuesta unificada de la República contra los ejércitos alemán, italiano y franquista. El profesor E. Moradiellos, en una obra verdaderamente importante (“Negrín”), ha explicado los esfuerzos de Negrín por disciplinar a la Generalitat de Companys. Este, por su parte, propició una serie de reuniones para evitar la merma de atribuciones que la Generalitat venía desarrollando, incluso más allá de sus competencias.

La industria catalana debía estar –según Negrín y su gobierno- al servicio del esfuerzo común de guerra, por lo que Companys, a mediados de 1937, envió a Valencia una comisión de tres consejeros para tratar los temas en disputa. Azaña recibió a esa comisión a principios de julio en su residencia de La Pobleta, a las afueras de Valencia, y –según José Prat- les planteó el cúmulo de “intromisiones y excesos de la Generalitat contra el Estado”. Tres entrevistas más tuvieron lugar, con Negrín, sin que los comisionados catalanistas se fuesen satisfechos. El Jefe del Estado y el Presidente del Gobierno estaban decididos a someter a Cataluña a su autoridad en época de guerra. En una de las entrevistas, celebrada en la playa de la Malvarrosa –según Moradiellos- Negrín habló poco para no debilitar a su gobierno si los catalanistas forzaban una desafección irreparable.

La Generalitat quería, o el mantenimiento de la situación del momento o la suspensión acordada del Estatuto a cambio de mayor representación catalana y de ERC en el gobierno central. Negrín confesó a Zugazagoitica, miembro también de su gobierno: conozco la canción. He contestado que, mientras yo dirija la política, el Estatuto de Cataluña no será suspendido y mucho menos mediante un precio estipulado. No, nada de eso. El Estatuto de Cataluña tiene un marco y dentro de él deberá moverse el Gobierno de la Generalitat. Toda extralimitación le está terminantemente prohibida. Nada, pues, de contratos mercantiles. Cada poder en su esfera, de acuerdo con la Constitución. ¿Nos suena esto para los días que vivimos?

A principios de agosto fue Negrín el que viajó a Barcelona para entrevistarse con Companys y con Tarradellas (consejero de Hacienda). La cuestión, una vez más, era dilucidar si la Generalitat iba a poder administrar recursos sin el control del Gobierno central o todo lo contrario. La discrepancia fue evidente. La política de orden público había sido asumida por el Gobierno desde mayo de 1937 (el mes de la toma de posesión del primer gobierno Negrín). Ahora se trataba de intervenir las finanzas de la Generalitat, que –como ahora- había tenido “devaneos” en política exterior. Negrín había emprendido la reorganización de las industrias de guerra con tres delegaciones, una en Cataluña, donde había cinco representantes del Gobierno y tres de la Generalitat, pero Negrín volvió contrariado de Barcelona.

Por su parte, Azaña escribió en su diario: El Presidente del Consejo… fue a contarme sus conversaciones con aquellos señores (sic). La impresión de Negrín es desagradable. Muchas quejas de ellos por cosas menudas. Imposibilidad de concertar nada serio. Enredo, palabras, doblez. Negrín cree, como un descubrimiento, que Companys es hombre sin pensamiento, sin elevación alguna. Han elaborado un proyecto para el régimen de las industrias de guerra, con el propósito de alejar a todos los que hasta ahora han venido interviniendo en ellas.

En guerra o en la paz, con república o con monarquía, el nacionalismo catalán, particularmente, ha jugado siempre sus bazas sin la solidaridad que unos y otros tiempos requieren. Otra cosa fueron aquellos milicianos, aquella población sufriente, que se opuso sin éxito al avance sublevado y permitió que Cataluña fuese uno de los últimos territorios en caer bajo la barbarie de la represión y la dictadura.

L. de Guereñu Polán.

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