El franquismo si por algo se distinguió, fue por el uso
del eufemismo como norma para ocultar con mente de censor lo que pretendían
aherrojar de la memoria colectiva. La libertad devenía en libertinaje dando
tácitamente a la primera como puerta inevitable de lo segundo. S. José Artesano
era piadosa cortina al combativo 1º de mayo, en el que los trabajadores pasaban
a ser productores para alivio de la patronal. República fue convertido en sinónimo
de anarquía, desbarajuste y ruina.
Lo lamentable es que durante la Transición la metodología
del eufemismo se hizo un lugar importante. Lo que debiera ser un estado federal
no fue sino el estado de las autonomías… El estado laico se difumino en la aconfesionalidad,
y la República fue borrada como opción al ser escamoteada del pronunciamiento
popular, emboscando en el texto constitucional la decisión. Gravosa óbolo de
Caronte para atravesar el lóbrego Aquerón en pos de la orilla democrática, dando
por buena la voluntad del dictador.
Menos de una década atrás, desarrollando la Ley de sucesión
de la Jefatura del Estado, el
22 de julio de 1969, el Borbón Juan Carlos, había sido designado por Franco sucesor
de su dictadura: “estimo llegado el
momento de proponer como persona llamada en su día o sucederme, a título de
Rey, al príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón”,… “ha dado pruebas
fehacientes de su acendrado patriotismo y de su total identificación con los
Principios del Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino”.
Del que sería alabado sin tasa como
paladín de la democracia y campeón de las libertades ciudadanas, en coherencia
con tan fervientes valores de demócrata que atesoraba, ante el origen tan -¿dudoso?-
de su advenimiento al trono de las Españas, cabria esperar renunciara al
patronazgo del “Centinela de Occidente” y buscase su legitimidad democrática, tras
un referéndum sobre la forma de estado,..
Pero quizás sería pecar de exceso de optimismo en un actor político que no dudó
en ignorar olímpicamente los principios hereditarios que informan la razón de
ser de las monarquías, dejando a su padre con un palmo de narices y un cabreo
monumental.
Parece extraño que haya quien se
sorprenda cuando ve surgir franquistas como setas. Vocingleros,
cargados de chulería y prepotencia. Nunca dejaron de estar y realmente nunca se
sintieron incómodos… Satisfechos, contemplaban como el silencio cómplice de
demasiados, permitía al nuevo el Jefe del Estado reconocer sin el menor pudor con
la concesión del Señorío de
Meirás con Grandeza de España, a la
viuda del dictador: “Queriendo dar una muestra de mi Real aprecio y
testimoniar los sentimientos de afecto y admiración a la egregia figura de
doña Carmen Polo de Franco de singular relieve en una gloriosa etapa
histórica de nuestra Patria”. Y
para que la hija no se sintiese olvidada nuevamente el Sr. Borbón y Borbón por
decreto de su mano le concede “el
título de Duquesa de Franco, con Grandeza de España, a doña Carmen Franco Polo,
Marquesa de Villaverde. Deseando dar una muestra de mi Real aprecio, y en
atención a las excepcionales
circunstancias y merecimientos que en ella concurren.
A
nadie debiera extrañar el aroma fascista que está ascendiendo de las cloacas
del integrismo reaccionario, de lo que es claro ejemplo la permisividad que goza la Fundación Francisco Franco.
Pertinaz apologeta de este y de su régimen. Y todo ello con subvenciones
estatales. Es menester recordar que ni el jefe del estado que ocupó el cargo tras
la muerte de su tutor y guía, ni su sucesor y heredero de “la finca del abuelo”,
cayeron jamás en la tentación de condenar el golpe de estado ni la dictadura.
Ni hubo un gesto de calado, ni del uno ni del otro, hacia la España proscripta.
Las evidencias de corrupción y nepotismo habidos entre los
más prominentes miembros de la familia Borbón, incluso para los más
intencionadamente miopes, hace difícil ignorar que la institución monárquica
está tocando fondo y con ello, perjudicando los intereses de España. Arribaron a
España a sangre y fuego, y fueron restaurados siempre “manu militare” incluida
la última. Cada día que pasa es más un obstáculo que una solución para España e
incluso para su integridad territorial y para las soluciones que exige la
armonización del estado y las naciones que lo componen, Se necesita un modelo
muy ajeno a esta anomalía arqueológica, antigualla apolillada material y
moralmente. Es una muestra de valor y madurez cívica saber lo que ya no debemos
temer, pese al permanente lavado de cerebro al que se sometió a la ciudadanía
todos estos años de permanente loa a tan
caduca institución. La política, ni es
negocio ni es oficio. Es compromiso y armonía de la convivencia vivida en
equidad y libertad.
La República federal construida como
espacio de encuentro de los territorios nacionales que conforman el estado, es el
mecanismo para armonizarlo. Encaminando por sendas de justicia social la
convivencia. Y fraguando un futuro para las generaciones venideras. Donde los
esfuerzos se prioricen en defensa del interés común. Abogando por la igualdad de
derechos de la ciudadanía, singularmente aquellos que son señal de identidad de
una sociedad moderna y solidaria. Ha de ser el punto final de un periodo donde
han pesado como una losa los resabios del franquismo, que infiltró
autoritarismo e inseguridad en la mentalidad de la ciudadanía.
Se trata que dejar atrás la vieja
sociedad ya superada por la dinámica de la historia para transformar las
condiciones de vida acomodándola a un tiempo nuevo. Los tiempos de la política
de avestruz, de esconder la realidad e ir trampeando, están llegando a su fin.
Hay temas que no son anécdota…son categoría.
*Antonio Campos
Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia
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