Dolorosamente hartos es una forma
eufemística de sancionar un estado de ánimo cívico que traducido a un lenguaje
rotundo y castizo, seria “hasta los mismísimos cojones”. Ciudadanía harta de ver la impunidad con que brota el
fascismo, sus actitudes y modos. Y esto, no es eufemismo.
De ver cómo con cinismo hipócrita
alzan la Constitución los que jamás creyeron en ella, para golpear a los
demócratas y mancillar la Democracia. De
cómo se asiste al renacer de los talantes más sórdidos, que como una maldición
nefasta acompañaron esta sociedad en sus versiones más tétricas…Como la plaga
borbónica, cual fiebres tercianas, ataca a cada poco, de forma
recurrente, regresando siempre al amparo de los sables.
Se recrudece el autoritarismo, el
clericalismo pisotea las escasas citas laicas que recoge la Constitución… El
caciquismo, el amiguismo, el fulanismo, (casualmente
el corrector se empeña en poner “falangismo”, que también), el cohecho, la
malversación y desguace de lo público para “engordar” lo privado,
la ceguera selectiva de la
justicia, el fraude, la prevaricación
como norma… La ciudadanía menos favorecida publando las cárceles sin esperanza,
mientras los saqueadores de Cajas y Bancos las cruzan meteóricos, en los
escasos casos que las pisan, sin devolver un euro de sus robos.
Dolorosamente hartos de “políticos” cuya cobardía moral solo es
pareja con su demagogia. Cuya estupidez amen de retratar a sus autores es virus mortal para inocentes. Ejercientes de ceguera
suicida que les impide ver más allá de un puñado de votos. “Políticos” que, caricaturas de sí mismos, quedan atrapados en
su caracterización. “Políticos” que entienden que ser estadista, es dejar “en
estado” a su ultima amante. “Políticos” que confunden dialéctica con
excrecencia, y debate con desperdigar inmundicia y revolcarse en la mugre. “Políticos”
cuyo único mérito conocido, es
calumniar, difamar, chantajear, y arrojar las
deyecciones de su indigencia ética, sobre los que si desean hacer
POLITICA.
Dolorosamente hartos de que en un
genocida asesino, se gasten toneladas de papel y tinta por el único acto
sensato al respeto en muchos años: arrojarlo de un siniestro mausoleo erguido para
su mayor pompa sobre el sudor, la sangre y la muerte de las victimas de “su paz
y su victoria”. Asqueados de que la
Fundación que hace apología del verdugo
que llevó a más de medio millón de compatriotas a la muerte y arrojó a otro
medio millón a la diáspora, funcione impune y con financiación pública,
incluidos los impuestos de los hijos y nietos de sus víctimas.
Dolorosamente hartos del cinismo
de los “Príncipes” de esa Iglesia” que
hipócrita y cínica lo trata como su “Caudillo y Cruzado de la Fe”, que paseaban
bajo palio. Y por el que pierden hoy las nalgas para abrirle la Almudena… A la vez que de forma gazmoña y farisaica, dicen que lo harían por cualquier otro. Y lo dicen,
los mismos que negaban el derecho a reposar en “sagrado” a las víctimas del
criminal, enseñoreándose de los cementerios del país en nombre de su sacrosanta
confesión.
Dolorosamente hartos del colmo
del cinismo que representa pedir honores
militares para el acto de su desalojo y entrada en la nueva ubicación. Alguien
que debiera ser degrado de su rango militar por golpista y por traición a su
juramento de soldado. Por traicionar a España, ser marioneta de las potencias
fascistas, indispensables para plasmar su acto de traición, y a cuyos ejércitos
entregó el país como lugar de adiestramiento de sus tropas masacrando al
pueblo… Valga por vía de ejemplo, Guernica. Que del terror, el crimen, y el latrocinio, hizo razón de su política cuatro décadas.
Dolorosamente hartos de que tras
cuarenta años nadie exija que se audite el botín expoliado por el dictador, hoy
en manos de sus herederos…Que mantienen ducados y señoríos amparados en los
capricho del sátrapa y la complicidad del anterior gobierno del P.P.
Dolorosamente hartos de que no se exijan responsabilidades por apología del fascismo y por la permanente incitación al odio, desde
medios muy concretos y por individuos perfectamente caracterizados.
Dolorosamente hartos de ver con
impotencia cómo esta Democracia se muestra incapaz de atajar las puñaladas que
se le propinan y se deteriora bajo las arremetidas de las ultraderechas de aquí
y de allá. Del permanente ultraje de la Memoria Histórica porque aquellos que se
ven como protagonistas de las canalladas que describe, o por los que ejercen de
amparadores intelectuales de las mismas.
Dolorosamente hartos de la
desfachatez e insolencia de los que nunca se fueron y ahora
envalentonados, emboscados en las páginas de la Constitución que desprecian y de la que se ríen usándola de
coartada, proclaman cargados de rencor y odio, la finca es nuestra…
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento Gallego.
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