viernes, 15 de enero de 2021

EL ESTADO DE DECEPCION. Antonio Campos Romay*

 La decepción agosta el alma porque constata que una esperanza alimentada se desvanece. La confianza no se ve asistida por los hechos. Se acompaña de acotaciones como sentimiento de engaño o burla. Produce perplejidad inicial y luego humillación ante la sensación de la confianza traicionada, y termina arrastrando hacia el escepticismo y el distanciamiento

Es decepcionante, si aún quedaban dudas, confirmar la desenvoltura de aquellos que estando designados con carácter temporal para administrar el interés del común, se consideran libres de tener comportamientos que sobrepasan la desconsideración hacia la inteligencia ajena entrando de lleno en un espacio despectivo desde una soberbia estúpida. Tomando a sus patrocinadores, NOSOTROS EL PUEBLO (We the people…), como inmaduros, menores de edad, ignorantes o escasos de luces.

Es decepcionante ver como se instala con alarmante normalidad en un gobierno de coalición progresista, aunado en torno a un proyecto de implementación de políticas sociales, el hábito del enfrentamiento. Haciendo capital lo accesorio en detrimento de lo sustantivo. Una penosa liza de egos en detrimento de lo colectivo y la eficacia.

Es decepcionante escuchar una frase con eco de un pasado reciente, cuando se nos afeaba “vivir por encima de nuestras posibilidades” por el hecho de asomarnos a una calidad de vida incipiente, y que se nos diga que “disfrutamos una fechas festivas por encima de nuestras posibilidades”, demonizando a la población por el repunte vírico. En un caso lo dijeron los que ampararon y asistieron a los ladrones y especuladores que se forraron con la burbuja inmobiliaria. Ahora se dice tras la evidente cobardía política de unos y otros a la hora de asumir su responsabilidad. Careciendo de la gallardía necesaria para suprimir las celebraciones navideñas, como desgraciadamente hubo que hacer de forma temporal con otras no menos entrañables y enraizadas en el imaginario común, las Fallas, la Semana Santa, o la asistencia a competiciones deportivas por vía de ejemplo. Mientras, la fatiga pandémica corroe el alma de una sociedad agotada y confusa. Y que pese a ello, en su inmensa mayoría se muestra ejemplar.

Es decepcionante ver una ministra, con una trayectoria razonable y correcta en el ejercicio de sus competencias ministeriales argumentar fuera de ellas, para descartar una investigación parlamentaria sobre las “tarjetas negras” del anterior titular de la Jefatura del Estado afirmar “en una democracia sólida y seria no es bueno que se cuestionen pilares como la monarquía”. A veces sucede que el exceso de celo puede llevar a tomar el todo por la parte, confundiendo la oración con el sujeto. Bien está que alguien tenga espíritu de buen vasallo, pero mejor sería se agraciase buen señor y que a su euforia cortesana no sumase la historia y la sensibilidad de toda una organización política.

Hasta ese momento el argumento sostenido por el grupo parlamentario de la ministra en cuestión era aceptar el criterio legal de los letrados del Congreso en orden a evitar comisiones parlamentarias sobre el hoy Emérito, Rey, o ambas cosas, entendiendo que sus actuaciones estaban amparadas por la capa de la inmunidad que le protegía ante cualquier desafuero cometido. En esta ocasión los letrados no tienen ninguna objeción legal entendiendo que tal amparo no subsiste… Lo que quizás pone en evidencia que el “rey desnudo” no es el Emérito precisamente.

En una “democracia sólida y seria” con contrapesos robustos y fuerte sentido institucional, tras las vergonzosas escenas del asalto al Capitolio, la señora Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, (la Soberanía Nacional, la expresión de Nosotros el Pueblo), firma tras la votación favorable, el “impeachment” contra Donald Trump, expresando rotunda, “nadie está por encima de la ley, ni siquiera el Presidente de Estados Unidos”.

Es decepcionante contemplar escenas tan bochornosas como la del Líder de la Oposición, fracasado electoral Sr. Casado, jugueteando con una pala en la nieve ante un inmueble (por supuesto en el Barrio de Salamanca), cual si estuviese todo el día rompiéndose el lomo para hacer algo útil por una vez… Decepciona que sea tan insubstancial que considere a los receptores de las imágenes como gentes con escasa o nula capacidad cognoscitiva. Penoso emulo de su colega Sr. Feijoo, quien con una manguerita de jardín vertía aguas sobre un césped chamuscado en medio de la cruel oleada de incendios que asoló Galicia hace años.

Es decepcionante que cuarenta años más tarde, el eco siniestro del mensaje emitido desde el entonces llamado “bunker” (el reducto de los franquistas más irredentos) en la Transición: “los españoles no están preparados para la libertad, necesitan mano dura”, vuelva, de forma más sutil pero no menos indecente, a aletear sobre el país.



*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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