sábado, 10 de julio de 2021

Un filósofo más que economista

Me ha llamado la atención, sobre todo a partir del desarrollo económico a partir del avance tecnológico trepidante que vivimos, que no se haya tenido en cuenta la amplitud de intereses intelectuales en Adam Smith, pues se le cita siempre como economista cuando en el siglo XVIII no existía una disciplina como la actual Economía. Smith enseñaba filosofía moral, algo que los defensores fatuos del liberalismo económico deben ignorar, porque al mismo tiempo consideran a Smith su defensor. Esa Filosofía moral de Smith comprendía economía y ética, entre otros saberes, y del citado autor se llegó a publicar (creo que al encontrarse sus papeles) una obra titulada “Lecciones sobre retórica y bellas letras”, que ya se me dirá a mí qué tiene esto de economía y menos de liberalismo económico. Smith estuvo también interesado en la astronomía, en la política, por lo que se le puede considerar un filósofo muy acorde con el mundo ilustrado de su época, donde los límites entre unos saberes y otros no estaban tan delimitados como ahora debido a la creciente compartimentación y especialización. Es cierto que durante el siglo XIX algunos pusieron en duda que todas las obras que se atribuyen a Smith fuesen realmente de su autoría, pero nada se ha podido demostrar en contra del escocés. Algo que siempre me ha entusiasmado de A. Smith es que definiera el trabajo como fuente de toda riqueza, con lo que aquellos que trabajan serían, verdaderamente los que hacen prosperar a los pueblos y a los estados, no los especuladores ni los dueños del dinero. En este sentido nuestro autor fue muy moderno, pues se opuso a los fisiócratas, que defendían la base de la riqueza en la agricultura, y a los mercantilistas, que basaban toda prosperidad en la posesión de metales preciosos. Además Smith, que pasa por ser un individualista acérrimo, defendió que por más egoísta que supongamos al ser humano, hay algo que le hace preocuparse por los demás, por lo que esta preocupación no le vendría impuesta, sino que sería innata (aparte casos particularmente patológicos). Al hablar Smith del interés individual como impulso para el progreso económico, se le ha tachado de primar el interés individual, pero a esto añade dicho autor que al Estado (al rey, dice) corresponden importantes funciones, muchas más de las que los liberales de pacotilla saben. En primer lugar Smith parte de la idea que los seres humanos no somos inocuos; en el deseo de mejorar económicamente estaría la riqueza, no en el egoísmo, entendiendo por este no el beneficio propio a costa de los demás, sino en consonancia con los demás. No se nos oculta que, existiendo la competencia –y Smith la conocía- esta lleva en muchas ocasiones a que los individuos sí recurran a prácticas que no pueden ser admitidas a la luz de la moral para prosperar. Pero también dice que suponer que todos los seres humanos son viciosos, egoístas, sería equivocado. Smith añade –lo que parecen ignorar muchos liberales- que para la mejoría de cada uno se necesita un andamiaje institucional (el Estado) que potencie la riqueza producida por cada una de las individualidades. ¿Qué tiene que hacer, pues, el Estado según Smith? Todo aquello que la iniciativa privada no aborda por no serle rentable (las personas no somos inocuas, aunque tampoco seamos todos viciosos). Si el Estado se ha de ocupar del orden público, de la justicia, de la defensa, puede extender su esfera a la educación gratuita (que no es rentable a un particular), la sanidad gratuita (que no es rentable a los particulares) y así podríamos seguir con sectores estratégicos que no pueden ser entregados al mero egoísmo particular. En materia religiosa Smith puede considerarse un teísta, es decir, admite la existencia de una categoría superior (que las religiones han tomado como centro) pero no admite que las iglesias frenen el crecimiento económico con prédicas contra el enriquecimiento, o mediante mensajes que frenen la economía: los bienes vinculados, fuera de la circulación económica, fueron en buena parte propiedad de la Iglesia… Y respecto de si Smith es el “padre” de la economía, cabe pensar en autores de la antigüedad que ya tuvieron preocupaciones en esta materia, existió la Escuela de Salamanca, etc. No vendría mal a los gurús del liberalismo económico releer (o leer por primera vez) lo mucho que ha escrito Smith, que no se limita a “La riqueza de las naciones”. L. de Guereñu Polán.

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