domingo, 11 de julio de 2021

LA CONJURA DE LOS NECIOS. Antonio Campos Romay*

Toole compartió con un glamuroso presidente demócrata americano no solo el nombre, John Kennedy, sino su final prematuro. Este joven profesor universitario que se suicidó con treinta y dos años, solo consiguió con su muerte y con los briosos esfuerzos de su madre, que su obra, “La conjura de los necios”, se viese reconocida como obra maestra, que su nombre formase parte del Olimpo de los novelistas norteamericanos, y el obtener el Premio Pulitzer. La novela es un desfile mordaz de personajes poco agraciados en un carrusel que termina de forma explosiva. El tono irónico y el humor que sobrenada la obra no pueden ocultar la descarnada disección de una época. Hilvana una tragicomedia que pudiere acomodarse al solar patrio, en sus personajes y escenas. Ignatius, el protagonista, un ser de personalidad compleja con apariencia tortuosa en su tenacidad, obstinado por cambiar la realidad social desde su habitación podía perfectamente reencarnarse en un presidente con similar afán desde la suya (La Moncloa) y que establece paralelismo con él, al tener que enfrentarse a una realidad cruel al vagar por la calles cálidas y la vez hoscas de Nueva Orleáns (nuestra querida España que decía Cecilia)… En el disparate cáustico de Toole cabe perfectamente la tragicómica oposición de este país aferrada a su mantra: “derribar el gobierno progresista”. Obscena negando su ayuda a España en momentos dramáticos, bordeando la traición en el marco comunitario. Su mantra incluye calificar el gobierno de ilegal unas veces (burrada perversa en términos constitucionales) o ilegitimo otras. Percibiéndose que en sus parámetros la legitimidad de un gobierno en este país deviene no de la Constitución, sino de su concepto antidemocrático de no aceptar que nadie ajeno a la derecha eterna e inmortal detente el poder. En una angustiosa historia en la cual todavía no está claro si el destino nos tiene guardado alguna sorpresa desagradable más, la remodelación del gobierno era una medida necesaria. Ágil respuesta ante titularidades agotadas para fortalecer el gobierno frente a los retos substantivos que se avecinan. Importante el reconocimiento de la ministra Doña Yolanda Díaz, uno de los activos del gobierno de coalición. Extraña la falta de iniciativa renovadora en el sector de la Coalición que esta representa para enfilar el final de la legislatura, corrigiendo alguna presencia con eficacia cuestionable. El tiempo político es poco propicio para conjuras de necios, por ello es muy saludable la salida del Sr. Redondo. Nunca son oportunas y menos cuando la extrema derecha toma carta de naturaleza fagocitando ideológicamente una formación conservadora que es bochorno en el escenario europeo. Que exhibe sin pudor su simpatía por los postulados del húngaro Orban y el régimen polaco, vocingleros heraldos del regreso al totalitarismo de los años treinta. Una derecha que no duda en provocar una crisis constitucional, secuestrando la Justicia al bloquear su renovación. Exhibiendo comportamientos tan anticonstucionales como los de su líder espiritual Sr. Aznar, el “falangista independiente” (en su propia definición). El que no hace muchos años ponía en solfa la Carta Magna considerando “que no podía garantizar la economía de mercado, la educación privada, el derecho a la vida y la unidad de España” (sic). Cuyo criterio sobre el estado autonómico (1979), lo resume en “una charlotada intolerable que ofende al buen sentido” (sic). Cuya preocupación en su vocación autoritaria, es si le sirve mejor, un desnortado todavía presidente del PP, o Doña Isabel Díaz Ayuso, más conocida por su acrónimo IDA. No es tiempo ni hay espacio para conjuras de necios, o de necias. Es momento de unidad. De astronautas en el cielo y de ciencia en la tierra. De unidad crítica, pero unidad. El bagaje es mucho y valioso. De ello da fe el nerviosismo de una derecha histriónica y desmesurada. No puede dilapidarse en la necedad, ni comprometer lo mucho que queda por hacer. *Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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