Con la misma angustia que los técnicos de la Nasa se alarmaban con el funcionamiento del Apolo XIII, cabe hacerlo con nuestra democracia cuando uno de sus pilares se muestra afectado por la carcoma de la mala praxis.
La libertad de expresión es elemento vertebral de una sociedad democrática. No es gratuito que se cite en el artículo 19 de la Declaración de Derechos Humanos y se recoja en el ámbito del derecho internacional, en el seno del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
En una sociedad democrática la libertad de difundir informaciones e ideas sin estar sujeta tal actuación a censura previa, y sin más responsabilidad posterior que la que fije la ley es una referencia indispensable. Establecido lo cual y la trascendencia que comporta para la convivencia, alarma comprobar como a su amparo, individuos y corporaciones mediáticas difunden aposta mensajes no veraces. Cargados de intención dolosa y con ánimo de intoxicación de la vida colectiva. Cuya motivación va dirigida a adulterar la democracia y truncar la ejecutoria de un gobierno legítimo con campañas carentes del menor freno ético.
La ciudadanía asiste estupefacta a la exposición pública y descarnada de la alianza entre las cloacas del estado y la caverna mediática. Una alianza que a través de bulos, difamaciones y calumnias esparcidas como bombas de racimo, se afana en destrozar la honorabilidad de dirigentes políticos y de organizaciones situadas en la izquierda del hemiciclo. Socavando su credibilidad ante el electorado aún a costa de la propia estabilidad del país, propiciando un estado de opinión sensible a mensajes reaccionarios.
Vale para ello lo más grotesco…En su paranoica cruzada tanto da exhibir las ecografías de una embarazada violando suciamente la intimidad de una madre, como manipular fotos del Presidente del Gobierno inspeccionando la situación de un incendio en Extremadura con su Presidente y una colaboradora. Mágicamente (como hacían los estalinistas) desaparecen dos personas de la foto para poder titularla, “Pedro Sánchez posa como un Adonis con la España calcinada de paisaje de fondo”…Como guinda de la “noticia” en un recuadro se reclama la atención sobre su entrepierna y el presunto bulto de su atributo viril... Eso se califica como “periodismo de investigación” y libertad de expresión…
Se normaliza un concepto de moral cívica tan laxa que tolera todo tipo de aberraciones. Los burdos montajes de cuentas inexistentes en algún paraíso fiscal o relaciones con el terrorismo etarra atribuidas falazmente a un ex -vicepresidente de Gobierno a sabiendas de que es una noticia falsa. Laxitud moral que da por bueno que caracterizados comunicadores y comunicadoras en programas de máxima audiencia tras quedar en evidencia como brazos mediáticos de las maquinaciones de la pocilga policial (que algunos prefieren llamar “patriótica”) sigan campando sin el reproche legal adecuado. Emponzoñando el buen nombre duramente adquirido de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con una complicidad entre cloacas para destruir la imagen de políticos y formaciones cuya vocación sea implementar políticas progresistas, solidarias y de justicia social.
Tales individuas e individuos son los menos en el seno de un gran colectivo de profesionales ejemplares. Pero si son los más ruidosos. Estratégicamente distribuidos, actúan como lluvia fina y persistente que cala las conciencias y las manipula a conveniencia dañando gravemente a aquellos que son sus víctimas. Así cumplen la misión que tienen confiada.
Se dicen adalides de la libertad de expresión. Pero son la “voz de su amo”. Se autocalifican demócratas, pero su indecente sectarismo y falta de deontología es un grave deterioro para el prestigio de la libertad de expresión. ¡¡¡Democracia!!!... tenemos un problema...
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
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