Seguramente no sepa el Sr. Feijoo, porque ningún mensajero quiera decírselo, que su reino no es ya de este mundo. Como Arsenio Iglesias, su mayor error fue cuando ya metido en su otoño acepto dirigir el “equipo del Régimen” resultándole sumamente indigesto tal régimen al haber abandonado “el bruxo de Arteixo” su tradicional astucia y prudencia.
Receloso y cauto D. Alberto hizo oídos sordos a los cantos de sirena llegados de la Villa y Corte en ocasiones anteriores optando cuerdamente por la opción de ser cabeza de ratón que cola de león. Pero la euforia de la conspiración de los Brutos le pudo, y como Fernando VII, se sintió “el deseado” concediendo en mala hora, “vayamos todos y yo el primero…”
Pero tras el asesinato del Cesar, no resultaron alfombras de flores, las que conducen al Capitolio… El Senado no amaba al Cesar cierto, pero no todas la voces fueron afines entre los que lo mataron con prácticas traicioneras. Una hay que cada noche sueña suicidar a Bruto haciéndolo que se arroje sobre su espada. La Roma mesetaria pasados los idus de marzo empezó a dejar de ver al salvador como tal y con avieso desparpajo la loba capitolina negó sus ubres a su presunta moderación y comenzó ladinamente y sin pausa a dejarlo en evidencia asimilándolo a la “derechita cobarde”.
De la tenebrosa escena popular solo queda por ver la reedición de la batalla de Filipos y la desbandada de su ejército… O quizás una deleznable escaramuza saldada con el naufragio de quien surgió de una idílica barquita donde el Mesías aplicaba con mimo crema solar en la espalda de un narco bajo la guía espiritual de maese Romay y el patriarca Fraga en el conjuro de una queimada.
En distinta covacha bajo idéntica sigla, otro druida, con el acrónimo MAR a cuestas, entre los vapores del orujo en que conserva su forma humanoide, realiza sus sortilegios en hilo directo con el Dios Aznar para manejar su creación, su polichinela, la muñeca diabólica, al antojo de sus frustraciones y anhelos.
Feijoo, caballero de la triste figura pero sin su nobleza e ingenuidad, confunde molinos con gigantes y desconoce su enemigo real. Como cínicamente dijera en una ocasión en una Comisión del Congreso el tal Aznar de larga sombra, “los enemigos no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas”… Ahí pululan D. Alberto… En la Real Casa de Correos, en la historiada Puerta del Sol, que tanto vio izar en medio de gran emoción la bandera de la Republica un 14 de abril de 1931, como las salvajes torturas que infligía la Brigada Político Social del régimen franquista.
Triste calvario le espera y no enfrentándose al Sr. Presidente del Gobierno, (que también), sino al continuado apretar en su cuello del foulard de la lideresa a distancia liderada. Mientras la sonrisa de hiena con vapores báquicos mece la mano que le ahoga.
El P.P que usted conocía D. Alberto, el de andar en bata de casa, el que reina por incomparecencia del contrario desde del Padornelo hasta el mar, aun siendo un buen laboratorio de bribonadas, es leve remedo ante el partido de los genoveses, frankenstein, donde lo frique exhibe categoría, saturniano devorando a sus hijos, avispero de puñaladas y zancadillas y donde el pijerio venenoso, se va de cañas a preparar el Motín de Esquilache.
En la soledad de su almena, cada vez más solitaria, en vísperas de emular al anglonormando Juan Sin Tierra, tiempo tendrá a lamentar haber cambiado el amable teñido de las campanas de Bastabales que enamoraba a Rosalía por el repique del reloj de Gobernación…
Que ya decía en 1855 cuando se colocó por primavera vez tal artefacto con irónico gracejo la ciudadanía perspicaz y con acertada premonición,
“Este reló fatal, que hay en la Puerta del Sol
dijo un turco a un español,
¿por qué anda siempre tan mal?
El turco con desparpajo contestó cual perro viejo:
este reló es el espejo del gobierno que hay debajo”
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
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