Hay dos pecados capitales que compartimos la mayor parte de los ciudadanos españoles con nuestros vecinos europeos: creer que el dios mercado se interesa por nuestro bienestar y que en el tema hidrocarburos existe un mínimo grado de libertad de mercado.
Empecemos con algún dato. Como indico en el título, España no dispone ni de un litro de petróleo, ni de un metro cúbico de gas natural propios. Y todas las reservas de crudo y gas de la UE en su territorio llegan para el 4% de sus necesidades.
Incluso suponiendo que en el “teórico” mercado de los hidrocarburos los europeos dispusiéramos de algún instrumento que nos permitiera operar e influir en él, analicemos su condición. Existen multinacionales “teóricamente” europeas (Shell, Total, Repsol, incluso la británica BP) que juegan en la liga oligopólica del petróleo y del gas, en la que, operando siempre en territorios ajenos, llegan a situarse entre los 20 primeros, pero con los modos y maneras del oligopolio.
Cuáles son esos modos y maneras me lo explicaron en el par de cursos de Ciencias Económicas que cursé:
- Son un grupo de corporaciones o empresas reducido (pequeño o muy pequeño) que controla, de forma firme, la producción y comercialización de un bien que demanda una mayoría de consumidores.
- Lo anterior les confiere la facultad de imponer y controlar las variaciones de precios.
Es evidente que, en nuestra cultura occidental, asumida como propia, el consumo de energía es un componente consustancial e irrenunciable, forma parte de nuestra identidad (¿quién no incluye hoy en su individualidad “su” coche?).
Por si alguien va a caer en la tentación de argumentar sobre competencia o impuestos, para protestar de los precios, siguen unas pocas informaciones a considerar.
De las 20 mayores empresas del sector más de la mitad son empresas controladas por estados no democráticos, y en el podio de la facturación no aparece ninguna en la que sus directivos tengan que dar cuenta ni a asamblea de accionistas, ni a CNMV o similar.
La prensa especializada recoge que el coste de extraer un barril de crudo oscila entre los 10 dólares en Arabia Saudí y los 40 en EEUU, de media supone en torno a la mitad de precio final del combustible, antes de impuestos, hay que sumar, en cifras redondas, un 20 % del refino, y un 12 % de transporte y distribución, siendo el resto comisiones y beneficios.
En contra de lo que se recoge en prensa, teóricamente seria, la capacidad de refino no ha parado de crecer por lo que no es razonable pensar que los actuales incrementos de precio se deban a ese componente. Sí es posible que las dificultades de transporte, tanto la sustitución de tuberías por barcos como el aumento de las distancias, hayan influido ligeramente en este componente.
Pero un somero vistazo a la evolución de los precios deja en evidencia que solo es posible con el crecimiento, exagerado y culpable, de las comisiones y beneficios especulativos.
Paso desde los datos a la opinión personal subjetiva. El consumo de cualquier bien solo se disuade por medio del precio, al menos en sociedades con ciudadanos que gozan de un buen grado de libertad. En Europa la necesidad de disuadir del consumo de combustibles que prácticamente se tienen que importar en su totalidad de estados ajenos, no siempre amistosos, es la única posición lógica, si se quiere tener capacidad de seguir disfrutando que ese buen grado de libertad siga dependiendo de nosotros mismos.
Y llegamos al tema impuestos, demostrado que al oligopolio de las petroleras el poco freno a su desmedido afán de obtención de beneficios, viene de que su producto lo apetezcan menos muchos, pero que muchos, consumidores, los altos impuestos son el instrumento disuasorio que pueden utilizar los gobiernos de los países que no tienen ni un litro de petroleo, ni un metro cubico de gas en su territorio.
Abundo en mi oposición a cualquier bajada de impuestos, basado en el hecho histórico de que cada vez que se ha hecho los oligopolios han sumado esas rebajas a su margen de beneficios. Por otra parte, es por medio de los recursos obtenidos con los impuestos con los que el Estado puede apoyar a sectores estratégicos como la pesca o la alimentación, estabilizando sus ingresos en niveles que resulten rentables a los que en ellos trabajan.
Junio de 2022
Isidoro Gracia
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