viernes, 18 de noviembre de 2022

A QUIEN CORRESPONDA. Antonio Campos Romay*

D. Miguel Delibes académico de la RAE y premio Cervantes entre otras distinciones decía tajante, (quizás por haber participado en la guerra civil), “no existe paz por injusta que sea, que no resulte preferible a la mas justa de las guerras”. En su libro “Hereje” podemos leer una de sus sensatas reflexiones,"En Moro y en Erasmo, el bien moral es, en el fondo, el fin que justifica los medios; en cambio, en Maquiavelo, la razón de Estado y el interés del Príncipe constituyen un fin en sí mismos y son los medios para la defensa del Estado. Moro y Erasmo conceden primacía a la Ética sobre la Fuerza”.

Hoy el Este de Europa es un lugar en guerra que puede convertirse en un polvorín que la estupidez supina y el animo criminal lo haga susceptible de estallar en algún momento. A partir de ahí tendrá plena validez la frase Einstein... “No sé con qué armas se luchara en la III Guerra Mundial, pero la IV Guerra Mundial será luchada con palos y piedras”. Las armas nucleares son sin duda el gran problema de la Humanidad. Con el vergonzoso complemento del papel mojado de los acuerdos firmados por las potencias nucleares y los cínicos protocolos de desarme.

«Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y sin embargo, sucedieron así». Es otra sabia frase Delibes que se corresponde a su libro «El Camino». Nuestra historia en común sobre el planeta esta llena de sangrienta violencia que siempre tiene una falacia a mano para justificar su sinrazón. Pueden ser múltiples sinrazones, pero lo único cierto es que tras de si, la herencia es una una quiebra dramática moral y material. Tras cualquiera de las guerras a poco que se hurge en su miseria asoman los motivos reales. Nacionalismo excacerbado, imperialismo, fundamentalismo religioso… Y siempre, los intereses económicos de las élites de los países involucrados en ellas que las organiza para defender su intereses. Sartre lo expone con claridad , Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.

Comodamente tras las bambalinas se lavan las manos en la sangre de millones de personas inocentes que como ciego rebaño van al matadero. Bajo mil mascaras en que ocultar su infamia se desarrollan guerras, unas visibles y otras olvidadas, en multitud de frentes abiertos por todas las geografías y continentes anegando el mundo de dolor y muerte.

La Humanidad debiera ser capaz de sacar la careta hipocrita y denunciar sin excusas torticeras que la guerra es un crimen y quienes las instigan son criminales merecedores de castigo ejemplar.  Howard Zinn, historiador y politólogo norteamericano autor de “La otra historia de los Estados Unidos” que vendió mas de un millón de ejemplares en el año 2002, ha manifiestado sobre la guerra “no hay bandera lo suficientemente larga para cubrir la vergüenza de matar a gente inocente”. Igual de tajante es Aldous Huxley: “Lo absurdo y monstruoso sobre la guerra es que los hombres que no tienen conflictos personales, son entrenados para asesinar a otros a sangre fría”.

Detrás de cada guerra “respetables” empresarios con la sangre inocente amasan fortunas. Y tras los motivos económicos ocultos, la barbarie de la guerra propicia la aparición de sujetos carentes de moralidad y decencia que ven la posibilidad de dar rienda suelta a sus mas brutales instintos. Conflictos que emponzoñan la convivencia, asolan las libertades y donde las primeras victimas son la verdad, el respeto humano y la libertad de expresión.

Es hora de exigir de los políticos que manejan las marionetas que dicen pueblo soberano, por una vez muestren un rasgo de humanidad comprometiéndose con la Paz. Háganlo por hipocresía, por cinismo, o por noble convicción. Pero háganlo. Mientras ustedes se dedican a sus juegos florales, seres humanos mueren por el plomo asesino, la tortura, el hambre, la enfermedad y el desamparo.

Lo manifestaba desde su experiencia personal el general norteamericano de cinco estrellas Eisenhower, Odio la guerra, ya que sólo un soldado que la ha vivido, es el único que ha visto su brutalidad, su inutilidad, su estupidez.

Estas letras quisieran ser un modesto alegato por la PAZ… Por el derecho al amor, a la dignidad, a poder labrar el futuro, a recuperar la nobleza del ser humano. A construir un mundo basado en los derechos humanos y no en la explotación, la injusticia social y la codicia. Por un mundo de votos y no bajo botas. Con derecho a vivir sin el sobresalto de caminar al borde de una hecatombe mundial.

Yo reivindico la ternura de la poetisa norteamericana Eve Merriam cuando expresaba su anhelo, que no puede menos de ser compartido por la humanidad digna de tal calificativo, “Sueño con dar nacimiento a un niño que pregunte; mama, ¿qué era la guerra?

¡SI QUIERES LA PAZ, TRABAJEMOS POR LA PAZ!


*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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