El 14 de abril es un fecha con singular relieve en nuestra historia próxima. España es un país rico en momentos épicos y no tanto en el desarrollo de las derivadas de tales hitos. En nuestro largo desencuentro con la democracia los mayores periodos en que se hizo presente con verdadero protagonismo popular serian el comprendido entre 1931-1936, con el desarrollo de la segunda experiencia republicana, y el que arranca de las elecciones generales de 1978 tras la desapacible muerte del dictador encharcado en sangre en su agonía, como alegoría de toda una vida
La España del 14 de abril de 1931, tiene muy poco en común con la de hoy. Sus angustias y urgencias, sus desasosiegos, el clasicismo brutal, la marginación absoluta de estándares de calidad de vida de la ciudadanía y la políticas de protección social ya no se comparecen ni de lejos.
La República, amaneció en un escenario casi imposible. Carente del menor protagonismo en el exterior tras el desastre de 1898 y el definitivo hundimiento de lo que era ya apenas ficción de imperio. Los rescoldos de una sangría en África en una guerra sin mas sentido que la especulación, envuelta en tufo corrupto. A nivel interno, miseria, injusticia social y atraso de siglos en la permanente cuesta abajo de la Nación de manos de la saga borbonica y sus aliados, el clero ultramontano, unos militares anquilosados en sus mitos, terratenientes montaraces y una clase empresarial rudimentaria. Y un pueblo quer urgia en meses la solución de injusticias seculares.
Monárquicos, militares y reaccionarios de todo pelaje pusieron su poderosa maquinaria en marcha contra ella desde el minuto uno. A su pesar la República se esforzó en modernizar una España que no acababa de salir del siglo XIX. Llevando la educación y la cultura a todos los rincones del país conscientes de que solo así se avanzaba en la emancipación de los sometidos. Abordó la siempre compleja reforma agraria, la transformación del mercado de trabajo que asfixiaba a los trabajadores y una serie de políticas sociales y consagración de derechos civiles inéditos en el país. Definió el papel de la mujer en la sociedad, en claro intento de superar la discriminación legal a que estaba sometida. Convirtió un país de súbditos, en una sociedad en progreso de ciudadanas y ciudadanos. Todo ello en medio de una programada desestabilización y en un escenario europeo muy hostil, con una grave crisis económica y el ascenso del nazismo y el fascismo en Centroeuropa e Italia.
Pese a ello la República, ejecutada sangrientamente en un verano fratricida de 1936, se enraizó en el corazón popular. Con un concepto de la política como vehículo de servicio a la ciudadanía y la integridad moral de los servidores públicos como norma. La conciencia de la igualdad de los seres humanos. Los valores republicanos (expresión de origen platónico), que en si mimos compendian, la convicción de que la política jamás puede degradarse en negocio, y que ha de ser el mecanismo de perfección de la convivencia en condiciones de plena libertad.
La Constitución de 1931 dejó profunda huella en nuestra historia. Segada por el golpe de estado, la guerra civil y una dictadura que de forma abrupta frenó el proceso politico de transformaciónes sociales, que de hecho tiene eco en la Transición Política. Transición no totalmente resuelta cuyos valioso fruto ha sido un largo periodo de aprendizaje de las practicas democráticas con paz social y una Constitución que en gran medida bebe de los postulados de la del año 1931.
Pasado medio siglo, parece conveniente culminar definitivamente esa larga Transición devolviendo al pueblo español la voz en el deebate que esquivó en 1978 sobre la forma de estado por las circunstancias que concurrían. En el que se impuso el criterio del dictador que había instituido como su heredero a Juan Carlos de Borbón en detrimento de su padre, un menos docil Juan de Borbón.
Monarquía y República son posiciones antitéticas. Mas si cabe en España donde la legitimidad de la monarquía reside en un dictador sanguinario.
Cerrar la Transición, un proceso que responde al sacrificio de muchos actores, colectivos politicos, sociales y sindicales, sirvió a España para caminar por la Democracia con paso firme y sin mayores sobresaltos, es algo que debe hacerse de forma honrosa. Desde la etica y la estetica. Devolviendo al pueblo la voz al pueblo para que pausadamente decida cual es la formula mas adecuada para preservar los valores cívicos, la dignidad y la decencia de la Jefatura del Estado. Y restaurar al tiempo el principio de Igualdad. Igualdad que no concilia con una presencia anómala en la Jefatura del Estado, con su apropiamiento por parte de una familia cuyo mayor merito, es haber sido impuesta por un sátrapa que llenó las cunetas de España de muertos por la Libertad.
Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
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