martes, 9 de mayo de 2023

SIETE PASOS . Antonio Campos Romay*

 

Un dirigente de la derecha extrema apela al poder judicial para sojuzgar al poder civil. Otra dirigente en el extremo de esa curiosa derecha, envuelta en irracional discurso neo-separatista tensiona de forma zafia la institución que preside confundiendo, presidir con poseer, y convirtiendo el Día de la Región, en su fiesta de puesta largo.

Es parte de la política que practican las derechas, la maquillada y la desmelenada. Que consideran que amar a la patria, es enfurecerse porque la economía se conduzca en circunstancias adversas de forma positiva, o que se reduzca ostensiblemente el desempleo y se incrementen de forma espectacular las cotizaciones a la Seguridad Social. Su amor a la patria es hablar mal de ella en Bruselas intentando menoscabar su posición, sembrando infundios que provocan vergüenza ajena en sus interlocutores.

Ece Temelkuran escritora y columnista política turca, con presencia en destacados periódicos del mundo, cuenta en su haber con mas de una docena de libros publicados. En uno de ellos, “Como perder un país” hace observaciones interesantes. Muy critica con su gobierno, habla del alcance de la amenazas que acechan a las democracias, y convoca a ser conscientes de sus consecuencias.

Considera que populismo y nacionalismo corroen el sistema y derivan en tentación autoritaria. Pero no solo en Turquía. Hungría, Polonia, Italia, o en la crispada situación de una democracia presuntamente sólida como EEUU. Reino Unido tras el Brexit, muestra evidentes grietas democráticas. Y en la Europa continental campa la ultra-derecha, sin que España sea excepción.

Relata Temelkuran que hay un manual de instrucciones valido para cualquier escenario con el que llevar una democracia a una dictadura de facto en siete pasos: Crear un movimiento radical dentro del sistema para socavarlo. Trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje. Apostar por la pos-verdad. Desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, desprestigiandolos y convirtiéndolos en apéndices de grupos de presión. Diseñar un modelo de ciudadano a medida de quien dinamita las instituciones. Hacer que la ciudadanía ya alienada se encoja de hombros mientras el país cae en el integrismo.

La destrucción de la democracia hoy no necesita tanques ni militares desleales. Es algo más insidioso. Alcanza con el voto condicionado sosfisticadamente, con mecanismos socio-económicos perfectamente orquestados y las homilías permanentes en altavoces adictos.

Un demoledor desmontaje de la cultura democrática con progresivo deterioro de los derechos ciudadanos y laborales a través una desmotivación masiva de la sociedad por la política. El prestigioso politólogo alemán, Yascha Mounk (“El pueblo contra la democracia”), fue de los primeros en alertar sobre el crecimiento de la extrema derecha alemana. Al hacerlo expresaba su teoría de que en la decadencia democrática que se evidencia en Europa y EEUU había un peligroso fenómeno que afectaba a sectores de la juventud, indiferentes al valor de vivir en una democracia.

Mensaje infantilizados, intencionado tono grosero, comportamientos rufianescos. Jalear la indigencia intelectual y satanizar la ideología. Vale cualquier factor, hasta el más extravagante para erosionar el estado de derecho. Se cuestionan los marcos legales e incluso constitucionales, usando arteramente al poder judicial como punta de lanza contra el poder ejecutivo violentando cualquier precepto recomendado por Montesquieu. Una procaz labor de zapa sobre partidos y sindicatos intenta despojarlos de su razón de ser y de herramienta útil a la ciudadanía.

Una sociedad cada día mas apática ante los valores morales se muestra indiferente a que el fundamentalismo cabalgue de forma sistemática sobre la mentira. Lo que permite inducirla a creer que la verdad es el disparate. Si alguien se arriesga a poner en solfa el argumentario, una caterva de voces afines a los promotores de la ruina social se lanzan en tromba defendiendo lo indefendible, hasta calar en el estupefacto espectador.

Desmontar las mentiras y los prejuicios que las nuevas tecnologías han vuelto especialmente veloces, no es fácil. Maxime contando no pocas veces con una prensa que languidece en proceso de profunda transformación. A la que sus penurias hace más vulnerable ante presiones económicas y tentaciones de complicidad con el poder. Peso a ello, el periodismo independiente y con solvencia, sigue haciendo oír su voz.

Todo lo que está pasando, no es casualidad y al contrario de la frase cautelar de algunas películas en su inicio, “cualquier parecido con la realidad”, en este caso no es pura coincidencia. Es el relato. Un país en el que militares monárquicos dieron un golpe de estado al grito de Viva la República, considerando a los leales a esta, como traidores, las coincidencias escasamente existen.


*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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