martes, 13 de junio de 2023

EL GRAN RETO. Antonio Campos Romay*

La legislatura de Coalición deja una lectura interesante. El esfuerzo desde el ala socialista por imprimir a sus actos sentido de estado incluso a riesgo de asumir actuaciones comprometidas pero necesarias. Verbigracia las encaminadas a suturar el desgarro producido en Cataluña tras el manejo torpe e irresponsable del PP. Cuyas políticas dispararon el separatismo, hasta llegar a una pirrica declaración de independencia y un severo incendio social. Y el presidente Puigdemont a la fuga tras ello. Por cierto, todo apunta que ahora ese mismo PP va premiar al protagonista de la efímera independencia, facilitando a su partido la alcaldia de Barcelona, insulfandole oxigeno nuevamente .


Toda clase de desasosiegos hubo en la legislatura. Virus, erupción volcánica, crisis económica derivada de la pandemia, la guerra de Putin invadiendo Ucrania con escalofriantes actos criminales contra la población civil. Derivadas de ello un severo desplome de las economías y procesos inflacionarios erosionando la recuperación económica. Sánchez y el Gobierno de Coalición respondieron con la defensa del interés colectivo y políticas sociales. Y un ingente esfuerzo solidario hacia los sectores vulnerables. Muy diferente a la gestión del PP de la Gran Estafa, (mal-llamada crisis económica) donde mostraron que su vocación era servir los intereses de unos pocos convirtiendo en irrelevante la angustia de la ciudadanía.


Una acción de gobierno que el PSOE compartió con un socio conformado como coalición política que al acceder al poder le resultaba incomodo conciliar la grandilocuencia discursal con convertirse en gobernantes. No siempre conscientes de manejar cosas reales y que sus actos tenían consecuencias en algunos casos dolorosas. Con tendencia a sepultar importantes medidas de gobierno en un ruido impropio, desazonando a la ciudadanía estupefacta ante pataletas con mucho de inmadurez. Pero también pudo visualizarse de las confluencias asociadas, el aplomo solvente y la eficacia de quienes procedían de una cultura organizativa con poso histórico, que con los pies en la tierra daban respuestas a las necesidades ciudadanas, prescindiendo de sobreutilizaciones.


Una legislatura marcada por una oposición donde los antiguos gobernantes incapaces de reconocerse fuera del poder, mostraron no saber ser oposición. Y mucho menos lealtad. Aferrados a la polémica, indiferentes al interés colectivo, demonizaron al gobierno negandole legitimidad de origen. Confundiendo debatir con triturar enemigos. Esgrimiendo la falacia y el insulto se apuntaron a desprestigiar los logros sociales del gobierno sin atender en ningún momento a las dificultades que atraviesa el país. Suplen la propuesta por la diatriba y el trazo grueso. En la ingravidez de su mundo, lo ultimo es proponer algo coherente o solidario.


La derecha cuando gobierna, esgrime su patriotismo como argumento, para sin pudor imponer toda clase de privaciones que ahondan la brecha social pese a ser ellos quienes las generan al anteponer su tela de araña de intereses, cuyo lucro determina la necesidad de tales privaciones.


Lo hace all amparo de una realidad donde la objetividad informativa brilla por su ausencia. Determinados medios de comunicación inspirados por los sectores que apoyan con entusiasmo esa derecha radicalizada crean un escenario virtual donde con tenacidad, como lluvia fina, extendieron sobre la ciudadanía especies ajenas a la verdad pero que terminan imponiéndose. Creando un estado de opinión contrario a la realidad. Restando a la opinión pública el privilegio de tener una información verídica, no manipulada y completa.


Solo con tales apoyos se entiende que al radicalismo ultra derechista en su dos versiones le funcione como argumento un terrorismo erradicado hace mas de doce años, el odio incoherente a determinadas formaciones políticas, poner en entredicho la ejemplaridad de los procesos electorales esgrimiendo burdamente el fantasma de un pucherazo en la linea ponzoñosa de Trump...Se tapa con ello la desnudez de sus propuestas. Una indigencia que hace saltar como un resorte a los cuarteles fundamentalistas cuando se habla de debatir, conscientes de que ese no es su objetivo de campaña.


El reto de la izquierda es aunar las fuerzas progresistas ante unos comicios que responden a dos propuestas políticas muy distintas. La vcita de julio no va de egos ni de asaltar listas como otrora se invitaba a asaltar los cielos. Va de esfuerzo común y madurez.


Una izquierda aunada, solvente, con bagaje positivo como muestra y con las propuestas necesarias para que España avance por sendas de progreso equitativo, derechos civiles, sostenibilidad social, económica y ambiental, construyendo el estado social y de derecho que dicta la Constitución. O la de una derecha tornada extrema derecha, presta a derogar con ardor tridentino todo lo que signifique valores o conquistas sociales. Privatizando el Estado a mayor gloria de poderosos grupos económicos. Relegando al ciudadano a usuario de unos servicios depauperados intencionadamente, educación sanidad, protección social, pensiones, etc. Y como guinda, el nacional-catolicismo irrumpiendo en vidas y escuelas.


De eso van estas elecciones. Ni de sanchismo, ni de pucherazos ni de etarras… Solo de progreso con justicia social o de derogar el futuro y la esperanza infectando el país de “trumpismo”. Cualquier otra versión que se intente hacer creer es ladrar a la luna.


*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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