domingo, 15 de enero de 2012

CECILIA RIVAS

Esta mujer en paro, pero con una gran dignidad y con dos hijas menores, ha ofrecido su casa a una familia guineana con cinco hijos, que ha sido desahuciada por el banco correspondiente. Apoyado el banco en una legislación injusta y que se aparta de toda normal moral, ha decidido dejar en la calle a siete seres humanos que, para colmo de males, no están en su páis, sino que sufren la pena añadida del desarraigo y la pobreza. Cecilia, por el contrario, ha tomado cartas en el asunto: tiene un piso -no sé si de su propiedad- y ahora lo va a compartir con la familia de Mamadou Diallo, el padre guineano que se encuentra, con su esposa e hijos, en la calle. Cecilia ha habilitado su casa y sus muebles, ha dicho aquí dormirán ellos, aquí los niños, mis hijas compartirán una cama,  y yo... No le ha importando su situación de parada, cobrando un subsidio que se terminará algún día. Ha considerado que puede encontrar trabajo, igual que Mamadou, y mientras tanto compartirán un piso diez personas pertenecientes a dos familias distintas. Una prueba de generosidad, un ejemplo maravilloso, una muestra de que la cultura burguesa no es la única que existe, que hay personas disconformes con ciertas formas de actuar: las de los gobernantes, las de los banqueros, las de los usureros y tramposos, las de los que no tienen suficiente aunque se harten robando y desfalcando las arcas del Estado.

Compárese el ejemplo de Cecilia Rivas con el de un tal Urdangarín, un tal Matas, un tal Fabra, un tal Camps, un alto cago de la Junta de Andalucía, cuyo nombre no recuerdo, que se gastaba el dinero público en drogas y trampas. Compárese el caso de Cecilia Rivas con el de tantas otras personas que no piensan más que en ellas, que no tienen ojos más que para el egoismo. La misma Iglesia católica -dicen los períodicos hoy- desahuciará a ocho enfermos de SIDA por impago: la vicaría de Ourense reclama facturas pendientes de gasto corriente de una casa de acogida cedida en 1993... Algunos inquilinos de esta casa de acogida tienen la movilidad limitada. ¿En que piensa ese vicario del demonio? ¿En que piensan los chulos de este país que no paran de llenarse los bolsillos mientras hay millones de personas que viven en el umbral de la pobreza, que viven humildemente o que tienen obligaciones económicas dificilísimas de cumplir? ¿No va a haber ningún flamante diputado, recientemente elegido, que intervenga en esto? ¿Para que les hemos elegido entonces? ¿No va a haber ninguna autoridad que se interese por el caso de los enfermos de SIDA desahuciados, por la familia de Mamadou? ¿No va a recibir Cecilia Rivas ninguna ayuda pública por hacer algo que tendría que atender el Estado? ¿Para que queremos Estado entonces? Menos mal que mientras haya Cecilia Rivas hay esperanza.

L. de Guereñu Polán.

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