sábado, 10 de marzo de 2012

El obispo se alía con el ministro

La profesora de religión católica, Resurrección Galera (un nombre muy apropiado para la disciplina que enseña) tiene derecho, según sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, a que se le indemnice por 11 años en los que se le ha prohibido impartir clase por el mero hecho de haberse casado con un hombre divorciado. Es casi seguro que si lo hizo fue porque amaba a dicho hombre, en lo que no creo deba entrar nadie, ni divino ni humano. 

El obispo de Almería, fiel a la secta a la que pertenece, expulsó de su puesto de trabajo a la profesora como si fuese la autoridad máxima en esta materia (y lo es porque el Estado se lo permite, contraviniendo todo mandato constitucional). La profesora emprendió un largo peregrinaje judicial hasta que se le ha dado la razón: no debió ser despedida, tiene derecho a reinsertarse en su puesto de trabajo y debe ser indemnizada por los 11 años que no ha podido ejercer la docencia.

Cuestión aparte es si se debe enseñzar religión católica o cualquiera otra en un centro público de un país aconfesional, pero eso es materia de otro artículo. Aquí lo que interesa es el derecho que tiene la profesora a que se cumpla la ley, y en un Estado de derecho el único que pude decir cómo ha de interpretarse dicha ley es un Tribunal de justicia. Pues no: el "surrealista" ministro Gabilondo en noviembre, y el a todas luces mal intencionado ministro Wert ahora, dicen que no pagan (paga el Estado, no la Iglesia); que no están dispuestos a acatar la sentencia del Tribunal. ¿Como se le puede exigir entonces a los demás ciudadanos del país?

La chulería, la burla y el escarnio que este asunto representa, y no es el único ni mucho menos, clama al cielo (ya que de religión católica estamos hablando). El Estado no debe confiar a los obispos que nombren a los profesores de religión católica, sino que estos -de existir dicha disciplina en la enseñanza oficial- deben ser licenciados en teología que acrediten mediante la oposición correspondiente su preparación; como los demás, ni más ni menos. ¿Conde está aquí la ofensa? La ofensa está en un obispo anticristiano que no da al César lo que es del César... y un ministro (si no dos) que se pliegan a la voluntad del obispo anticristiano, antisocial y abusón. Más le valiera atarse una soga al cuello con una piedra de molino y arrojarse al fondo de un río: esto dice el Evangelio para quien escandaliza; y nadie dudará de que esto es un escándalo. 

L. de Guereñu Polán.

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